jueves, 15 de septiembre de 2011

Un password a los "circunstantes", para acceder al sitio del evento trágico

Se cumplen 52 años de dictadura comunista en Cuba

Un password a los "circunstantes", para acceder al sitio del evento trágico

De talk-shows en la radio y la TV
Algunos analistas, especialistas, expertos y también eruditos; los cuales son invitados a programas de la radio o la TV; a veces nos dejan consternados a medias, cuando censuran su ego sin que nadie se lo sugiera y no emiten a cabalidad el juicio que le solicitan –que es la razón exacta de su invitación– sobre un asunto o dilema que el conductor del programa; por lo general talk shows; desea o propende a aclarar e ilustrar en interés de sus espectadores (TV) o escuchas (radio) y los que definimos, "circunstantes".
Esta labor iluminadora de la comunidad, en esencia, es encomiable y útil en extremo, sobre todo, para aclarar o "destapar" temas ocultos, en todos los casos. Una acción decidida y profiláctica de nuestras ciudades y condado, fue la iniciada por la radioemisora WQBA y los canales 41 y 22 de televisión.
Esto, puede interpretarse como una auto protección del invitado a cubrir su aureola de credibilidad. Sucede que tal ingenuidad supina, no les permite entender de una y por todas que los totalitarismos nunca explican sus desmanes, porque siempre están expuestos al ridículo. Es como solicitarle al vecino cretinoide y desconsiderado, que nos explique la razón por la cual su recontra condenado perrito evacua sus hediondeces sobre nuestro césped en lugar de hacerlo sobre el suyo.
Tal es el caso de los enigmas concernientes a la muerte alevosa de Laura Pollán donde, de inicio, se evidenció el interés de La Habana en manejar el concepto de "fallecimiento" de la occisa (la víctima) en lugar de "muerte" por parte de los victimarios. Luego, el invitado no se arriesga a emitir su juicio "hasta que no existan o aparezcan pruebas de que el suceso ocurrió en una u otra forma".
Los ingenieros, arquitectos, físicos, médicos, economistas, abogados, comunicadores y otros de los que deben "quemarse el coco y regar la inteligencia" para comer; por los general; son rápidos y precisos en dar cualquier juicio sobre un tema. No sucede así con algunos filósofos, literatos, músicos, artistas y otros de las ciencias y artes blandas (sucede igual en los premios Nobel), que en alguna forma o momento incursionan en las que ellos estiman las "riesgosas artes de la política".
En estos ultimos (nunca se dan golpes), es como si olieran con cuál paso caerán en una tembladera, de las que nos aterraban en nuestra niñez. Entonces parecería que estos invitados nunca dejaron de ser niños, como reflejos malos de los Peter Pan norteamericanos, atascadosen la adolescencia.
Laxitud
Es una actitud de disciplina laxa ¿...? que tiende a que el circunstante suponga, quizás, que dicha pose (temor) es para no incomodar a los castristas. Luego, es dar la impresión que donde dije dije, no dije nada.
Sin embargo, este arquetipo de invitado tiende a correrse hacia el rojo einsteniano, tal hace la Galaxia Kuklos por la tangente de la pérdida de tiempo y los galimatías de la bobería criolla y deja colgado su juicio ante el asombro de los circunstantes, según el caso; quien permanece trabado en su incomprensión no satisfecha, mientras el disertante pliega sus banderas y se retira incólume.
Se induce con tal actitud olímpica, un recurrimiento obligado al estilo de Cicerón. Porque eso no vale así y no por ética y sí, se presume, por falta de valor escénico el cual de manera indisoluble va ligado a una cuota de riesgo personal. Claro que esto no se refiere a aquellos cínicos que no quieren arruinar su próxima visita a La Habana, aunque sea familiar.
Saber que no se trata de dar la impresión de un huidizo por hábito, por supuesto que este no es el caso, sino de no ser mudo por levantar el escudo. Es envolverse en una pizca de educación formal, para perfeccionar el discurso. En el caso de la Pollán todo era evidente, tanto, que unas horas más tarde estalló el asunto en los medios informativos, nacionales e internacionales.
