3 El
Descubrimiento: "María" vs. "Noé"
iii/v
Se cumplen 60
años de dictadura comunista en Cuba
(En construcción)
Bula Papal
La Bula Menor ‘Inter
Cætera’
fue otorgada por el papa
Alejandro VI
(née, Rodrigo Borgia),
circa, mayo 3 de 1493
en favor de Isabel I de Castilla
y Fernando II de Aragón,
por la que se les designa,
los 'Reyes Católicos',
(Archivo de
Indias, en Sevilla)
“Un Asunto
Español”
La “Santa María" cruza orgullos con la "Arca de Noé"
Un desafío apacible
A saber, eran los portentos y sus detalles a escuchar por
boca de unos osados marinos y su capitán. El después bien ganador entre otras dignidades, del título de "Almirante de la Mar Océano", Cristóbal Colón era el capitán que dirigió al grupo expedicionario protagonista de la hazana cumplida al dedillo en octubre de 1492, por este titulado 'favorito' (una idiotez de cotilleos palaciegos) acerca de la entonces Reina de España, la visionaria Isabel I de Castilla. Este marino consiguió convencer a la Reina de que patrocinara una expedición hacia el Oeste del Atlántico en busca de un nuevo camino a Indias, navegando 'al revés' y lo logró. Este capitán, al parecer, absorbió buena parte de las experiencias y leyendas masticadas entre eruditos, desde inicios del segundo milenio. Cosas de la mente. Y Colón supuso lo increíble de un mundo esférico y no plano. Ahí comenzó su peregrinaje de corte en corte. Y de paso, la puesta en remojos del inconmensurables Nuevo Mundo escondido tras el horizonte. Nada raro, considerando que quienes disponían de los medios económicos y políticos, eran los aristócratas, no la gente corriente. De este modo, si la victoria, en lugar de acontecer al final del siglo XV hubiese 'esperado' (lo imposible en términos históricos) un siglo después (decir, siglo XVI) la hazana , habría sido un evento narrado del "quijotismo real y maravilloso" bajo la pluma del veterano 'lepantino', Miguel de Cervantes y Saavedra.
Colón sus capitanes y marinería retornaban a casa; con lo restante de la flotilla de carabelas, unos navíos, 'sin rengueras a vistas' volvían orgullosos de la aventura enorme del “Descubrimiento de un Nuevo Mundo” tangible a la vez que inesperado por lo deslumbrante de sus colores. Retornaban orondos de felicidades inopinadas al compás de los poderosos alisios canarios, que soplaban incesantes desde barlovento. Claro que sin mucho de estrujar al tiempo, según el ‘Talmud’ (Biblia Hebrea o Antiguo Testamento) ni el narrado por esa obra de bibliotecas mosaicas monumentales y la “Biblia Cristiana” actual, que incluye a saber sinopsis tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
Sería posible perfilar la inmensidad del espacio-tiempo que une dos épocas subsecuentes, aunque acrónicas. Momentos, en que los héroes hispanos no estuvieron representados por aquellos otros pro hombres de carne y hueso, verdaderos. Adalides armados de pies a cabeza, incluyendo sus corceles; todos envueltos en ruidos de sus metales, péndolas, estandartes y heráldicas, con lanzas y escudos en ristre. Es que los tales vértices de bravura no fueron hidalgos de glorias cantadas por ‘bardos y catabanes’ sobre caballeros y cabalgaduras en poses rampantes, a la vieja usanza de las caballerías románticas del Medioevo.
En la realidad, tres modestas ―y por la gracia de Dios, féminas silenciosas― naves marinas. De las cuales las dos menores eran del tipo ‘carabela’ (‘La Pinta’ y ‘La Niña’ ) mientras que la nave insignia de la flotilla exploradora; por naturaleza, la de mayor desplazamiento y seguridades, porque la primera en la fila que era ‘La Santa María’; a la que le distinguía por ser del tipo ‘carraca’ atendiendo a un diseño de los navíos armados por la experimentada pericia portuguesa. Pero nada de asombros, porque esta la nave insignia, fue obra de armadores gallegos. Esta nave, lo sería por méritos propios, otra pieza antológica de virtudes históricas ponderantes.
Colón sus capitanes y marinería retornaban a casa; con lo restante de la flotilla de carabelas, unos navíos, 'sin rengueras a vistas' volvían orgullosos de la aventura enorme del “Descubrimiento de un Nuevo Mundo” tangible a la vez que inesperado por lo deslumbrante de sus colores. Retornaban orondos de felicidades inopinadas al compás de los poderosos alisios canarios, que soplaban incesantes desde barlovento. Claro que sin mucho de estrujar al tiempo, según el ‘Talmud’ (Biblia Hebrea o Antiguo Testamento) ni el narrado por esa obra de bibliotecas mosaicas monumentales y la “Biblia Cristiana” actual, que incluye a saber sinopsis tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
Sería posible perfilar la inmensidad del espacio-tiempo que une dos épocas subsecuentes, aunque acrónicas. Momentos, en que los héroes hispanos no estuvieron representados por aquellos otros pro hombres de carne y hueso, verdaderos. Adalides armados de pies a cabeza, incluyendo sus corceles; todos envueltos en ruidos de sus metales, péndolas, estandartes y heráldicas, con lanzas y escudos en ristre. Es que los tales vértices de bravura no fueron hidalgos de glorias cantadas por ‘bardos y catabanes’ sobre caballeros y cabalgaduras en poses rampantes, a la vieja usanza de las caballerías románticas del Medioevo.
