lunes, 23 de octubre de 2017

1 El Descubrimiento. "Aus der Neuen Welt" i/v

1 El Descubrimiento. "Aus der Neuen Welt"
i/v
Se cumplen 60 años de dictadura comunista en Cuba

De la miniserie "El Descubrimiento" 
(Trata en versión libre, sobre hechos reales)
    
“Un Asunto Español”

Isabel, la española que cambió al Mundo

“Tanto monta, monta tanto,
 Isabel, como Fernando”
(Lema en el Escudo de los
'Reyes Católicos de España')

"Saca" de un Hombre, aún sin Nombre
Quizás el intríngulis fue a la inversa, si los eventos fueron cuasi simultáneos. Sería la negación de la negación adjuntada a la semántica del filósofo y lógico norteamericano, Saul Aaron Kripke. Tal vez mentor de una semítica candorosa, además de casi inabordable para el humano común pos medioevo. Es que ello significó un tropel de eventos imparables en busca de verdades y conocimientos para una parte sensitiva de los proyectos inmersos en la ya avanzada la época moderna. Decir, en lo científico, comercial, estratégico, político y religioso; vista a todas luces bajo consideraciones de sus cambios imparables en las hacia una ingente industrialización de carácter mundial. Bajo y atendiendo a la lógica matemática, quizás a 'pescozones se diría' imbricada esta y después con la otra historia dejada y bien puesta con el huevo colombino, equilibrado a la perfección por Cristóbal Colón y sus marinos. Ello, sin que con las veras asequibles a nuestras manos y razones, podamos constatar la total y única verdad en ciernes. Aún cuando abordamos el tema filosófico desde la misma trama de vidas paralelas, en lo concerniente a Isabel deslumbrada por un marino, a más que experimentado capitán, llamado Cristóbal Colón. Tanto como su prolífica interrelación social, empresarial y afectiva con sus mecenas definitivos; los reyes más tarde (1496) dignificados por el popularísimo Papa Alejandro VI, en calidad de los "Reyes Católicos de España"; Isabel I de Castilla y su consorte Fernando II de Aragón. Registrados en los anales como vencedores del califa morisco del entonces Reino Nazarí y sus ejércitos ocupantes del Reino de Granada. 


IsabellaofCastile03.jpg
Isabel I "la Católica"
 Autor anónimo (Circa, 1490)
   Museo Nacional del Prado,
 MadridEspaña
(Cortesía de wiki)
De donde deslumbraron oscuridades y clarividencias acerca de la identidad real y patria chica de este fabuloso marino, aun en facetas apartadas o al final entrelazadas a veces con intrigas y vaivenes de la corte española y sus integrantes, los Poderosos y Grandes de España. Todos cuadros de la nobleza, militares, religiosos y el resto del tejido palaciego; los cuales per se, constituyeron elementos consustanciales del destacado personaje. La controversia se desdobló acerca de la probable identidad fisonómica, ancestros, linaje, nombre y lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. El marino indiscutible, quien resultó premiado por los reyes de España, Isabel y Fernando, como "Almirante de la Mar Océano y Virrey de Indias" Todo el laberinto que pudiera ser visto en lo ideal, dentro de la justeza de una auténtica rigidez histórica. 

Sin embargo, la propia Historia reflejada y que por lo demás acusa un siempre presente cúmulo de supuestos e imprecisiones palmarias. Ello nos impele a atenernos a siglos de discrepancia absoluta entre los países que reclaman para sí la progenitura y que sí, también, nos despierta la curiosidad humana. Es optar, más que decidir por una dicotomía entre en el personaje como individuo, apartada del lugar de origen, lo cual al parecer es lo interesante, por chauvinismo simple o tal vez bordeando orillas de un supra nacionalismo, finalmente jingoista y conquistador. Siempre complicado en el análisis histórico deseado en lo posible a lo más justo y sereno. Es determinar la mejor reseña entre las versiones circulantes bajo la lupa de eruditos analistas, historiadores, políticos, etnólogos, sociólogos y el resto de los estudiosos interesados en cuestiones de índole históricas. 

Tanto el nombre real como la fecha y lugar de nacimiento de ese ente-símbolo a quien hoy conocemos con el nombre de “Cristóbal Colón”, sean irrelevantes para la raza humana, en general y sin distingos. Para los neófitos en los aspectos de la investigación de los ancestros, es suponer, que bastaría una orden a cada cancillería o jerarquía religiosa judeo-cristiana, tenidas a la mano; a fin de hurgar en sus libros de asientos natales y defunciones, la posible existencia de información la cual conformaría la definitiva “partida de nacimiento” de este destacado e inigualable marino explorador, además soñador por excelencia. 
                                                                                                          
Decimos judeo-cristiana, porque el resto de las religiones que puedan mantener algún tipo de récords de sus feligreses, digamos, islamistas, hindúes, budistas, taoístas y otras no bien conocidas; incluyendo el resto de las religiones reconocidas a nivel mundial en otros continentes. Mas, cuando son múltiples los calendarios, mediciones de tiempo y espacios cronológicos de historiadores, narradores, astrólogos, magos. Incluyendo, hechiceros, cartománticos, nigromantes, adivinos, brujos, futuristas, lectores de caracoles, semillas, hojas de té, entrañas y heces de animales. Entre otros divertimentos a la vista, olfato, degustación de "personas entendidas y creyentes sanos de criptografías, esoterismos u ocultismo" propias de cada época y lugar. Porque hasta donde sabemos, a veces, estos registros pueden estar cerrados a cal y cantos; quizás por razones varias; generalmente secretas, a fin de preservar ciertos misterios, tabúes religiosos, históricos o de otra naturaleza. 

Sin embargo, una de esas líneas ancestrales conduce y destaca; como en otras ocasiones varias, el nombre de Salvador Fernández Zarco. Este personaje queda identificado como el arquetipo de un cripto judío, el cual inicialmente apareció censado como de origen portugués. Otras versiones, señalan a un hombre de habla catalana, con ascendencia ibicenca (de las Baleares) Son diversos los lugares y países que se postulan en calidad de la patria chica de Colón. Salvador de Madariaga, lo advierte como hijo de una familia sefardita ya conversa desde generaciones anteriores, el cual escapó de España y se refugió en Génova. Suponer que quizás por ahí, se va en línea directa hacia la versión o cosa genovesa.

File:Escudo de armas de los reyes Católicos.svg
Reyes de España, 
Isabel I y Fernando II
con blasón y atributos
(Cortesía de wiki)
Hasta ahora, el nombre de Cristóbal Colón (es el nombre adjudicado en español), en cualquiera de sus formas e idiomas, se ha mantenido igual desde siempre y así ha sido aceptado por todos. Otra cosa es hurgar acerca de las etnias que concurrieron en los componentes del melting pot natal. Los más aviesos, tejen sobre Zarco un léxico múltiple (quizás políglota reducido como es en buena parte de los marinos, con sus deficiencias lógicas por no ser la materna y otras contaminaciones lingüísticas), dado que era obvio que no hablaba ni el italiano (como se infiere) ni el portugués y con deficiencias descubiertas al escribir el castellano y, sin embargo, habilidades en otras lenguas. 

Además, se le sentencia con el hábito marcado de redactar de derecha a izquierda como los judíos, árabes y los orientales, y viceversa, por señalar una de las singularidades que le han atribuido, de acuerdo a la anatomía de su personalidad. Mejor, dejemos el nombre que en el español hermoso y puntiagudo en sus terminaciones, que hablamos serenos en grandes territorios de Centro y Sud América en la actualidad, el cual y por suerte, se castellaniza cuidadosamente desde la península Ibérica.

¿Conocía Xpo Ferens las tierras que deseaba descubrir?
Claro que, dejando la “colomba” en su jaula, cada cual y nación lo reclama como uno de los suyos; de donde ello lo hace parecer oriundo de tres, cuatro o más sitios o lados diferentes del melting pot europeo.  Xpo Ferens

Amén de la genealogía difundida y dada por buena, como de ascendencia genovesa, un aspecto apoyado por buena parte de los historiadores. Un manto de tinieblas yace sobre aspectos intrínsecos, personales y sociales  de tan significativo hacedor de la Historia contemporánea. Y más, son las obras sobre su conexión noruega que lo llevó a Islandia y de ahí a no se sabe dónde, o quizás hacia las crónicas o leyendas que lo rastrearon navegando hasta la Península de Labrador (Canadá), colgado en naves vikingas. Cuyos tripulantes, por cierto, eran bien afamados como navegantes y entre los marinos más diestros de la época, en los mares embravecidos. También sería práctico el considerar que cada versión sobre tan famoso "paladín mundial", por cierto un probado navegante de elevada prosapia; lo cual es de tan admirable cooperación con los astronautas modernos, todo lo cual drena en un sólo e inconfundible personaje: Cristóbal, castellanizado.