De modo que las lagunas sobre las denominadas sintomatologías recurridas por la Seguridad del Estado (SE), comenzaron a colmarse. Por lo que es lógico que ellos se defiendan como gatos "boca arriba", porque esa manifestación, recordemos, es el sudor helado de la soberbia.
Sucedió en la hora cumbre de uno de los programas (8-9 p.m.) de un canal prestigioso que transmite toda su programación en español. El invitado, esquivó no se atrevió a dar su opinión sobre las circunstancias probables de que el evento no fuera un "fallecimiento", sino una "muerte anunciada" como todo se evidenciaba hasta ese momento y prefirió quedarse colgado de la brocha.
En buena técnica de los talk shows, eso no vale. Como en todo evento público, existen reglas que nadie nos la dice pero se huelen, si nos sumergimos en el mundo de la lógica, quizás de la metafísica y que son evidencias que nos proporcionan el sentido común.
El error
El error del invitado le hizo resbalar cuando quizás turbado supuso que se trataba, por ejemplo, de un acontecimiento cotidiano sucedido en París, donde siempre habrá una respuesta cuerda por parte del gobierno interpelado y no en La Habana de intramuros, cerrada a cal y canto. De donde éste testigo debe recordar que en Cuba no hay otra "fuente no gubernamental" (FNG) que los refute o con la cual se pueda cruzar la información.
Luego, es imposible para la opinión pública, los medios, entidades, instituciones, el propio individuo como tal, etc., indagar sobre el origen y veracidad de estas sintomatologías y demás circunstancias vinculadas a la muerte de Laura Pollán, mencionadas por los voceros de la SE.
Es un evento, donde los obedientes aceptan las sintomatologías como "aducidas", mientras que los escépticos las suponen "inducidas". Tal desconcierto se debe a que es el propio gobierno cubano el que fabrica y genera los partes médicos.
Los errores del invitado se basan en asumir que en algún momento, el centro emisor de los partes médicos; la SE (que no es mas que una Policía Política de un estado totalitario), enternecida por las dudas de sus opositores, aclarará o dirá la verdad, todo, dándole la vuelta que le dieran a los detalles. Nunca de los sistemas totalitarios emanará una verdad.
No sucede en Cuba, como tampoco aconteció durante la historia trágica y sangrienta del sistema comunista implantado en todo el bloque pro soviético, desde la hecatombe de 1917; cuando asesinaron a la familia imperial completa. O el escandaloso Holodomor o estarvación (muerte deliberada por hambre) desatada por los comunistas contra el campesinado en Ukrania (invierno de 1932-1933), en el denominado "Holocausto Ucraniano", cuando literalmente fueron matadas de hambre 7 o más millones de personas inermes. Entonces, ¿les temblaria la mano a los castristas ante un ruiseñor aislado e indefenso?.
Es probable que alguien aconsejó y otro alguien tomó la decisión de sacar esa piedra del zapato. O quizás no. Eso tampoco lo sabremos. Como que nadie, ni ahora ni después, dispondrá de las evidencias cacareadas, por la simple razón de que estas pruebas se destruyen in situ.
Algunas almas pueriles del exilio, cautelosos siempre cuando recorren los estudios de radio y TV o sentados en el dintel de su tienda de campaña, aguardan apacibles el desfile de las "pruebas" que nunca aparecerán.
Olvidan plácidos, que tratan con totalitarismos no con sistemas humanizados protectores de sus ciudadanos. Y así dejan tupidos a los circunstantes. Es soñar inútilmente con obtener de "ellos" un pass word de acceso al sitio del evento trágico.
Sucede que todo encaja, a pesar de que el hermetismo siempre es útil a los totalitarismos y a otros pícaros, por lo que estos regímenes no permiten otra fuente de información independiente, que no emane del Templo y por boca de sus chamanes, a veces brujos o babalaows.
Es como situarnos en Delfos, Luxor o en el Templo Mayor de Tenochtitlán; para que obediente como lebreles; escuchemos las moncergas y diatribas de los elegidos, que nunca jamás nos cantarán odas gregorianas. La cuota de riesgo (postura) siempre debe ser observada por el invitado o disertante, para evitar su deslustre.
© Lionel Lejardi. Septiembre, 2011
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