En la realidad, tres modestas ―y por la gracia de Dios, féminas silenciosas― naves marinas. De las cuales las dos menores eran del tipo ‘carabela’ (‘La Pinta’ y ‘La Niña’ ) mientras que la nave insignia de la flotilla exploradora; por naturaleza, la de mayor desplazamiento y seguridades, porque la primera en la fila que era ‘La Santa María’; a la que le distinguía por ser del tipo ‘carraca’ atendiendo a un diseño de los navíos armados por la experimentada pericia portuguesa. Pero nada de asombros, porque esta la nave insignia, fue obra de armadores gallegos. Esta nave, lo sería por méritos propios, otra pieza antológica de virtudes históricas ponderantes.
Con la
vuelta a la civilización, la nave quedaba dispuesta para la valoración futura de
los historiadores adjuntos a todas las tendencias. Y se les presentó entonces y
todavía hoy, en especial para los españoles no decididos aun; al compararla con otra nave
mítica y no menos destacada; por sus vínculos bíblicos; por cierto de índole y
valor extraordinarios para los místicos de la cultura judeo-cristiana: decimos sobre
la famosa “Arca de Noé”
Con esta última
va la cosa de comparar la nave colombina, capitana puntera, impronta en todos los anales históricos,
narrativos y de geopolítica, “La Santa María” irremediablemente
ligada por y para siempre, al “Descubrimiento
de América” Ver que la
“Arca de Noé” bíblica, sin timón, velas ni medio motor
impulsor (salvo las corrientes marinas y sin velas) ni planos estructurales, virtualmente ‘una nave al pairo y sin rumbo’ puede
bien ser puesta a comparación (sin intención de blasfemias) con las Carabelas
y Carracas, tal lo fue “La Santa María” colombina; en el otro lado; con diseños bien fundamentados, con motor de
vela y timón propio, para la operación plena tales cualidades bien demostradas en
aquellos tiempos y lo mejor, exitosas en todos los empeños.
Cierto que
de lo bíblico nos llegan libros sagrados, porque la Biblia resultó en una obra única,
sencilla, con ambas secciones separadas y clasificadas por los protagonistas
reales, eventos y fechas. Porque así, sin mayores complicaciones,
al libre albedrío y pujanza imaginativa de cada bardo, historiador (aun frente
a un enlace canónico dicho por un reseñador) narrador o cuentacuentos ansioso, de ser recordado por sæcula sæculorum en el
devenir cercano o lejano; estos hacedores de historia chocarían con el portento
digno de ser designado, cada uno en el contexto del propósito de saciar la
curiosidad de cuales quieran sean sus lectores, a explicar la necesidad de permitir
a la “La Santa María de
la Concepción” ser comparada por sus transformaciones sobre la sociedades
humanas del mundo medieval; tal resultó también en vivo, con la maravillosa odisea
colombina, sin lesionar siglos de dedicación fervorosa en aras del cristianismo.
Decir desde entonces y para siempre, por
cada testigo presente u oidor de los hechos, secuencia de avatares donde la
hazaña colombina, sería tarea humana indescriptible. Además, sellada como el
éxito cotidiano más relevante en la Historia que antecedió al bicho humano ya madurado. Dizque inimaginable,
a menos visto como la 'Mayor Aventura
de la Humanidad' desde los
tiempos bíblicos, desarrollados por aquella estela marina sin huellas de Cristóbal Colón y sus marinos, compañeros decididos
de participar en esa otra de las Grandes Épicas. Sin dejar de colocar en lugar cimero de toda la saga del "Descubrimiento", a Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, galardonados como los "Reyes Católicos" por la Bula Menor "Inter Cætera" emitida por el Papa español, Alejandro VI. (née, Rodrigo Borgia)
Un ‘gato mitón’ con botas de siete leguas
Que es igual decir 'cada uno a su manera’ bajo la templanza y sobriedad en el modo de
actuar, soltando bridas y dando espuelazos a la imaginación; el hacer buenas
las crónicas colombinas y las de su gente; sellando como ciertos los viajes y
tribulaciones españolas en pos de la imaginación desconocida. Es que así de tan
gallardo resultó el peaje hacia la imaginación con libertad poética, en medio
de la penumbra del Medioevo también, la gracia de advertir los mil azares en la
lógica de este capitán de tacones bajos y a la vez inconmensurables, como aquel
otro “Gato mitón, con botas de siete
leguas” Hacedor de esa saga sin otras iguales, repleta de aventuras tempestuosas
por acertar desde el primer intento y que hoy, orgullosos, apuntan los
españoles todos, repletos de certezas que otrora, ya se les hicieron habituales
en cada uno de sus capitanes exploradores.
Y además, porque Cristóbal
Colón; quien todo apunta ser un sefardita converso y no a
un genovés (ver presentación y salutaciones en las entradas y salidas de sus
epístolas todas familiares) Porque el tal, siempre retornaba victorioso de sus
odiseas hacia y desde venidas desde "Las
Indias" con sus compañeros sanos y salvos, excepto una baja registrada. Solo que lo hacía ahora retornando con dos de sus carabelas, naves que inicialmente eran tres y sus
120 los tripulantes, casi todos, sefarditas conversos.