Evidencias inclinan a suponer que el marino cambió lo de italiano “Cristoforo Colombo”, algo así en español como “Cristóbal Palomo” (o latín, Christophorus Columbus), tal hacen hoy infinidad de extranjeros cuando se establecen o naturalizan en el país que los acogen o aceptan en calidad de residentes legales. Cambian, recortan o/y contraen la fonética y ortografía de sus apellidos por razones varias, entre ellas la facilidad de la romanización de su escritura. Ver caso insólito, como otros tantos, de nombres y apellidos europeos expresados en alfabeto cirílico. 

Claro que en aquellos tiempos, salvo excepciones o nombradías destacadas, tales aspectos no eran muy significativos. Ello es para diluir conexiones vergonzosas por su origen vulgar o cambiar la etimología del apellido no caucásico, germánico u otro, y en consecuencia, el marino optó por el simple patronímico de un Cristóbal Colón españolizado. En algunas de sus firmas aparece una adición, “Xpo Ferens”, o sea, “portador de Cristo”, que es la connotación del nombre “Cristóbal”

¿Y por qué esa aparente y hasta orgullosa castellanización del nombre? Admitamos que España no era en lo justo como el espejo a considerar tal cuna de eruditos, aunque lo fue antes y después en buena medida; de sabios, genios de las artes, científicos, matemáticos, astrónomos, astrólogos, ciencias puras, etc. Tampoco Colón requería de la lengua, estilo o un teórico ‘spanish way of life’ en la búsqueda de patrocinadores dado que él disponía de las credenciales requeridas, su inteligencia y habilidades de marino, ni porque finalmente advirtiera que serían los iberos quienes le apoyan, puesto que tal aventura era abordable, por lo general, sólo por los ricos, nobles, eruditos de corte, comerciantes o banqueros. 

Esta es otra de las incógnitas que han envuelto al después Gran Almirante de la Mar Océano y, en su favor, corcel favorito de la reina Isabel I de Castilla. También extraña la no mención del origen de su padre en los papeles y escritos legados a los narradores, por sus hijos. Juan II, el rey de Portugal y padre de Isabel I, le tenía deferencia en el trato y se escribía con el marino; lo cual da a entender que Colón no era tampoco de ese tipo de charlatán sin linaje, con la cabeza llena de sueños. Porque de las relaciones portuguesas y el tiempo que vivió en Portugal muestran también ciertas incógnitas, acerca de una expedición portuguesa, indican ciertos anales, salida años antes y arrastrada hasta las Antillas. O la historia de aquel otro náufrago portugués arrastrado desde el Golfo de Guinea hasta las mencionadas Antillas.

Rumbo a Francia
Colón deambuló entre reyes y príncipes en busca de apoyo financiero, político o socios empresariales, por lo que fue a parar donde el delfín y a Inglaterra, por la boca del Támesis. Cierto es que los preámbulos definitivos de aquel juego aventurero, se dibujaron nítidos; cuando desalentado en enero de 1492 debido a la falta de acogimiento inmediato de sus planes; ya fuese por causas económicas o simple ignorancia de lo que históricamente estaba sucediendo en los reinos de España, entonces enfrascados a todo pulso gallardamente, en las guerras moriscas, a fin de unificar aquel conjunto de sus reinos de lenguas heterogéneas. Así, el navegante cargando a cuestas su desilusión durante dos años; hizo sus valijas y partió de manera abrupta rumbo a Francia; mientras que su hermano Bartolomé Colón lo hizo en dirección a la corte inglesa. Pero un hecho pronosticado pero sin data, se precipitó a inicios de enero de 1492

Deprimido, experimentaba ansias de entrevistarse con el frágil de salud, rey de Francia Carlos VIII, “El Afable”, también Rey de Nápoles. Iba cargado de los mismos proyectos que nadie le atendía por razones varias o ni se daban por enterados, en concreto. La envidia, falta de visión o ignorancia de los poderosos, eruditos u oscuros cachos y clamores de carpinteros de ribera, no les hacía entender lo que ese hombre les mostraba entre sus manos. Al final, ni Juan II ni el célebre Duque de Medina-Sidonia, ni tan siquiera sus Serenisimas Majestades los Reyes Católicos, de España; terminaban por apoyarlo en firme con los fondos necesarios, salvo el repletarlo con promesas a cumplir en el futuro, “hasta después de la "expulsión de los moros" y creyentes ideológicos sarracenos europeos, de cada territorio ocupado por la ya insoportable y tenida por anti cultura, islamista, tan ajena  a todo lo occidental" le había expresado la Reina Isabel, esperanzada.

La Reina, juega pro tempore, con la akronía colombina
Porque desde antes, la reina Isabel I entendió además por desmedidas, las pretensiones del marino, plasmadas por escrito en las “Capitulaciones de Santa Fe” Un contrato donde recibiría concesiones y honores nunca antes ofrecidos a un extranjero. Sin embargo y sorpresivamente para Colón, la reina lo puso a dormir con un estipendio anual que le garantizara la subsistencia a él junto con su familia, si permanencia en España. Así, de manera inesperada, el 12 de mayo de 1489, la reina emitió un decreto. La reina avanzó mucho más, cuando por medio de sus tesoreros, pudientes y otros, especialmente aquellos habitantes prominentes de la zona de Huelva, la encomienda que fueran “proveyendo a Don Cristóbal Colón de todo aquello que necesitare” 

Para el marino no pasó por alto que algo, se estaba cocinando en las alturas. También la reina compró propiedades inmuebles, para tener la posibilidad que en nombre de la corona, sus fieles pudieran concertar empréstitos, en especial el judío converso y tesorero real, Luis de Santángel, quien dotó a Colón de 2,500 escudos de oro para el fondo destinado a armar su expedición.

De ahí que la leyenda acerca de las famosas 'joyas' de la Reina Isabel, entregadas a los banqueros como garantía de la financiación del viaje; lo cual nunca había sido posible, dado que las mismas ya estaban empeñadas a fin de obtener apremios y recursos para finalizar las guerras moriscas. Al fin, a la aventura de Colón se les unieron los hermanos Pinzón y otros marinos destacados de la región. Resultó notorio que, por otra parte, personas influyentes de las clases altas, caracterizadas por ser judíos de ascendencia aunque conversos al catolicismo, aunaron opiniones y esfuerzos en convencer a Isabel de activar “el negocio de la expedición a Indias” Quizás también, porque Isabel, al parecer, estaba dotada de premoniciones favorables respecto a los proyectos colombinos.

Ello nunca se supo, excepto por la intuición femenina que en aquellos tiempos, casi siempre se observaba omnipresente en los hechos históricos relevantes. Porque también sus mecenas futuros, echaron a andar sus sabuesos y doctos, para saber cuánto tenía la empresa de ensoñación y realidad o idiotez.

Santa María de la Rábida, en Huelva
Este bache económico y en especial el espiritual, fue salvado por la atención personal que le brindaron los franciscanos del Monasterio de Santa María de la Rábida en Huelva, donde el Tinto y Odiel se abrazan. Los monjes, les dieron posada y aliento (1491-1492) a él y a su hijo Diego. La Rábida, se destacó para siempre por haber sido el lugar donde Colón fue acogido y entendido por sus anfitriones, todos lucidos en las cosas marinas; así como el sitio donde este capitán reafirmó y estudió libros eruditos, cuyas lenguas aprendió como autodidacta y sin abandonar sus sueños y proyectos de la gran expedición, en espera de fondos. Fondos evidentes para su confortar sus inteligencia y picardías monetarias, pero avaros en las bolsas de los banqueros que los crearon, maravedí a maravedí. Desanimado, ya en plena marcha hacia la nada de esas cortes más friolentas, en la incertidumbre del reino al norte de España, Francia. Colón fue interceptado sorpresivamente en el camino por un emisario de la Corte española, quien lo alcanzó portando un cálido llamado de Isabel.

La reina, clamaba por su delfín para rediscutir en firme sus planes de alcanzar las Indias; tomando el rumbo marítimo contrario al de las centenarias caravanas terrestres o las peligrosas rutas marítimas, cuajadas de corrientes, piratas y de tifones asesinos. Viajarían, en lugar de hacia el Este, donde el sol poniente por el Oeste, donde las noches eternas. Es que también la razón principal del llamado real fue porque desde enero de 1492, a glosas de victoria, los españoles ya habían derrotado y expulsado finalmente; y de manera magistral; a los islamistas por ser ocupantes extranjeros del español  ”Al-Andalúz  y otras tierras iberas, durante casi siete siglos.

