5 El
Descubrimiento: Perfecto
vs.
Quídam
v/v
Se cumplen 60
años de dictadura comunista en Cuba
(En construcción)
“Un Asunto
Español”
Rodrigo emite bulas y regala pasteles
Juan II, “El Perfecto”
vs. “El Almirante
Quídam"
Los Reyes de España,
Colón mediante, decidieron plantar una sonora contra demanda a su vecino; el Rey Juan II de
Portugal; aduciendo los primeros; su genuino derecho de conquista bajo las banderas de la
cristiandad y sus patrocinadores legítimos. Para ello, tomando como suyas las nuevas tierras descubiertas y
ofrendadas a los Reyes Católicos, Isabel I de
Castilla y Fernando II de Aragón. Todo el gesto dadivoso
sería legítimo y según rezaba en los ‘por cuantos’ a considerar debía cumplirse, “siempre y cuando no estuvieran reclamados y posesionados
por otros reinos, ni príncipes cristianos anteriores”, con vigencia plena. Tales eran las reglas incipientes
a cumplir por cada conquistador en funciones. Con la buena nueva colombina,
también surgieron ronchas de nuevas ambiciones entre el grupo de príncipes
morones desde el principio y 'aprovechados' al final; siempre obcecados y tendenciosos. Los mismos quienes
antaño y hogaño, autotitulados antes y hoy: Líderes Paternalistas
Predestinados. En Europa, se reiniciaba no la “Ostsiedlung” o sea, la Marcha de conquista y colonización teutónica (alemana) hacia el Este; entre los siglos XII-XV. Sino, la
vista ahora como la teórica “Westsiedlung”
(Marcha de conquista y colonización europea hacia el Oeste) quizás, un contrasentido (basado en las respectivas direcciones cardinales) según el punto
tomado como referencia.
Todos advirtieron, incluyendo los historiadores, decir aquellos quienes tuvieron en cuenta que; el axioma posible de denominar se identificaría en el “efecto Colón”, el cual valdría valedero
para cualquier desplazamiento de la horda
humana (quizás aplicable de modo igual a los humanoides de antaño) por
cualquier razón y en cualquier época; planteaba y hacia resaltar la necesidad
de un punto de referencia, algo nuevo y bien expedito por conocer y ansiado por
cartógrafos, navegantes, astrónomos, cartománticos, astrólogos y otros
demandantes marinos o terrestres: acerca de que faltaba una nueva línea
demarcadora de “donde estaba el Este y donde el Oeste” dado que lo de Norte-Sur, era irrelevante.
De este modo se atajaría la indeseable cola
de copycats, de los entes estampados,
“como los de colmillos largos” Cierto que entre los siglos XV y XVI, le fue muy
difícil al Papa
Alejandro VI trazar una línea demarcadora entre el Ártico y el Antártico, sobre la superficie del agua. Pero la partición
salomónica creó escozores y ronchas, sobre pieles ya demasiado curtidas,
también colmada de cicatrices. Ya por entonces, emergieron un apreciable número
de mapas, trayectos, caminos y otros vestigios de ciertas tierras allende la
Mar Océano.
Portugués Anónimo, c. 1502 o supuesto al estilo de Pedro Reinel
(Cortesía del Centro di Documentazione della Provincia di Modena, al cuidado de la Biblioteca Universitaria de Estense de Módena, Italia y wiki)
El planisferio muestra parte de la 'península de Florida'
|
Se trataba y eran las roñas nacionales por
haberse perdido el bajel histórico del triunfo colombino, ahora en manos
españolas y en el cual todos, sin excepción, pugnaban urgencias en montarse sin
saberlo; en el carruaje aborigen (por supuesto que sin ruedas) cuyo tubérculos,
entre otros hechizos de la feracidad americana les proveyeron, entre otras
sorpresas de la tierra y no de las regiones del inferno, el maíz, batatas y
papas o patatas (sin mencionar el tabaco, frutas y otras delectaciones
naturales americanas, incluyendo otras especias desconocidas atajadoras de
futuras pero ciertas y ya en ciernes, hambrunas europeas que no se hicieron
esperar.
El evento descubridor, alborotó las malas
pulgas en el pensar del resto de los príncipes y reinos del área. Decir, de la Europa
mediterránea y atlántica. La cual en lo particular, por la desventaja evidente
que tendrían sus posibles reclamos, ante el punto de vista papal. Ello, a causa
de los vínculos coetáneos del Papa, español de nacimiento y para mayor ventaja
de los Reyes Católicos, oriundo
este pontífice de territorios castellanos y valenciano.