Aseguran
los historiadores a la pléyade de curiosos de las cosas, sucesos, y cotilleos
ibéricos, que: «… ‘La carabela
nombrada "Santa María” quizás después
y por sagrada descubridora cómplice en
sacar a la luz las “Nuevas Tierras’’ Más que por bajel, sino lo
bien diseñado, construido y dotado de lo mejor por sus armadores, para resistir
en la impronta marinera, que ni el propio Colon imaginaba’ Es que Todo el drama, visto en perspectiva
comparativa, contra aquella antaño “Arca de Noé” divorciada de lo marinero;
tornose desde entonces “La Santa María”
con la inigualable llave del despertar de América, toma hoy de facto y no de jure, … « la nave más famosa del Mundo»
Y los españoles llevan todas sus razones de
ser como son, porque de las tres dichas 'carabelas' originales que salieron
del Puerto de Palos de la Frontera, nombrada era en la realidad, "La Santa María" (née, de la
Inmaculada Concepción”) no
era una "carabela" propiamente.
Porque en el estricto sentido marinero dicha nave era del tipo de las llamadas “carracas”
tal nave comercial de diseño más viejo, de mayor capacidad; a veces dotada
con armamento ligero de protección; la cual poseía un desplazamiento mayor que
las 'carabelas' convencionales,
estas últimas de menor desplazamiento, pero más veloces y marineras. De hecho,
devenida antecesora de los majestuosos y enormes “galeones'' (a su vez subdivididos en otros tipos, en función
de sus propósitos comerciales, puntos o región de embarque, carga o militares) de
uso múltiple utilizados con posterioridad. Por lo general y en su versión
original, habilitada con velas triangulares de tipo, latinas.
La Nao
“Santa María” que
también le llamaban ‘nao’ los
portugueses a sus navíos de cierta envergadura, ya en desarrollo imparable; poseía
un desplazamiento
de unas 223,88 t
(toneladas) una eslora (largo) de 29,6 m (metros) y manga
(ancho) de 7,96 m. Estas y otras naves,
españolas y portuguesas, etc. eran de diseños varios según el destino, atenidas
a la ingenierías naval en boga por los armadores, de la época y estaban
provistas con velas cuadradas. Aunque las naves colombinas disponían de un
velamen semejante al de los galeones dado que eran de tipo cuadrado, dispuestas
así previsoramente, las cuales daban mayor empuje del aire a su casco y con
ello elevaba la velocidad de las naves. De modo igual, estaban habilitadas con
un puente y el inevitable castillo de popa. Todo un detalle
constructivo, previendo lo inimaginable en la Mar Océano.
Tal era usual entonces, no resultó raro y
menos una inmoralidad inética o escandalosa; mencionar por las crónicas que la
trama hilandera de cuerdas, aparejos tela para banderas, papeles fuertes,
planos militares, ropa dura y otros tejidos de uso industrial (en este caso nos
llama la atención el velamen, cuyas 'tela'
cuerdas, cabos y jarcias y el resto de los aparejos navales, confeccionados de “cáñamo índico” (cannabis
sativa) (*)
como el idóneo entre otros materiales; para la locomoción, izaje y maniobras de
las naves. Incluyendo las posteriores naves trasatlánticas de carga y pasaje
diseñadas ahora para la ardua tarea de cruzar "la Mar Océano Atlántica y similares' conteniendo las de exploración, bojeo y cabotaje inmersas
en el tráfico comercial marítimo convencional en ambas direcciones.
Decir, el viejo y los nuevos caminos marítimos de puerto a puerto o de costa a costa destinados a actividades propias del cabotaje, casi siempre con tierras a la vistas; actividad normal desarrollada y empleadas por los ‘Descubridores’ en todas las direcciones imaginables desatados a toda premura por cada reino que pudo como los de otros tantos bajeles contemporáneo.
Decir, el viejo y los nuevos caminos marítimos de puerto a puerto o de costa a costa destinados a actividades propias del cabotaje, casi siempre con tierras a la vistas; actividad normal desarrollada y empleadas por los ‘Descubridores’ en todas las direcciones imaginables desatados a toda premura por cada reino que pudo como los de otros tantos bajeles contemporáneo.
(*)
Al
lector: El
Autor decidió, per se y libre albedrío, no incluir en este trabajo; ciertos
datos y apuntes vinculados al empleo, específico o múltiples de productos
obtenibles del “cáñamo índico” (cannabis sativa o) en sus
adecuaciones diversas a la tecnología, comercio, industria, militar, políticos
y otros determinados. También decidió no considerar o incluir las propiedades
medicas u otras de recreaciones ajenas o intrascendencias. Ello, dado que dicha
data e información pudieran ser aprovechadas en alguna forma por los enemigos
internos y externos de los EE.UU. su gobierno y pueblo norteamericano, para fines espurios mal intencionados a fin de desdorar
y dañar la grandeza de nuestro país.
"Capitulación de Granada"
Mohammad XI ("Boabdil", el Desdichado*)
se rinde a Isabel y Fernando, y entrega las llaves de la ciudad a los
Reyes Católicos de España
Oleo de Francisco Padilla y Ortiz (c. 1882)
(*) Cuenta la leyenda (no confirmada), que la madre del "Boabdil", la Sultana Aixa al tiempo que los nazaríes derrotados por tropas de Isabel y Fernando abandonaban Granada, vio a su hijo llorar ('El Suspiro del Moro') por la pérdida del reino y le increpó, "Ahora lloras como una mujer lo que no supiste defender como hombre" Existe una amplia narrativa poética, musical y cinematográfica acerca de esta y otras fases de la derrota musulmana y abandono de España por los ocupantes islamistas. (wiki)
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El Encuentro
Luego, cuando Cristóbal Colón y sus
compañeros de aventuras, fueron los participantes principales en la gesta
española al encontrarse con tierras americanas; a su retorno pisaron suelo
español en la primavera del 15 de mayo de 1493. A partir de entonces, dejaron
ser considerados dementes, y se tornaron
en una pléyade de aventureros famosos admirados e iluminados; a quienes la vox populi daba por perdidos en la Mar Océano (Atlántico); y que ahora
volvían con su lúcido capitán al frente, repletos de historias, experiencias,
asombros y quizás no con riquezas en sus inicios. La expedición de marras,
había partido en agosto 3 de 1492 del muy activo Puerto de Palos de la Frontera (sin muelle a vistas) en Huelva, con
rumbo Oeste. Su objetivo: encontrar un nuevo camino navegando hacia el oeste
(Occidente, de Indias) que les condujera a las ansiadas tierras de los clamores,
Indias.