El motivo principal o pretexto, al parecer y peor, fue que el decreto de expulsión de los sefarditas, acción que en visión de ciertas fuentes no se materializó bajo ribetes religiosos, sino por “marugas”, al no pagar los impuestos reales a esa denominación. Dicho evento histórico, posibilitó más tarde a los reyes de España atender con mayor sosiego, las intrincadas ideas del apasionado capitán y excelente cartógrafo.

Isabel clama por su tesorero
Cuentan que la reina llamó al tesorero real, Luis Santángel (o Santander) bautizado judío, quien sabía de cada ducado, real o maravedí yacente en el tesoro real. Y se dice que Isabel sólo disponía de sus joyas (falso, porque ya estaban empeñadas) para financiar la empresa dado que las arcas se mostraban exhaustas por las guerras moriscas, por lo que dichas joyas terminaron en garantía de los banqueros sefarditas. Estimados de varios tipos se efectuaron a posteriori, a manera de cuantificación del costo monetario de las hazañas colombinas. Uno de los tantos, quizás del propio Santángel, arrojó un costo total (aproximado) al cambio actual, de unos $ 640,000 (USD) De ello, Colon quedaría exento por su carencia absoluta de bienes y capital, y porque la ayuda provino de la bolsa de Santángel y préstamos de esos mismos banqueros sefarditas, los cuales estaban siendo expulsados de España, si no se convertían al cristianismo. ¿Serían las nuevas tierras prometidas, las Bíblicas de Promisión?

Si los Reyes Católicos sopesaron o no esta variante de un chantaje rosa a los sefarditas, solicitandoles fondos; la historia obvió o volvió la página de los entretelones del asunto, dado que con la realidad del descubrimiento de las nuevas tierras, todos, deudores y acreedores quedarían saciados y contentos. La concertación de voluntades, no exenta de resquemores, prosperó. En el momento del llamado a Colón por parte de la reina eran buenos los augurios, con el ensanchamiento de reino español. La grandiosa idea de Isabel I de convertirse en la encargada de cristianizar el Asia, que ya comenzaba a tomar forma con las propuestas tan subyugadoras del marino. Colón entendió que su novela aventurera, no era de fácil digestión en aquel mundo de supersticiones y fantasmas, como después, fueron los caprichos goyescos.

El marino daba al traste con siglos de un mundo imaginado bajo los preceptos de Platón, Ptoloméo y toda una pléyade de mentes claras ufanadas en mostrar los desconocido y necesario a la Humanidad, todavía encerrada en el Mare Nostrum. No fue casual, que por ahí anduvieran siempre tras bambalinas; las siempre emprendedoras, retozonas, tintineantes, además de alertas, bolsas sefarditas. Porque los judíos, si no se las sabían todas, se las imaginaban a certeza plena. Luego, la primera cita de Colón con los Reyes de España se efectuó en 1486, el peor momento de la economía española. Los reyes, evitando que Colón se fuera a otro reino con sus proyectos, lo proveyeron con una anualidad de unos 12,000 maravedíes.

En 1489, lo habilitaron con documentos por los cuales cualquier municipalidad española estaba obligada a darle comida y alojamiento a él y sus acompañantes. Una abundante literatura de narraciones sobre viajes a tierras desconocidas y sorteando mares fabulosos, como "Las aventuras de Marco Polo por Catay (China) y Cipango (Japón)", las reflexiones del propio irlandés, el abate Brendan, las historias de los marinos por excelencia de la antigüedad: los fenicios y otros tantos, pudieron alentar a Colón a buscar rutas alternas hacia el Asia. Otro aspecto interesante de la personalidad de los grandes de la época pre y pos colombina, consistió en que las guerras moriscas marcaron un hito en la consolidación del prestigio y seriedad del Reino de España, como abanderado de la fe cristiana.

Según Paolo Toscanelli, es cierta la visión Erdfel de Behaim
Pareció después que el viaje comercial de Colón a Gran Bretaña e Islandia, siendo cartógrafo en Lisboa, fue el detonador. Sin embargo, su error o equivocación de suponer menor el diámetro de la tierra, sus millas marítimas lo encajarían en la misma América, Arabia o Portugal, o en lugar de Catay  (China), Indus (India) o Cipango (Japón) soñados. Pero por entonces, era cita obligada el repasar la versión de Toscanelli acerca de las palabras de Marco Polo. Porque la esfericidad de la Tierra era admitida por los eruditos, al no conocer que entre Europa e Indias se interponía la inmensa América. De ahí que cuando el erudito alemán, geógrafo, astrónomo y navegante Martín Behaim, fabricó su “Erdfel” (paradigma físico) como la “Manzana de la Tierra” basado en la cartografía de Paolo del Pozzo Toscanelli (era el prototipo único de un mapamundi o atlas esférico existen y disponible de aquella época) Sin embargo, este artilugio no podía ser considerado, su modelo, como representativo de la esfera terráquea con la América inmensa incluida e interpuesta, entre las costas europeas (paradójicamente orientales), vistas desde las riberas índicas, dado que todavía nuestro continente no había sido descubierto por Cristóbal Colón.

De ahí, los errores involuntarios al fijar las distancias, de Europa a Indias, navegando hacia el Oeste, no hacia el Este. Luego, Colón empleó todo cuanto encontró a mano que entendiera ser afín con sus proyectos, incluyendo el punto de llegada a Indias, sin otra parada que: nuestra América fabulosa. Aunque a regañadientes y con lentitud del caracol, las ideas que daban forma esferoidal a aquella Tierra plana del Medioevo, se abrían paso hasta el desborde completo con la vuelta de Colón en su viaje redondo. Aquella versión demencial sustentada por los oscurantistas, sabios o creyentes, Toscanelli coadyuvo a esclarecer en medio de aquel mar de confusiones, una idea esferoidal del planeta ‘con sus meridianos y paralelos’

Es curioso que un alemán, Martín Behaim, fabricara su modelo del globo terráqueo tal como era concebido por los eruditos de entonces, siguiendo lo reflejado en Mapamundi Multifacético propuesto en sus esquemas por Toscanelli. Este artefacto de uso geográfico se elaboró con una bola de lino laminada en dos partes, reforzada con madera y cubierta con un mapa pintado por Georg Glockendon. Se le denominó, el “Erdapfel” (Manzana de la Tierra) El artefacto, fue colocado en la sala de recepción del ayuntamiento de Nüremberg, hasta el comienzo del siglo XVI. Este mapamundi esférico, por supuesto, aunque fue fabricado en 1492, ya explicado, no incluyó a las Indias Occidentales. 

Decir, América, las Antillas ni las tierras de Oceanía, Australia, entre otras. Ello, porque Colón no retornó con sus sorprendentes descubrimientos, solo hasta marzo de 1493. No obstante, el marino supuso con buena luz, que sus teorías sobre la esfericidad de la Tierra le llevarían a  con la omnisciente diestra extendida de la Iglesia Católica y la siniestra de la recién estrenada Inquisición, a causa de sus disparidades científicas con las inevitables contradicciones bíblicas del Dogma.

Sin embargo, el mismo clero que mostró su poder inexorable al implantar la Santa Inquisición; que promovió la expulsión de España de los sefarditas (1492), lo apoyó, para sorpresa de sus contemporáneos, bailando a la batuta de Isabel y Fernando. Es que los monjes, los muy pícaros,  estaban al tanto, acerca de qué eran las disgregaciones del marino en sus planes. Luego, el controvertido viaje, apoyado a cuitas por el confesor de Isabel, se efectuó a puras calzas. Corriendo marzo de 1493 las velas colombinas retornaron hinchadas con la gloria que envolvía al héroe, su tripulación y la tesis, casi probada, de que la Tierra no era plana sino total, por lo menos, cuasi redonda. El éxito colombino saturó de brillos a España sus súbditos, universidades, Iglesia y a sus reyes inteligentes, resultando en expansión fabulosa para la cristiandad y fuente de avidez mercantil, hacia las riquezas soñadas en aquellas tierras exóticas.

El descubrimiento de las nuevas tierras (así les dio a los europeos por bautizar, como Indias Occidentales) permitió el desborde de las potencias europeas sobre el nuevo continente y con ello, la expansión de la libre empresa, colonización y el capitalismo. El enriquecimiento evidente disponible a la vista y tacto de todos los europeos, aun para aquellos sin fueros ni privilegios; fue utilizado además como la carnada clásica para la puesta en marcha del motor que impulsaría a los humanos, hacia el desarrollo del Nuevo Mundo. Tal como sucedió después con "La fiebre del oro" en la California de 1848 o la búsqueda de varios “EL Dorado” por tierras sudamericanas. El gancho funcionó a las mil maravillas considerando la recesión europea de entonces bajo una economía  raspando lo endémico.

Capitulaciones de Santa Fe
En términos de la más exquisita pulcritud mercantil, Cristóbal Colón era un ferviente apasionado de que se honraran todos acuerdos. Luego, este héroe contaba con que se respetara lo reflejado en los acuerdos tête-â-tête, concertados entre él y Sus Serenisimas Majestades Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los popularísimos “Reyes Católicos”  Se trataba nada menos que de los "Privilegios y prerrogativas otorgados a Cristóbal Colón por el Acta de Capitulaciones de Santa Fe, abril 30 de 1492". La letra, versaba respecto a los premios a recibir por las tierras por descubrir, como eran:

Recibir el diez por ciento de las riquezas, Título de Virrey de Indias, Gobernador, etc. entre otras mercedes y títulos.

Así meditó Colón, tal empresario típico, en los momentos de su retorno a Palos de Frontera (Huelva) de donde había partido en agosto 3 de 1492. El Navegante tuvo el cuidado que tales acuerdo tuvieran la forma de un “contrato” y no de una “merced” del toma y daca a la voluntad real.  El primero (el contrato) era un acuerdo irrevocable por una de las partes y de obligatorio cumplimiento para ambas, mientras que la segunda (la merced) sí era potestativa de los Reyes, el sostenerlas indefinidamente o simplemente revocarlas. 

El descubrimiento de América por empresarios al servicio de la corona española, se convirtió en un golpe geopolítico y teológico formidable, el para sorpresa de aquellos eruditos que despreciaban o tenidos a menos a los iberos; el triunfo de aquella reina Isabel; una casi desconocida como estadista e hija del rey Juan, resultó en un mazazo sin paralelo e inesperado, asestado por España primero al resto de las naciones de la Europa entera. Y después, con el efecto de un impacto científico (aunque circunstancial) del portento anunciado por España y sus anonado a todos y cada uno de  los otros reinos e imperios latentes, al menos conocidos entonces desde Asia hasta el borde (descubiertos después y bautizado) como el 'inmenso Pacífico', de lo cual no tenía nada.

La propagación de las buenas nuevas provenientes de una nación europea, que recién se había deshecho de los ocupantes musulmanes y los fanáticos seguidores de su fe, a los cuales expulsó definitivamente en 1492, reforzó el prestigio hegemónico de ese continente, en aspectos científicos, económicos, culturales, religiosos, militares y de otras categorías y realzó de una y por todas, el inmenso prestigio de los iberos frente al resto de las otras viejas civilizaciones. España y en específico, los reinos de Castilla y Aragón alegraron a las religiones judeocristianas, en especial, a la Iglesia Católica, apostólica y romana asentada en Roma. La preponderancia del papado vaticano, vaticinó un siglo XVI esplendoroso.

El Papa, voluntad capitalizadora del único mundo civilizado reconocido y ahora enaltecidos por las nuevas traídas de manos de aquel desconocido marino, que hablaba con acento peculiar, se tornó un vendaval civilizador para el Nuevo Mundo. Cristóbal Colón, hizo que las míticas cataratas infernales marcadoras del fin de La Tierra; conducentes al Infierno; se esfumarían bajo la realidad de la nueva ruta hacia la entonces "Indias" todavía supuesta parte del continente asiático. La ficción de fabulosos dragones y entes devoradores de marinos extraviados debería ser reinventada a las extraordinarias luces de un Renacentismo que ya tocaba puertas. Porque las maravillas traídas por Cristóbal Colón desde el Nuevo Mundo en este viaje y en los posteriores, transmutados de manera lírica en el fabuloso poema sinfónico "Aus der Neuen Welt" (Desde el Nuevo Mundo) del checo, Antonín Dvořák,  estremeciendo a toda la civilización occidental y al mundo judeo-cristiano en general, asomados a balcones del siglo XIX.

Este camino confiable por los siglos venideros, ya quedaba echado para siempre. Al retorno triunfal del Gran Almirante de la Mar Océano en sus maltrechas carabelas, heridas, con sus maderámenes ahora rechinantes y cargados de algas verdosas; parecían ansiosos de urgentes calafateos para enervar nuevamente en las nuevas y subyugantes aguas americanas. Así, aquellos veleros sus tripulaciones y capitanes valerosos, ahora ya convertidos en símbolos epopéyicos, serían vistos desde entonces como imágenes poéticas de entes majestuosos. Pero como es natural en estos casos, desde las grutas de la Europa Medieval, cuna zafia y envidiosa de los promotores del Oscurantismo vigente entonces, nunca perdonó al “Gran Almirante de la Mar Océano” y en especial a sus Reyes Católicos, que la despertara a los albores del Renacentismo.

Luego se hizo legendario aquello de "Tanto monta, monta tanto" lema inscrito en el escudo vencedor de Isabel I y Fernando II, después de expulsar de tierras españolas a los invasores islamistas, en enero de 1492. Solo unos meses a posteriori, los Reyes de España volvieron a sorprender a la Europa todavía atónita con la victoria española y alumbraron de nuevo al viejo continente; cuando las tres carabelas, La Santa María, La Pinta y La Niña, retornaron a España después de cumplir el  mandato dado a la expedición, bajo el comando de Cristóbal Colón, en busca de un camino más corto para llegar a "Indias" La expedición y las otras siguientes estuvieron integrada por el propio Colón, sus capitanes y tripulantes, tras  haber descubierto nuestra América en el primer intento, en la madrugada de octubre 12, 1492.

 La saga, continúa,

© Lionel Lejardi. Octubre, 2002
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Addendum
(1)      Tanto monta, abreviación de “tanto monta cortar como desatar”, es un mote heráldico. Su comienzo responde a una frase breve que constituía, sola o acompañada de la empresa —o figura heráldica—, una divisa alusiva a la persona que lo usaba y la cual utilizó Fernando II de Aragón llamado "el Católico" Cuya divisa personal consistía en la representación del nudo gordiano atado al yugo, cortado (que remitía a la anécdota de Alejandro Magno), acompañado del mote «tanto monta», que iniciaba la frase «tanto monta cortar como desatar», señalando que los medios utilizados para resolver un problema no son importantes, ante la solución de este. Pudo devenir en la frase clásica de “el fin, justifica los medios” frente a la "solución de este" Se presume, con probabilidad alta, que tal divisa le fue sugerida a Fernando II de Aragón por el gran humanista y filólogo sevillano, Antonio de Nebrija (wik) cuyo nombre es emblema de la Universidad actual homónima. Los jesuitas (quienes niegan utilizar medios inmorales) y se han defendido de que la frase se les haya atribuido en latín tal resa "cum finis est licitus, etiam media sunt licita" (Cuando el fin es lícito, también los medios son lícitos) Otros, que la escribió Napoleón en la contraportada de su libro, tras leer con fruición, "El Príncipe" de Nicolas Maquiavelo, mientras que otras fuente la tribuye a la obra, "Medulla Theologiae" (1650) 

Serás bienvenido a mis blogs alternos: 
EDC: 5207/ pág. 13/13


2 El Descubrimiento. "Briznas de aquel Octubre de 1492" ii/v

 2 El Descubrimiento. "Briznas de aquel Octubre de 1492"
ii/v
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“Un Asunto Español”

La "Bullæ Sacræ Cruciatæ Dilucidatio"
(Explicación de la "Bula de la Santa Cruzada")

"A gloria y loor de Dios todopoderoso y ensalçamiento de nuestra sancta fe catholica, nuestro muy santo padre Sixto IV por sus bulas otorgó a todos los fieles cristianos, varones y mugeres que para la santa guerra que se haze contra los moros de Granada enemigos de nuestra santa fe catholica, diere y pagare cierta quantía que cualquier confesor que eligiere, clérigo o religioso, les pueda otorgar plenaria remissión e indulgencia que comúnmente es llamada culpa y pena, de todos sus pecados entonces y en otro qualquier tiempo confessados, una vez en la vida y otra vez en el verdadero artículo de la muerte (In articulo mortis) ...", (conti.)

"Bula de la Santa Cruzada" vs. "Bula de la Santa Inquisición" 1
En esencia, siendo el año 1483 estalló una riña tónica pero educada, entre dos caracteres fuertes. Sin embargo, estando vigentes las reglas de los juegos filosóficos no sofistas (en la lucha de contrarios) tal era lo usual en las palestras públicas y privadas para dilucidar diferencias o antagonismos, con debates entre colegas. Ambos contendientes se ajustaron al nivel más alto, aunque átonos y respetuosos en un conversatorio ya personal e íntimo. Alejados de oídos extraños, por lo demás, innecesarios. El encuentro verbal, a instancia de entonces Reina de España, Isabel I, se suscitó entre dos prelados; el Papa Sixto IV y Fray Tomás de Torquemada. Este último, uno de los tres confesores de los reyes españoles (en especial, la Reina Isabel) A la sazón, Torquemada fungía en calidad de confesor personal de la Reina. Después en calidad de Primer Inquisidor General de España, inicialmente para el reino de Castilla y más tarde de modo igual, para el reino de Aragón, tierra de su consorte y primo. Valga que antes corrieron historias paralelas, durante y largo tiempo después de ese año afortunado, para el conjunto de tales personajes. Cotilleos enlazados todos, los cuales transformaron y trastocaron el orden de la lógica espiritual y mental ptolemaica entonces prevaleciente (claro que a regañadientes) en aquel Viejo Mundo europeo estancado y tenebroso; ya impregnado de un ‘pre Renacentismo’ inevitable cuajado y enraizado por siglos en trampas del Medioevo oscurantista.