Como siempre, junto con la fama de
conseguir el objetivo principal de "Indias"
o nuevas tierras que conquistar y civilizar, para el marino importaba más, la
acción para gloria de Dios y sus Reyes. Sin embargo, en el interés de los
armadores de la expedición y sus mecenas, estaba la obtención de otras líneas
de artículos tan preciados como los metales, piedras y maderas preciosas,
siempre por su valor de cambio y no deteriorables en lo físico. Lo contrario,
sucedía con las propias esencias, perfumes, aromas, maderas, seda, tintes y
otros elementos exóticos y caros al bolsillo y gusto, irreproducibles (copiables) in situ.
Se
trataba entre otros elementos indispensables para la supervivencia de la
población europea: las especias (fundamentalmente condimentos), para la
"conservación sin frío" de cierto número de alimentos per se,
corruptibles que, en especial las carnes y otros derivados de la fauna y flora,
eran vitales para la subsistencia, no por su volumen y sí por sus cualidades
industriales y médicas; como aromas, tintes y otras bondades antimicrobianas y
fungicidas.
Las impedimentas, guerras o la mera
existencia del bandolerismo y la piratería, cerraban cada vez más el acceso a
Indias, con la consecuente elevación de los costos en manos del consumidor,
hambrunas, epidemias, etc. sin importar su clase social. Tales eran las
imprecaciones diarias para la obtención de especias, mas adoradas que las joyas
y metales preciosos, materias primas invaluables.
Esta situación, a veces de vida o muerte, para
una o mas temporadas invernales sin reservas para capear hambrunas, debía ser
enfrentada por comerciantes, portadores y mercaderes, como todas las de la
época, atentos al reclamo de las potencias, reinos y otros estados gobernantes
para sus respectivas poblaciones europeas. De modo igual interesaban las
esencias, siropes, extractos vegetales y medicinales, entre otros, que eran
acarreados a través de la denominada (consolidada para todas las rarezas) como
"Ruta de la Seda" Hasta
esos momentos, esta vieja ruta terrestre que incluía las rutas marítimas por
medio del bojeo costero (de puerto a puerto) iniciado en China y otros países
limítrofes con la “Ruta de la Seda"
(terrestre) y sus aguas, ocluidas. Un horizonte de posibilidades, cada
vez en expansión mayor.
Por estas vías se transportaban, productos
y materias primas devenidas indispensables a Europa. Las mismas transacciones
mercantiles se habían tornado irrealizables, atravesando el Oriente Próximo o
Asia Occidental (Irán, Irak, Siria, Israel, Líbano y otros) infestado de bandas
de forajidos árabes con rumbo al Oriente Medio (hoy la India, Pakistán y
Afganistán, a veces China y Japón, según la RAE) y el resto de las tierras del
Lejano Oriente y Oceanía. A todo aquello, se le definía en la práctica como “Ruta o Camino (terrestre) de Indias”
Tanto la ruta terrestre como la marítima,
recorrida de arriba a abajo y viceversa, porque durante el transcurso de los
siglos caían y emergían nuevos imperios, países y esferas de influencia; cuyos
altibajos se tornaron seguras o peligrosas de transitar so pena de perder
bienes, sufrir pago de rescates y muy frecuentemente, la vida, en casos
extremos.
Durante los tiempos últimos del Medioevo, en
rutas terrestres a Indias aparecían cuajadas de
salteadores de camino, de todas las bandas y etnias delincuenciales
inimaginables, mientras que las marítimas sufrían daños de todo tipo por los
corsarios, piratas y el resto de los eternos ‘amigos de lo ajeno” Luego, el tráfico de los mercaderes resultó
fallido, como una tarea casi imposible. No pocas mentes, en los albores de las
ciencias posibles en aquellos momentos, acudieron en ayuda de la Europa
aterradas por aquellas otras regiones gobernadas por fundamentalistas.
Capitán de capitanes y tripulaciones abigarradas
Cristóbal Colón, este ‘capitán de capitanes’ volvía entonces con la misión cumplida de una
empresa a la cual pocos habían apostado. “La Santa María" era comandada por el propio Colón, el cual se
refería a su nave en sus apuntes, como "la Náo" Por su función dentro de la
expedición y a la nave se le conocía también como la "Capitana
de Colón" (hoy, nave insignia o madre de la flotilla) y por
su lugar de fabricación se le apuntaba el sobrenombre de "La
Gallega" En realidad, son diferentes en nombre y lugares de
países que se adjudican la construcción de dichas naves, tanto españoles como
portugueses. “La Santa María” era una nave
que pertenecía a otro insigne navegante y armador, Juan de la Cosa. Las dos
primeras naves integrantes de la flotilla fueron comandadas de manera indistinta
por los hermanos Pinzón. La una por Martín Alonso Pinzón y la otra por Vicente Yáñez Pinzón; en calidad de capitanes respectivos de la “La Niña”
y “La Pinta” mientras que
Francisco Martín fungía autoridad como maestre
de la segunda.