Pensar en las todavía empobrecidas luces de sapiencia a causa de la persecución y aplastamiento del saber y los descubrimientos científicos bajo el Oscurantismo 2, victimario del desmoche cruento y por su rapacidad indiscriminada; de todo el saber acumulado y puesto hasta entonces al disfrute humano. Este prelado, Torquemada, ganó notoriedad en todo el mundo pos colombino; a causa de los crímenes, saqueos, torturas despiadadas, encarcelaciones, confiscaciones ilegales de bienes y patrimonios de aquellos infelices a quienes él y sus sicarios entogados destruyeron y ultimaron en hogueras asesinas, injustamente, bajo la egida de sus superiores cómplices: los Tribunales Eclesiásticos de la Santa Inquisición Un desastre social y humanista, con ayuda de todos esos tribunales apócrifos. Este personaje maligno, llevó a cabo sus inenarrables crímenes extrajudiciales, en nombre (falso) de la religión católica y la fe cristiana, siempre misericordiosa y redentora.

De modo igual, este fray fue precursor de la quema de libros, en particular en la destrucción de bibliotecas completas; tanto musulmanas (árabes) como de judíos-conversos al cristianismo, apuntan sus historiadores, de cuya congregación y religión descendía en línea directa. De modo igual, la oclusión y persecución despiadada de cada victoria del conocimiento, alcanzado desde los tiempos antiguos; donde florecieron cada una de las civilizaciones ya conocidas y las aún por conocer, tras los portentos de la imaginación isabelina y tanto de la lógica científica colombina tanto como sus logros desarrollados en cada rincón de la Tierra conocida por estar habitada, nombradas en su conjunto, "las Indias" a falta de otra narraciones. Atenas, Roma, Alejandría y otros tantos centros de la civilización judeo-cristiana como la indudable saga acrónica de los antiguos, revivieron y volvieron a florecer ensalzando las virtudes del hombre y sus filosofías diversas, que nos fueron legadas sin condición alguna.

Luego no resultaría increíble el manto de incertidumbres represivas que ciertos humanos equivocados desataron sobre la inteligencia y la avidez lectiva del hombre. Individuos deseosos con maldad de que los recuerdos luminosos fueran olvidados, renuentes a dar por ciertos los portentos logrados por la inteligencia y tenacidad cognoscitiva del ente humano, con los resultados isabelinos y colombinos, llaves evidentes e incontestables que empujaban a la Humanidad hacia fulgores inimaginables del Nuevo Mundo, un espectáculo repleto de asombros increíbles.

El Renacimiento
Se logró, casi con el soplo que hincho las velas colombinas, hacer que despertara la nueva época ya en ciernes, el “Renacimiento”. Y que la misma deviniera pivote sobre el cual oscilaría la revolución aterciopelada y sedosa de las artes y las joyas de la cultura humana; reverdeciendo con un copycat fabuloso los valores artísticos, éticos, culturales y de las técnicas incipientes del mundo antiguo, por decir, el grecolatino, hacia el de las máquinas precursoras de la “industrialización” La nueva luz de la creación humana, resulto incontrolable al sobrevendría sobre las virtudes de la inteligencia humana, opacados durante la "Época del Oscurantismo" medieval. Un bache humanista superado con la afirmación del hombre frente al ascetismo puritano del cristianismo original, ya extenuado y sin bases firmes por la opacidad despiadada de la inigualable espiritualidad y piedad cristiana, ante las masas populares.

Tales inoperancias ético-morales, yacían hasta entonces aterradas bajo la represión de una facción religiosa, seudo cristiana. Un modo de pensar anticristiano, obstruccionista para todos los historiadores decentes (que incluye una miríada de adjetivos trascendentales, hermosos del cristianismo original. Advertir, una grey completamente aherrojada por una cáfila de genios crueles de prosapia intolerante. Todo hasta después de transcurridos muchos días y noches tenebrosas, la luz se hizo nuevamente para todo el Orbe y lo oscurecido se tornó luminoso. Entonces fue que cada humano se reconoció, incluyendo la luz propia y que todo era bueno como cada cosa viva, bella y aun las feas. Cada cual se observó tal era con o sin pecados, en la realidad y no en un mundo virtual falso

A esa radiación mental del ‘atrévete a pensar” luminiscente del entorno, casi cuántica, dio paso a una nueva era que desde el segundo centro importante de la explosión literaria y filosófica central (París) la bautizaron como: Le Siècle des Lumières (Siglo de las Luces) donde brillaron por el simple razonamiento, desde el francés Montesquieu hasta el español, Jovellanos. En general, se trató de la época de “La Ilustración o Iluminación” y sus aperturas nuevas a la inteligencia, creatividad, libertad expresiva, que al final condujeron al exterminio de las sombras.
Christopher Columbus
(Cristóbal Colón)
"Virgen de los Navegantes''
(Oleo en madera de Alejo Fernández
(c. 1531-1537)
(Sala de los Almirantes
en Real Alcázar de Sevilla)

(Cortesía de wiki)

Entender que el mundo judeocristiano, base de nuestra civilización occidental actual; en la práctica terminaba con el oscurantismo y las supersticiones recién salía del Medioevo, con naciones tales restablecidas con fronteras firmes, imbricadas dentro de otras con fronteras, ciertas artificiales mientras que otras, no bien definidas y cambiantes en ocasiones; según los resultados de las batallas entre estados o principados de Europa, remanentes del oscurantismo. Tampoco, advertir que la invasión islamista de Europa cristiana, Eurasia, Noráfrica y los horrores obvios del mundo árabe (como sucede con todos los invasores); no fueron producto de la casualidad, dicha así a la servidumbre del medioevo que mantenía bajo una opresión temible, a grandes sectores territoriales del Sudeste y Centro europeo. Algunos de estos, sometidos más tarde al Imperio Otomano y sus ávidos antecesores pérsicos. Este imperio, casi medieval sumido en manos del fundamentalismo islamista, desapareció del mapa político mundial, con el estruendo del último cañonazo de la I Guerra Mundial.   

Y valga destacar que, por esta bula papal, denominada por el Vaticano como “Bula de La Santa Cruzada” (o de la Consolidación) y soltando diezmos en céntimos por parte de los menos afortunados, maravedíes por manos de los mejor dotados o nada de los completamente desposeídos; se alcanzaba la cédula clerical para garantizar la entrada al cielo o en su lugar, sin esta dispensa papal, el desliz posible hacia el Infierno.

La condición sine qua non era que la absolución de los pecados fuera efectiva, siempre y cuando todos aquellos fieles, mártires o guerreros divinos que nutrirían las fila de quienes en tropel abandonarían el mundo terrenal por el celestial, lo hicieran peleando contra los ‘moros’ (sarracenos) o sea, los árabes adscritos bajo varios tipos de denominaciones mahometanos, musulmanes y otras, fanáticos del Islam Fundamentalista. El mismo que hasta el tiempo presente fueron sus opresores, por lo tanto, infieles a los ojos del Cristianismo. También por una contrición simple o arrepentimiento, aunque tan absolutamente sincero y como genuino acto de arrepentimiento; la religión les tenía reservada gratis la dispensa para quienes la muerte les sorprendiera sin absolver este concierto, a veces demencial, de fidelidades.  

Los ‘moros’ —exceptuando sus eruditos en artes y ciencias—, eran ante los ojos de la civilización Judeo-Cristiana unos seres extraños en linaje, costumbres multiétnicas y fe religiosa; ya que todas esas singularidades eran de hecho susceptibles de ser sospechosas por sus atipicidades belicosas, de las cuales los españoles y el resto de Europa estaban hartos. De ahí razones de aquella época, por las cuales amplios estamentos de europeos cristianos de todas las restantes denominaciones (todavía no habían surgido los luteranos y otras sectas (denominaciones) agrupadas después como 'protestantes'  donde se congregaban parcelas populares diferentes, de enemigos espoleados por los musulmanes invasores, durante siglos, quienes repudiaban todo aquello que oliera a mahometismo.