La travesía, además, estuvo integrada por
un centenar de tripulantes (unos dicen 80 mientras que otros apuntan 120)
escogidos entre lo más abigarrados de los marinos de cabotaje, merodeadores por
las riveras, donde anclaban, ex mercenarios de las guerras moriscas, algunos
convictos y ex convictos en vías de redención. En efecto, el capitán de esa
expedición entendió que en algún momento, tan natural en aquellos tiempos
azarosos, habría de enfrentar motines. Lo que sí quedó claro es que en este
primer viaje, no había ningún clérigo, tal como aparece y es de observar en
pinturas y grabados donde se imaginó dejar constancia del acontecimiento.
―«Mira Cristóbal —le acentuó Martín Alonso a Colón,
mientras bebían unos tintos. Y continuo observando cada gesto de su
interlocutor, el capitán designado por la mismísima reina Isabel, para que
comandara la flotilla. Tan sorprendida con las ideas del apuesto marino,
bastante ralo quizás—. No digo que nos
estés mintiendo, pero, es que presiento que tras esta encomienda real, donde
están involucrados sus Majestades, no sé si esta oscuro ni si huele a queso.
Pero hay algo raro en todo este aquelarre del nunca acabar. ¿Entiendes tú,
cacho’e cabrón? Porque con tu pico de oro, ‘jodiste tanto al moro, como de la
mora el oro"»
Martín, viejo huevero de farras con las
busconas de tabernas, soltó sus improperios tal si como con estos describiera a
una lagartija con “rabo de mula”
―«Te adelantas, hombre, te adelantas. Los
Reyes Santos, no son solamente nuestros apoyos espirituales. Ellos saben y
conocen cuánto se arriesgan. Es su prestigio y fortuna. ¿Entenderás, hombre?»
Despertar del “Nuevo Mundo” en braguetas del Almirante
Sucedió que el evento descubridor, definió
lo exitoso del viaje y basados en el desconocimiento absoluto de las tierras
descubiertas por los ojos occidentales y cristianos, ya estaban siendo
concebidas como un Mundo Nuevo, todavía adimensional e inconmensurable. De
donde fueron acariciadas de inmediato para bautizarlo con el nombre de “Nuevo Mundo” (Mondus
Novus) Cristóbal Colón, de olfato fino y selectivo, tuvo la impresión de
inmediato que en lugar de tocar tierra firme; había pisado un nido movedizo
repleto de seres argólicos y basiliscos ígneos, todos encrespados y envidiosos
por su triunfo ineludible. Porque antes de iniciar la gesta marina este
advirtió en buena parte de aquellos rostros, gestos y miríadas de expresiones
que, como lenguas de fuego, lo envolvieron desde las calzas hasta la capucha
del albornoz. Y también, tales sensaciones le asaltaron mucho tiempo antes,
porque las ojeadas filosas de letalidad pagana semejantes a las de la chusma lumpen de tabernas y lupanares;
incluyendo a los morones circundantes en el circo trágico, le cercaron zafias
como al Redentor ya en sus finales de aquella tarde umbrosa, desplegada con
furias y tormentas sobre el Gólgota.
Porque esas heridas proveyeron de modo igual
las acechantes bardas de la corona. El de aquel estatus real fulgurante como
las llamas agrias en el lado hendido del Khristó
(le dirían los griegos) por la injusta lanzada de remate que le encajó
Longinos. Después, sobrevino la humillación burlona de la esponja empapada de
vinagre y no de agua. Es que el acontecimiento increíble que provocó Colón con
su aventura, abofeteó a los eruditos, tontos de capirotes; los siempre
payasos incrédulos de la cúpula real y a
la radiante burguesía a veces soñolienta y soberbia de las Cortes todas, aun no
advertida de despertar, incluyendo en el resto de las plazas europeas.
Pero no a los avispados comerciantes y
banqueros sefarditas mecenas de la aventura colombina, siempre atentos de los
remolinos de sus dineros y fortunas. Valga, que no a todos alcanzó el reparto
pródigo de aquellos resplandores que para algunos lelos, eran sordideces
baratas. Fernando por su parte, permaneció petrificado, quizás roñoso con la
gloria triunfal del favorito (o 'preferido') de la reina Isabel.
Mientras que esta sonrió en sus adentros de una manera sutil y a la vez
extraña, invisible para el resto mortales expectantes.
Era del mismo modo que suelen y pueden
hacer los grandes. Sucedió que una parte de estos últimos, había abierto sus
bolsas a la nada deslumbrante prometida por el capitán foráneo, líder de
aquella expedición asombrosa. Un tipo, salido de no se sabe dónde (falso),
porque los judíos habían solicitado información a su gente en todos y cada uno
de los lugares, que Colón mencionó en la lista de sus posibles garantes.
Colón, como casi todos los navegantes y
cartógrafos del Medioevo contaban con diversas concepciones de las diferentes
Cartas de Navegación utilizadas como guías en aquel mundo físico conocido.
Tanto Platón como Aristóteles habían concebido el mundo heliocéntrico, con
planetas que giraban en órbitas circulares perfectas. Ptolomeo (siglo I, d.C)
discurrió la teoría del mundo geocéntrico, pero con órbitas planetarias
excéntricas. Ya se comenzaban a utilizar paralelos y meridianos, pero las
cartas del marino ofrecían distancias más cortas que las reales, luego las
Indias estarían más cerca. De ahí que la duración del viaje, por errores en los
mapas disponibles, pudo ser la causa del motín a bordo de la expedición. A
partir de las hazañas de este navegante, de inteligencia extrema, todo cambió
en las ciencias astronómicas y marinas.
Lo mejor de toda la trama de la saga
colombina consistió en que, la hazaña no tuvo parangón ante los ojos azorados
de los humanos aun inmersos en el mundo ptolemaico de órbitas asimétricas de
los planetas; ya pre asustado con el derrumbe de las teorías de las órbitas
circulares de los planetas, auspiciados por Platón y Aristóteles. Hasta que
apareció el polaco Nicolás Copérnico (Mikołaj Kopernikj) con su teoría
extraordinaria y no menos
peligrosa (por amenazas de enfrentarse al
enfrentar al clero oscurantista: "De
revolutionibus orbium coelestium” (Sobre las revoluciones de las
esferas celestes)
En una de las esquinas no vistas por los
curiosos y frívolos, solo Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena oraron en
el cenobio del monasterio franciscano de “La Rábida”,
donde rebozaron gracias con el corazón repleto de alegrías, por las buenas
nuevas de su mentado y protegido capitán, probablemente también paisano,
Cristóbal Colón.
―« ¡Alabada sea esta obra misericordiosa de
nuestro Jesús, El Redentor!» ―apuró gozoso Fray Juan y se
santiguó frente al altar.
―«Y también digo, con la gracia y permiso
del Señor, ¡por las bolas pródigas e inteligencia del tal visionario!
―acentuó, irónico, Fray Antonio y miró de reojo a su compañero de rezos.
―« ¿Te das cuenta, gañán —vertió con sonrisa ampulosa fray Juan, sin el
menor atisbo de insolencias— que nuestro
Señor envía al Reino un mensaje de grandeza futura?»
―«Es entender que la Grandeza en estos y en
otros tiempos espirituales, como sucedió cuando las Cruzadas; se expresa en el
idioma del Cielo que es tenue, elíptico, con sentencias y mandatos a veces
retorcidos, sin que sepamos la razón. Hoy, toda expresión o manifestación
divina se traduce al castellano en riquezas y en un inmenso Nuevo Mundo para la
gloria de España te digo, fray Antonio. Y, por favor, no me preguntes sobre lo
de “inmenso” Es que lo presiento. ¿Sabes?
―«Palabras del Señor»
—afirmaron ambos, al unísono. Y no pudieron ocultar una sonrisa de
satisfacción. Entonces, desde el estuario provino una brisa juguetona y todavía
fría, que bañó a ambos clérigos.
Y apuro el Antonio—, ¿Y qué tal si nos echamos una taza del "matabichos" ?
(
*) Aguardiente
fuerte de cáscaras de uvas, como vermífugo matinal
Tempestades de envidias y otras furias
Toda de celos desbordados y no todas
iguales. Tampoco extrañó que mezquindades tales, fueran el precio de la envidia
cotidiana inherentes cada tiempo. Y también, de pócimas venenosas físicas y
espirituales, goteantes en cada rellano. Donde le sitiaron con sonrisas; que le
abatían umbrías incesantes, entramados y armadijas indescifrables a fin de opacar glorias y famas, harto merecidas. Eran las 'Tres
Furias' de la Envidia, la Cólera y los Celos, despedazándose encolerizadas
allá, en sus nidos abismales. Siendo persona de sentir noble, Cristóbal Colón
no echó mano a comadrejas amigas, recomendadas por los nigromantes y otros
magos; para que devoraran a la totalidad de aquellos basiliscos enroscados
entre sus colas y lenguas bífidas. Tampoco este capitán, se armó de gallos
circuncidados en luna nueva, siquiera obliterados hasta al hálito máximo de sus
ancianidades ―la liturgia estipulaba que fuera a los 7 años―, para que con su
canto ronco, mataran de un susto a los basiliscos y gárgolas, que nunca dejaron
de ser animales fabulosos.
Pero el futuro "Almirante
de la Mar Océano", hizo esperas convencido de que chocaría
con otros monstruos semejantes a los descritos con la amabilidad habitual de
los atrapadores de alimañas y centellas en el "Bestiario"
de Pierre de Beauvais, allá por el 1206. Solo que por tratarse de humanos y no
de fábulas, no serían tan fáciles de eliminar.
Se trataba de los chulos morones de las áurea mediocritas ejemplarizadas después en
la obra sustancial de “El Hombre
Mediocre” del sapientísimo argentino, José Ingenieros y (née, Giuseppe Ingegnieri), en Palermo y
en “El Príncipe” de
Niccolò Machiavelli (Nicolás Maquiavelo). Homínidos frívolos, que siempre han
existido resplandecientes a la sombra de Cortes Reales. Aunque por lo general
decentes, no como aquellas babosadas moscovitas de antaño que en torrentes
ptialicos inundaron las Comisarías
(comunistas) Proletarias
Totalitaristas caribeñas, todas
indescriptibles, como son las timbas y saraos de toque tambores (a los que acuden
presuntuosos), los comunistas de hogaño.
Estas sombras últimas, crueles gobernadoras
de las horrorosas “Animal Farms” (Granja de
Animales) montadas por los bolcheviques
en la Cuba del 'no retorno al salvajismo’),
reeditando el modelo moscovita, ya
pronosticadas en 1948 por George Orwell (née, Eric Arthur Blair) Orwell; cuando
vaticinó como sería la Humanidad y el Mundo 30 años después (1 en su otra obra "1984",(tenido entre los 100
libros mejores del siglo XX) Si ese genocidio eugenésico de albatros inermes,
brotara de manos comunistas si la tal cáfila se apoderase de todo el planeta
Tierra. Orwell y sus predicciones, fue un autor bien conocido y fundamentado
(vivió y peleó en entrañas de ese engendro perverso, tal martiano azorado)
desde mediados del siglo XX.