Decir, las sharías, serrallos o harén de concubinas, sunna, velos, burkas, etc. como símbolos tenidos entonces por "civilizados" Tal fue la ‘limpieza y sanidad’ ideo-cultural puesta en marcha por aquel sector de la pujante Civilización Occidental, cuyos ejecutores; al menos de palabras y conceptos; no distinguieron las otras calidades técnico-científicas ya conocidas y activadas en ese mundillo islamista multitudinario. Tales fueron las matemáticas, química, ciencias varias, ajedrez, medicina, acero damasquino y todo aquello cultural, científico o científico que se les antojase como factores "repudiables" a la civilización judeo-cristiana. Visto desde el punto de vista contemporáneo. Tal modo de pensar devino en un colosal ‘error de bulto’ al considerar toda la herencia social sarracena, como un todo entrampado en el fundamentalismo religioso, lo cual no era así de turbio.

En ocasiones no pocas, ciertos grupos europeos se sentían marginados e inferiorizados ante bagaje cultural de los árabes y también; considerando los rezagos sociales de sus invasiones por el sur de la península Ibérica y el sudeste de Europa desde el siglo VIII. Intensificados más tarde con la caída de Constantinopla en 1453 bajo la invasión turca comandada por la dinastía Osmali, progenitora del Imperio Otomano. El mismo emporio imperialista deshecho en pedazos más adelante, por la poderosa coalición de Occidente en 1918, tras participar durante toda la I Guerra Mundial (IGM)

Ya los españoles, castellanos y gallegos (entre otros reinos y señoríos) se venían despellejando entre sí, a tenor de otros sectores enrolados sucesivos como soldados de fortuna en las huestes de Isabel I, la activa reina de Castilla, después de las otras guerras isabelinas: la Guerra de Sucesión Castellana (1479). Se trataba de los albores del cerco de la fortaleza y centro administrativo del Palacio de Alhambra’   (al-Ħamrā, "la Roja"; en Granada, Andalucía) a fin de deshacer las cadenas finales impuestas por los ocupantes árabes, clavados en el sur de España desde 711 d.C. Se trataba del último bastión sureño del reino moro de nazarí de Granada en la España continental. Sólo que la cuestión siguiente seria convencer a los celadores de las puertas divinas, acerca de a cuál de los recintos celestiales o peor, infernales, serian merecedores de ser enviados expeditos, por mentirosos, traidores y cobardes u otras culpas heréticas, gestadas por los colaboracionistas con los ocupantes árabes.

      —«No hay de qué preocuparse —tranquilizaba la reina Isabel a un sector de sus cortesanos, temerosos de que la papeleta celestial no les sirviera por alguna causa o, como si el incumplimiento del pago del lay off concertado con los representantes de Cristo u otros imponderables. Percatada de esa realidad, concluyó—: Dios es misericordioso, redentor y siempre estará a vuestro lado. Tener fe y repletar sus corazones, porque la fe mueve montañas»

Opciones papales de la ‘Tarima Gralte
En aquellos tiempos, no eran de riquezas espirituales muy variadas, respecto las opciones de entremeses ofrecidos en la tarima gralte de los designios apostólicos. Como autodefensa, no restó más que tomar otra vía y dar un salto temporal de seis siglos hacia delante, para constar que los nerds militares de ese pasado isabelino real, no estaban duchos en las jerigonzas de los juegos Dungeons y Dragons (Ergástulas y Dragones) popularizados después por un par de inteligentes, Gygax y Arneson. Luego, la cosa en los inicios de la Guerra por Granada, no estaba apta para acertijos virtuales en los cuales escaseaban los mosquetes y bombardas de asedio. Recordar que para entonces, España ya había logrado que el Reino Nazarí de Granada fuera un estado vasallo de los reyes españoles, y por lo tanto, obligado a pagar tributos a la Corona Ibérica (España) por el uso del bastión. Luego, las victorias debían ser alcanzadas limpiamente a fuerza de espadas, alabardas, picas y ballestas. Pero la cosa cambió para finales de la guerra con la introducción de una artillería moderna por parte de los aragoneses y el concurso de arqueros mercenarios ingleses al mando de Lord Scales y de otras naciones.

La disyuntiva guerrera, resultó una cosa muy diferente para el rey moro, Sultán del Emirato de Granada, Iberia: Abu `Abdallah Muhammad XII (conocido en el lenguajes entre los granadinos por la contracción de “Boabdil”, puesto que en su empeño defensivo, no contó con la esperada ayuda de sus colegas musulmanes asentados en los sultanatos de Fez (Marruecos), Tlemcen (Argelia) o de Egipto (wiki).

Al retorno del futuro, encontraríamos a Isabel y Fernando absortos frente a dos imágenes contrapuestas, las cuales devinieron claves en el devenir colombino, casi a punto de cerrar las puertas del Medioevo agonizante. La frágil estampa del Papa Sixto IV y la imagen del monje acromegálico y lombrosiano, Fray Tomás de Torquemada, dominaban la atención de los señores y aristócratas de cada localidad, incluyendo las naciones y reinos vecindarios del Mare Nostrum de la cuenca Mediterránea. Tal como si el sinfín de acontecimientos, en evolución en el mundo exterior de España, fueran eventos ajenos a la Corona Española.

Por razones obvias, en las pinturas, donde los artistas reflejaban por encargo tanto los retratos personales o familiares de la aristocracia como los de burgueses ricos, científicos y galenos de renombre; así como paisajes de las épicas militares o sociales. Luego, los encargos a pintores estaban matizados de sugerencias y pedidos expresos bajo contrato, de que tanto los personajes principales, y donde cupiesen los secundarios de adorno. Así, todos sin excepción salvo donde las circunstancias así lo requiriese; fueran dibujados con las líneas, expresiones y paletas de colores más favorables, tonos cercanos a los naturales, cosméticos todos a los fines de exaltar la juventud y alegría. Por ello no extraña que el Torquemada ya descrito, apareciera junto a los Reyes de España, con una figura de rostro bello y de frescura agradable y no con la de un matasiete real según muestran otras pinturas de la época.

      —«Su serenísima Majestad, respetuosamente pienso que la estampa de su ilustrísimo; Frai Torquemada; desencaja algo entre las bellezas de sus Majestades. Y me confunde el no hacer lo apropiado» —declaró el pintor para lavarse las manos, en espera de una aprobación real.

      —«Sepa Usted, señor pintor que estamos hablando para ultimar detalles de las obras propuestas —le adelantó tajante el rey Fernando II—. ¿Un consejo? Sepa también que de sus artes no conozco ‘ni papa’, malamente de las militares. Usted puede sugerir un doble. Pero para ser honesto, mi sugerencia seria: pintarlo de manera exacta lo contrario a lo que usted ve y percibe en la realidad. Diremos, que resultó una réplica imaginativa de Usted, como pintor. ¿Vale? Le garantizo que de esta forma, no hay peligro de que el Fray lo confronte a Usted en el futuro, por algún que otro mal entendido con la fe cristiana»

El "Renacimiento"
Sucedió que cuando ambos eventos o épocas, tocaron de manera inesperada a las puertas del Viejo Mundo; la una para despedirse del pasado y la otra a fin de penetrar en el futuro, sobrevino el inevitable desencuentro entre las dos épocas, la Medieval y la facción culteranista, derivadas ambas —de los vibrantes medievalistas—; resultando una ruptura real no virtual, con el consecuente desgarramiento producto de una explosión insospechada para la sociedad judeo-cristiana. Esta última, se mostraba ávida de contactar y absorber las nuevas ideas del Renacimiento filosófico, sociológico, los altos principios de la cultura acumulada por la Humanidad y las experiencias de la élite de genios, ocultos o aprisionados por el Oscurantismo que hartaba a todos, incluyendo sus propios propugnadores y además, sostenedores. Resultó lógico que la Humanidad toda se sumergiera en las bienandanzas de novedosos y pujantes puntos de vista renacentista. Para finales del siglo XVII y todo el siglo XVIII, hasta la inevitable “Revolución Francesa”   la Humanidad brindó aplausos al movimiento pre y pos renacentista impulsado por la intelectualidad toda, en especial filósofos y artistas (más tarde conocidos por sus semblanzas izquierdistas y de buhoneros disfrazados de sans culottes extremistas por antonomasia, de Inglaterra y Francia.