Quizás el asombro no fuera para tanto, pero
la épica de Colón y su marinería alucinada; fulguró y conmocionó con su
universalidad sobre la del héroe local, como el poetizada en el "Mío Cid"
(Anónimo, de las gestas del caballero castellano Don Rodrigo Díaz de Vivar, de
todos conocido como el ya mítico, “Cid Campeador” Todo un
ente grandioso, en los inicios de trascendencia puramente doméstica, aunque
después universal. Sin embargo, a Colón tampoco le faltó el desdén de un
ingrato perfecto, si nos atenemos, según crónicas, por la forma en que se
manifestó el Rey Alfonso VI.
El “Mío Cid
Campeador”, intuyó que a su muerte y siendo un burgalés excelso,
descansaría en la Catedral de Burgos
y así fue. Pero Cristóbal Colón no era un "campidoctor",
tales decían las reglas; porque destreza que no poseía aún, como también le adornaba
al Cid y para su suerte, acaso por su edad
temprana, le faltaba un buen rato para estrujarse los huesos. De inmediato hubo
naciones del vecindario, sino todas las costeras, que se sintieron humilladas
por los éxitos de aquel Reino al que estimaban pobre y de segunda clase bajo la
bota jenízara, aunque se había
deshecho y librado de los ocupantes sarracenos porque en verdad lo era en la
primera asunción, pero también paradójica en la segunda.
Y eso sucedió desde que León y Castilla se
unieron y no dudaron en escanciaron sus arcas reales, tanto demando España en
aras de la hoguera liberadora de la ‘Guerra Santa’, para sacar de
Iberia a los musulmanes, esos
intrusos ocupantes, anclados en la península desde 711 hasta el año 1492, en
que Colón partió con rumbo al oeste, el punto de realismo mágico del cubano,
Alejo Carpentier, en su obra, "El Siglo de
las Luces" con cuyos
portentos anunciados, ya liberada la mente humana, y avanzar hacia un objetivo
con el cual soñaban los predestinados de todos los tiempos.
Unos ‘Buques de Calaveras Fantasmas’
Resultó inevitable que los hombres de la
Europa medieval, cansados de sus infructuosas luchas intestinas, pensaran en el
mejor y más provechoso modo de arriesgar sus vidas. A la carrera, los vecinos
testigos sórdidos del aquelarre verbenero que les despabiló del aburrimiento. Y
para combatir el hastió de hacer dinero, el contante y sonante en oro comercial
endurecido; el de los negocios; fundaron empresas marítimas y comerciales,
algunas diseñadas bajo y con las características de verdaderos buques fantasmas.
Wagnerianos.
Sus
fines, apuntaban a arrancar su tajada cubriendo todas las formas in vigor, de
las eventualmente denominadas, Indias Occidentales. Y en verdad, en nombre de
la incivilización de esos mundos salvajes, enseñarles a vivir civilizadamente y
trabajar, aunque fuera a sus disgustos. La motivación descansaba en la
consecuente evangelización de los vecinos de la mar allende. Con el
descubrimiento de aquellas Indias (todavía los eruditos, no se daban por
convencidos acerca de las aun fementidas, riveras y tierras de “Catay”
(China) y “Cipango”
(Japón), además del resto de la India real.
«Es descifrar la suavidad de aquella dulzura, con la que el sándalo
perfuma al hacha que le hiere»
De Cristóbal Colón un bardo, cortesano real dijo:
"Este hombre logró que los Imperios de
la Ilusión y Desilusión, descrito tanto por eruditos celestiales como
dantescos, dieran paso franco a la Razón y Luces del Entendimiento"
Mostrado la rareza en aquellos tiempos,
cuando casi todos eran aviesos, dio la impresión de un emprendedor prístino y
experimentado marino; el trust de los peajes árabes en el Medio Oriente, la
ruta al Asia; dejaría de ser llave oprobiosa del cinturón de castidad europeo
en manos de sarracenos infieles,
enemigos de la Cristiandad, Perdón, Caridad y Misericordia. Los florecientes
mercados de la seda, sándalo, perlas, perfumes, lana, lino, vidrio, coral,
laca, marfil y ámbar, marchaba a todo tren. Pero resultaban insostenibles el
peaje árabe, mongol, chinos además de los bandidos y las coimas exigidas por
los delincuentes acechantes —como güijes
dueños de los caminos norafricanos y del Medio Oriente― al impecable estilo de
las mafias marsellesas.
Luego, se evidenció que tanto el paso franco a
las caravanas, fuese por tierra o por mar, siguiendo las Rutas de la Seda era
peligroso y anti-económico. Es que a Europa se le dificultaba obtener algo tan
valioso como los artículos y mercancías suntuarias tan caras y deleitosas, al
gusto de los ricos e industriales, nobles y burgueses. Porque la conservación
de los alimentos no aptos de salar, entre otras necesidades comerciales,
industriales, domésticas, medicinales y culinarias, eran críticas. Dado que la
preservación "en seco y sin frío" de los víveres, dependía de un
mercado y fuentes lejanas unos productos aromáticos para dar sabor, olor y
colores raros. Ese y no otro, fue el objetivo primario y principal encubierto
de Colón y los Reyes Católicos ―en el buen decir "de
Colón e Isabel"― al poner en marcha sus ansiados planes de alcanzar Indias.