La nueva concepción del espíritu de las leyes auspiciados por líderes filosóficos sociopolíticos del calibre de Montesquieu y Martin Lutero n las entretelas religiosas, engrasaron (cada uno en su tiempo) las bisagras de apertura del “Nuevo Mundo” que después resultó, conocida de manera acertada como la “La Ilustración” De donde el siglo XVIII, devino para siempre el adorado como "Siglo de las Luces"

El destape de ilusiones brotó en el mismo instante en el cual aquella madrugada de un octubre delicioso; meses después de caer Granada y el sultanato nazarí representativo del poder otomano aherrojado sobre España y a punto de consumarse la épica aventurera del Descubrimiento de América (supuesta como ‘Indias Occidentales’ con el concurso envidiable de las “Tres Carabelas” colombinas; ahora tras la rendición en Enero 6 de 1492  del ultimo Sultán morisco a grupas sobre la Península de Iberia declarada castellana y reverenciada por Roma como católica, apostólica y romana con todos los poderes eclesiásticos asegurados por el Papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia); se inició como por encanto para la Europa escapada del Medioevo.

Un baño nuevo de vientos alisios con su siempre suavidad mesurada resbalados desde y hacia los Altos Tatras (Vysoké Tatry) y soplados hasta alcanzar los Cárpatos. Porque el capitán de la expedición ahora deambulante por la Mar Océano junto con el puñado de (locos aventureros comandados por un lunático de origen desconocido― se apuntaba entonces― junto con sus capitanes, tal les denominaron los envidiosos de la época, quienes les odiaban por tomarles la delantera y que repletados de roñas, presentía latidos de una próspera y abundante bienandanza en las nuevas tierras desconocidas para la Europa, esa región supuesta “ombligo del mundo civilizado”.


El capitán de la expedición, Cristóbal Colón, en las pausas de sus diálogos y conversatorios con el timonel de la nave, meditaba envuelto en ansiedades; a finales de la madrugada del 12 de octubre de 1492, tras semanas inacabables, preñadas de motines y otros peligros. La emoción inesperada le enviara a su velador una seña y ambos marinos quedaron paralizados. Desconcertados en fijar rumbos por las estrellas y compases rudimentarios, ante la sopladura de una ráfaga que batió el velamen del bauprés y más fuerte que hinchara el del trinquete. Era un raro viento de popa. Al vaivén y rechines del casco se escuchó desde la nada un grito desgarrador,

      —« ¡Tierra, coño y dije tierraaaa…a, que está ahí mismito, mi capitán y recuerde que yo, la vi primero

Le había gritado Rodrigo a Colon, el vigía castigado desde su confinamiento en el ‘palo mayor’ Berreando palabrotas, tales como las de un marinero endemoniado. Era el simplón de Rodrigo, el de Triana castigado toda esa semana con la 'guardia a prima note', en la angostura del carajo (torre del vigía) Y otros gritos repetitivos con las ronqueras de lengua sarmentosa, casi inaudible por ser llevadas por el viento. La voz de alerta provenía del vigía Rodrigo de Triana, atado por su cintura al palo mayor con una cuerda de seguridad, medio que tirado peligrosamente sobre la barandilla de aquella angostura circular del ‘carajo’

Rodrigo se inclinó sobre la barandilla y sólo vio la figura borrosa del capitán; sentado allá abajo sobre el piso del castillo de popa, cambiando a ratos impresiones con el timonel, otro de los ya tantos judíos conversos, este, oriundo de Navarra, al cual el capitán le tenía ciertas deferencias, decía de éste, que ‘por su inteligencia, decía Colon’ en manejar los artilugios de navegación. Después Rodrigo vio a su capitán echarse boca arriba en cruz sobre piso iluminado por la luna llena. Colón rezaba dando las gracias a Dios, por su triunfo y su salvación, junto con sus compañeros. Porque se hallaban en medio de ‘la Mar Océano' de la que sería nombrado Almirante.

      —« ¡Rediez!, capitán, y que escuchen los de allá abajo, cabrones, que fui yo, Rodrigo, el de Triana y no ‘el otro jodido del mesón de al lado’ Joder, que ha sido yo, quien descubrió la tierra prometida por nuestro capitán. ¡Por el amor de Dios! »

Más que una certeza lógica relacionada con la esfericidad de la Tierra, lo cual los eruditos de la Iglesia sólo habían aceptado a regañadientes que era un planeta, él debía demostrarlo ahora junto con aquel abigarrado grupo de marinos, que navegaban como centellas rumbo oeste, al encuentro con Indias” por el este contrario. Sin advertirlo, al capitán ofreció la impresión de que el Creador por un gesto divino; se les había revelado y puesto al convoy de navíos montado sobre un viento fuerte extrañamente sostenido en popa, sin ráfagas. Los otros dos capitanes y segundo de sus naves al mando de la expedición; cada uno por su cuenta y experiencias, le supuso causado por alguna perturbación atmosférica, sin trazos en el cielo despejado, que por encantos y les asombraría, al disolverse más adelante.

      —«Capitán—, le alertó el piloto— se me ocurre sorprendente este ‘vent arriére’ (viento raro) que nos sopla desde hace varios días por la popa y que nos empuja al sudoeste»

Pero Colon, ya estaba al tanto de la observación, no le respondió. Porque le pareció escuchar una voz lejana y apagada, que lo desembelesó de sus meditaciones y le inquietó, más tras el último motín a bordo de las tripulaciones de las naves todas. Fue cuando la cosa se le puso fea, casi color de hormigas. El capitán se irguió y le gritó fuerte al vigía.

      « ¡Rediez, Rodrigo! ―gritó Colón― calla y dime ¿qué coño es lo que ves, pedazo de animal? Diste los mismos gritos de una lavandera, violada debajo del puente del Tajo»

      —«¡Recoño, mi capitán —bramó enfurecido a su vez el de Triana—, ya le grité y por mis coj… le digo, que he avistado la put... tierra y lo que parecen ser algunas luces, allá por el oeste, en lontananzas... y así que bájeme de este put... carajo...rediez, y digo yo con el mayor respeto, mi capitán

Entonces se hizo un silencio, tras el diálogo histórico por lo “apropiado a los oídos de toda tripulación experimentada", que se extendió a todo el alrededor de la mar océano a vistas de la "Santa María" Colon, suspiró y dejó correr por sus mejillas dos lágrimas furtivas. Sin saberlo, su hazaña no consistió en vencer a un enemigo en las guerras moriscas, sino convencer al resto de los amigos europeos. Si no, que con la misma lentitud con que las luces matinales se les mostraban ascendentes por la media popa de la carabela mayor; para éxtasis de todos los integrantes de la expedición, incluyendo las tripulaciones de las otras dos embarcaciones menores que les continuaban, porque les seguían "La Pinta" y la "La Niña"; no pudieron constatar que las sombras rojizas que desaparecían tras ellos, eran las del Medioevo que sería enterrado en la Historia, para siempre.

      —«Gracias a Dios y a esa pícara de la Isabel, quien se las sabe todas y de las que no conoce, se las imagina también. No como las otras reinas europeas, casi todas idiotizadas por la ‘absenta con miel’»—, farfulló finalmente Colon a su eficiente contramaestre, el cual había despertado de su embeleso después de "dormir la mona" sobre la cubierta única, que caracterizaba a las carabelas.

Al parecer, nadie supo exactamente en cuáles de los idiomas que manejaba Colón, dijo su parlamento, aunque uno de los marineros confesó más tarde que creyó oírlo hablar en una mezcla de español y yiddish 4 Colón terminó sollozando a todo trapo, lánguidamente, por la alegría inconmensurable que le embargaba por haber dado en el blanco, las soñadas Indias. Fue cuando de pronto le asaltó la duda de su invocación a Dios, porque él era un ateo silente, acerca de si el Dios cristiano existía en la realidad. O si por el contrario todo habría sido producto de la Casualidad. ¿O por qué no producto de una transmigración asimétrica, de cualquier abstracción de la Causalidad?

“To be, or not to be: that is the question”
Diría unos decenios más adelante en el teatro “The Globe” en el banco sur del Támesis, en Londres, uno de los personajes de Shakespeare. Sí, porque a la cuestión del ser o no ser de aquellos tiempos, aún no idos, se le concedían fuertes vínculos con el famoso y no menos terrífico "Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición", una institución fundada en 1478 por los Reyes de España, también nombrados a posteriori, los "Reyes Católicos"3 Coincidente cuando éstos; Fernando e Isabel; requirieron del papa Sixto IV la autorización del Vaticano para reverdecer la Santa Inquisición. Una práctica casi olvidada, a propósito. Variadas son las conjeturas tenidas en consideración por los historiadores, respecto a la insistencia de los monarcas españoles en restaurar el tribunal inquisitorio, de tan triste recordación. Los análisis se desplazan desde la expansión de la cristiandad y su identidad única, pasando por debilitar la oposición política local a los Reyes Católicos y neutralizar la poderosa minoría judeoconversa y carenar en la financiación económica del reino enfrascado en guerras contra los ocupantes árabes (wiki  )

Nota aclaratoria de unas dichas y tales joyas, empeñadas por la Reina Isabel I

No apunta ser cierta la versión romántica, aunque con visos de irrealidad, de que la Reina Isabel I de Castilla empeñó sus joyas para sufragar los gastos de la expedición colombina. Es conocido que ya por entonces las arcas reales estaban casi exhaustas a causa de las retahílas de guerras intestinas, más las recién concluidas "Guerras Moriscas" contra los ocupantes musulmanes enterrados en la península ibérica desde el siglo VIII. Sin embargo, según crónicas, unos 80,000 ducados debieron ser devueltos por “Boabdil”, a las arcas españolas en lo inmediato de su rendición. Toda una calamidad e igual de hazaña real incomparable, por su tesón en alcanzar la derrota y disolución del viejo Reino sarraceno de Nazarí y de este modo expedito, recuperar territorios españoles en manos de invasores islamistas y otros extranjeros indeseables.