Lo del interés por los metales y piedras
preciosas, se desprendió como savia natural de la imaginación acaparadora de la
avaricia humana, no en balde un pecado capital. Sucede que una pujante
burguesía se dio cuenta del descubrimiento e inició febrilmente unas
actividades singulares. Sucedió de manera paralela que en la biblioteca del “Topolchiansky Zamok” (Castillo de los
Topoles), situado en el pueblito eslovaco
homónimo.
Pero
mejor fue las visitas caudales a la Sala Turca repleta de alfanjes y cimitarras
y otras artes de la guerra. De cuando los moros impregnaron Europa de sus cosas
raras. También el tapizado de cuando los sarracenos
colectaban muchachas blancas “…para
limpiar sus serrallos de hembras feas” decían gozosos, “porque las querían
todas con ojos azules y cabellos rojos” No tanto por el nombre que le suponía
lo que no era, esa la tierra de “La balada de Jánošik” (el Robin Hood, eslovaco, tan cercano con sus
flechas al cruce de caminos en Nitra y la capital Bratislava, a orillas del Dunaj (Danubio)
Allí, justo al final de Medioevo, en ese
castillo, unos monjes cartujanos escudriñaban acuciosos y plenos de ansiedad,
viejos manuscritos, mapas y cartas de viaje dibujados en pieles u otros
mapeados sobre raros pergaminos con base en texturas fibrosas de “cáñamo índico”,
por manos y sapiencias de marinos turcos los unos o portugueses, vikingos y
otros sin nacionalidad conocida, apenas garabateados o escritos en lenguas
diversas. Donde se hablaba de sitios comunes coincidentes, al menos en fonéticas diversas, acerca… “de las cuales, los curas del monasterio
sabían mucho” decían los vecinos,... “unas
tierras exóticas hacia el poniente sudoccidental, llamadas, “Antillas”
Isabel, una reina de sentir glamoroso
En abril de 1493, una encantadora Isabel
ungida con aromas de rosas y de sus últimos perfumes, envuelta en insinuantes
orgullos reales, urdiembres y tramas de terciopelos ya gastados ―detonantes
bajo la mirada severa de un Fernando, sospechoso de celos― vio retornar
triunfante al héroe silente, su “Caballero de Alatriste”, al que nombraba así
entre sus Ayuda de Cámara de mayor
confianza, al cual un sin número de enemigos y envidiosos abiertos o
encubiertos, daban por desaparecido.
―«Don
Cristóbal ―dijo la reina,
apuntando al hombre íntegro que tenía ante sí, inclinado, rodilla en tierra―. Usted ha sido hábil e inteligente. Además de osado
insistir al reino sobre y por su aventura hoy triunfante. Y en especial, por desafiar tan gentil y caballerosamente
a todos los eruditos y rectores en la interpretación de las ciencias
teológicas. Usted no dudó en defender sus puntos de vista. Casi, pretendo
decirle, que ha desafiado la Santa Inquisición que, nuestros reinos y toda la
cristiandad, apoyan»
Colón se sorprendió con el entrante de la
Reina el que como los fiambres y la venganza, en cualquier tiempo, se pueden
servir fríos. Él, esperaba lo natural, halagos y felicitaciones, de aquel
hervidero de sañas, y que apuntan crónicas, nunca le llegaron. Entonces hubo un intervalo en el que, ya
siendo Almirante por derecho real,
se permitió lo atrevido: ponerse en pie, sin genuflexiones ni oropeles, ante
los mismos Reyes de España, sin que estos le permitieran, según el protocolo.
El marino, seguro de sí mismo, se aventuró en adelantarse más allá.
―«Cierto, Su Majestad. Lo que he intentado
y resuelto de unas y por todas, es ensanchar un Mundo que trasciende más allá
de Europa y Asia. Los hay que han intentado compararme con la segunda llegada
de Cristo, y los he rechazado por anatemáticos. Baste eso que ahora digo, su
Altísima Majestad. Acepte, por favor, mis humildes acciones, en el bien del
Cristianismo. Recién ahora que hemos echado de España a los moros y reavivado
la fe cristiana hasta el lugar donde le corresponde. ¿Cierto, o no, sus
Majestades?»
Isabel miró fijamente a Fernando, quizás en
búsqueda de una aprobación comprometedora. Este, dio una respuesta esquiva.
―«Cierto, Señor Colón —el
marino elevó su mirada firme hacia el soberano. Y éste rectificó—. Claro Señor Almirante de la Mar Océano y Virrey de
Indias, no hemos olvidado las promesas
que le hicimos a Usted la Reina y yo presente, al partir hacia el Oeste en
busca de las Indias.... o lo que encuentre por esos lares.
Corrían los tiempos, en que los resultados
de las expediciones a tierras desconocidas ―ahora ultramarinas por el karma
colombino―; conducían a denominar estas posiciones americanas como apuntó el
Controlador Real,
..."son las nuevas tierras
descubiertas adquiridas como posesiones en nombre, por y para el reino de sus
Majestades Fernando Segundo de Aragón e Isabel Primero de Castilla, por la
gracia de Dios, los Reyes Católicos de
España"
Un arlequín
palaciego, adamado y ansioso, hizo un gesto con el índice y el pulgar. Tal como
se acostumbra en cuestiones de dineros. Un monje, que les observaba le respondió con otro peor y amenazante (con las torturas de Torquemada, "el Desalmado") de
regaños y sañas.
La saga continúa.
© Lionel Lejardi. Octubre
12, 2008
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