Lo notable fue, según narraciones de la época, de que los fondos de la aventura provinieron, principalmente de dos judíos conversos al catolicismo (sefarditas) nombrados, Luis de Santángel y Gabriel Sánchez; quienes libraron en favor de Cristóbal Colón un préstamo (sin intereses) de 17 mil ducados oro 24k (al cambio actual en la Bolsa para monedas raras de metales preciosos de coleccionistas no en base  de las conversiones libres de metales, unos (en USD ≈$47 600,000) de sus propios bolsillos, como lo hizo también Don Issac Abarbanel, rabino y estadista judío, a fin de costear la expedición marina de Colón y sus capitanes. Otras versiones apuntan una cantidad actual de (en € 12,852.10⁷) La primera nota de Colón a la vuelta del Nuevo Mundo, no fue por deslealtad a los Reyes de España (lo cual hizo casi de inmediato, pero a posteriori), sino que este marino encargado de dicha empresa marítima, lo que era en realidad) envió sendas misivas de reconocimiento a los financieros de la expedición; decir, Santángel, Sánchez y Abarbanel, dando las gracias por su inestimable ayuda en moneda dura.

Traer al tablero que los pedidos de financiamiento de la aventura solicitada por Cristóbal Colón, es ver o censar como cierta, la validez que entonces, aparecieron los financistas judíos en calidad de mecenas de la expedición. Todo el dilema surtiría en calidad proba, para todos los aventureros, quienes sin certezas se basaron en sus instintos y ciertas leyendas solo conocidas por ellos, sobre la existencia territorios inmenso inexplorados, más allá de la Mar Océano, nombrados "Antillas" Tal modo de actuar, inconexo con la conocida misericordia de los palatinados fuertes y a contrapelo con la promulgación de la “Bula de la Santa Cruzada", para sacar a los moros que dominaban todavía el poderoso (y no menos envidiado por el resto de las dinastías árabes) Reino y Califato de Granada en el sureste andaluz de la península Ibérica. Sin embargo, los árabes actuales aún continúan con sus ansias y añoranzas de recobrar toda la región por ellos denominada "Al-Andaluz"

Eran los tiempos mejores, cuando los Reyes de España desataron las guerras en contra de los "moros" dada la diversidad, número de las intrigas simultáneas y luchas intestinas entre los líderes árabes, por apoderarse del califato, o mejor, de sus restos. El tema de la Inquisición siempre fue escabroso para el Papa Sixto IV, dado que tal responsabilidad ya molestaba a buena parte de los soberanos; cuyos ancestros la habían implantado en sus territorios, y que por peso histórico cayó en desuso, por lo desprestigiado de dicha práctica. Solo que ahora, los fanáticos isabelinos religiosos se lo volvían a presentar sobre su mesa a instigaciones de las leyendas negras y las bajas pasiones de Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla y por el dominico segoviano (según crónicas, era de origen judío, no autenticadas) Tomás de Torquemada (1420-1498), un par de pejes taimados de la peor calaña salmantina. Saber que el Tribunal de la Santa Inquisición, ya había sido instaurado mucho antes, de acuerdo a la “Bula Ad abolendam" dictada en 1231 y emitida por el Papa Lucio III 5

Luego, con los tiempos, dicha práctica represiva declinó por el poco respecto de este tribunal, a causa de un horroroso historial de crímenes que albergaba como supuesto instrumento de fe y sí, por el contrario, sentina de sentimientos bajos, pasiones y envidias humanas. No obstante, el 1 de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV promulgó la "Bula Exigit sinceras devotionis affectus", por la que quedaba refrescada la Inquisición en la Corona de Castilla. El edicto, satisfizo de sobremanera a otro de los incitadores de la misma; Tomás de Torquemada; el cual fue investido con el cargo de Inquisidor General de España (Castilla y Aragón), lo cual le garantizaba un empleo permanente durante los años próximos. Los titulados "herejes", en especial aplicados a los judíos y moros no conversos, fueron ultimados por Torquemada de manera inmisericorde, durante el holocausto sufrido en el período comprendido entre 1483 y 1498.

Además, sorpresivamente, Torquemada apareció en la Historia, en cierto momento, como el confesor de la joven reina Isabel la Católica, un alma noble de naturaleza prístina. Las víctimas y los lacerados por los activistas de la represión clerical, se calcularon en miles. A otros relatores u observadores, les dio por señalar que las víctimas fueron aún más, en mayor cuantía; lo cual a todas luces parece una exageración. Si nos atenemos a lo conocido, nunca se han mostrado los asientos eclesiásticos que apoyen uno u otro criterio.

Este monje, Torquemada, un individuo encajable dentro de los especímenes tipificados como arquetipos de criminales lombrosianos motu proprio. Este personaje, tuvo además la nefasta gloria de ser el arquitecto del trágico e inhumano "Edicto de Granada" —una idiotez cruenta e innecesaria contra los sefarditas—, por el cual se ordenaba la proscripción de todos los judíos no conversos de España, a partir del 2 de agosto de 1492. Colón, como la mayoría de los creyentes, advirtió que esa fecha coincidía con celebraciones judías infaustas, por lo que pospuso la partida, supersticioso, hasta el 3 de agosto de 1492.

El Fray Tomas de Torquemada, se salió con las suyas y dejó que la bula paralela, "La Santa Cruzada", le pasara por al lado considerando que esta no interfería con su labor, por él, estimada profiláctica de fe, aunque tan conspicua como macabra, devino objetivada como un carácter eminente en defensa de la fe cristiana.

La saga continúa,

© Lionel Lejardi, Octubre, 2012
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Addendum

1 Atendiendo a que Italia fue el epicentro de este movimiento de renovación cultural y artística desarrollado en Europa, dicho período histórico que abarcó los siglos. xiv, xv y xvi; luego es aceptado que el Renacimiento comenzó en el Trecento (s. xiv), pero se desarrolla con mayor fuerza y esplendor, sobre todo en el Quattrocento (s. xv) y en el Cinquecento (s. xvi).

2 El término “Oscurantismo” proviene de la sátira (siglo XVI, ‘Epistolæ Obscurorum Virorum’ (Cartas de los hombres oscuros), por la disputa intelectual entre el humanista alemán Johann Reuchlin y los frailes dominicos, tal el judío converso Johannes Pfefferkorn inquirió, acerca de si se deberían quemar o no, todos los libros judíos, simplemente por no ser cristianos.

3 En realidad, la dignidad no cabe durante el Descubrimiento de América o sea, antes de 1496; debido a que el título de Reyes Católicos fue conferido a Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla por el Papa valenciano Alejandro VI en la “Bula Si convenit” expedida el 19 de diciembre de 1496.

4 El yiddish (judío), no es el hebreo convencional, sino, un lenguaje artificial mezclado y armado con retazos de otras lenguas europeas, en especial el alemán, y es (era) propio de los judíos denominados askenazis, que se asentaron en los países de Europa Central, Rusia, etc. Del mismo modo que a los judíos asentados en España se les denominó, sefarditas. No es un dialecto o barbarismo tal como sucedió con el francés degradado después en las denominadas “Langues créoles” (lenguas criollas) surgidas y evolucionadas a partir de las lenguas maternas de los colonizadores, ensenadas en sus antiguas colonias.

5 En un sínodo celebrado en Verona, el Papa Lucio III promulgó (1231) la constitución de la “Bula Ad abolendam” en la que condenó las tildadas de herejías cátaras, valdenses, arnaldismo y las otras restantes o por venir; convirtiéndose en un instrumento eficaz de represión contra cualquier forma de indisciplina a la ortodoxia católica, decretando que el castigo físico de los herejes correspondía a la autoridad laica con lo que la Bula Ad abolendam se convertiría en el embrión del futuro Tribunal de la Santa Inquisición y del Santo Oficio (wik)

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