Un bajel mecánico que en fin de cuentas era
timoneado por Colón, aquel marino inteligente, vestido de jubón y blusas raidos repleto de zurcidos no muy apto o solo como atuendo del tan parafraseado con el
mítico mote de “Almirante
Quídam” Un 'Don Nadie' decían raudos los
recelosos de alcachofas. Vistos como personajes genéricos, de genuina tesitura
quijotesca. Pero en fin, advenedizos de recoplas y calenturas por "su"
Reina; que a Cervantes, se le olvidó interpolar en sus relatos de "algún lugar de La Mancha" y a
quienes les brindó participar sinceramente, casi por nada en el Nuevo Despertar. Clara y certera seria
la expropiación, se reiteró para los olvidadizos.
―« Sí,
porque las nuevas tierras no
pertenecían a otro príncipe cristiano alguno, ahora son las nuestras” ―dijo Isabel, acentuando su decisión, bajo la
mirada y gesto anuente de Fernando.
Ello no fue óbice para que se obviara las
llamas iniciales de un escándalo enajenante en el vecino reino de Portugal. Una
ventolera derivada en la más sonada bronca ibérica, estallada hasta esa fecha,
tras la fuga de los moros derrotados por la reina Isabel
I, su marido Fernando II
y las eficientes fuerzas españolas de los aguerridos “Tercios Viejos” Élite militar o falanges de infantería elevada por Carlos I a
genuinos bodygards reales y
magistrales, ya hartos todos de los ocupantes “bereberes” y el resto de la camada musulmana invasora. Los árabes,
por supuesto, no soltaron de balde a prenda de “el Andaluz” (ellos sabían su valor), sin que pelearan como
enajenados. Pero todo les fue en vano.
Porque tales entuertos y razones, fueron por
las cuales al enterarse el monarca lusitano Juan
II, "El Perfecto"; de
la increíble hazaña española, llamó a la carrera a sus eruditos para consultas
trascendentales. Los sabios reales le expresaron al rey, “a priori y sin ninguna prueba”, sus dudas sobre la naturaleza real
y cierta del denominado "descubrimiento”
Eventos tan transcendentales (casi sin
fundamentos) tan imposible de admitir como cierto en las mentes calenturientas
de aquellos oscurantistas y de aquellos otros los intereses financieros por lo
general, siempre temerosos y abroquelados estáticos; a los cuales el susto
colombino de inmediato les hizo temer la pérdida de sus negocios basados en las
leyendas, inexactitudes y fábulas históricas y religiosas, además de otros
géneros literarios en boga.
Los sabios lusitanos, al parecer, porfiados
en sus errores psociopáticos; enfatizaron que las “Nuevas Tierras”,
(amárrense a una silla) a lo sumo, “no eran más que parte de los dominios
africanos pertenecientes a Portugal
situados al sudoeste de la Guinea
Portuguesa" Cierto que los hábiles navegantes nunca estuvieron a la altura
de Colon Tal esquema fabricado a priori por eruditos, sabios, geógrafos,
cartógrafos y el resto de la intelligencie
real; aseguraron al Rey Juan II, sin otras evidencias, que correspondían a las
Islas Azores, Cabo Verde y quizás, otras tierras y posesiones ultramarinas
regadas, no censadas u olvidadas inmersas en la Mar Océano.
El plumazo clásico que apodero de dichos
eruditos, quienes dictaminaron como cierta “su verdad”, sin aportar otras
consideraciones que criterios negativos. Lo real devino para los portugueses
con los viajes de otros descubridores siguientes, por parte de Colon y la
pléyade marinos aventureros que corroboraron la hazaña española.
Sin embargo, con el antecedente de las
correrías portuguesas por cuanta mar fuera conocida y sus notables éxitos,
indudables, a Juan II le agradó la canción y sintió que sus bases económicas
estarían en peligro con una España fuerte y no toleraba que la expedición
colombina tornada exitosa, sino un truco irreal, por lo menos incontrastable
por el momento. Luego Juan II, en consecuencia, arremetió por vías diplomáticas
contra su vecino peninsular; acudiendo al Sumo Pontífice en funciones,
Alejandro VI; a fin de aclarar los nuevos límites territoriales oceánicos y de
catequización religiosa de los súbditos futuros, fueran salvajes o no.
Como era natural en aquellos y los todos
los otros tiempos, cuando surgían querellas por posesiones territoriales, ambos
reinos no llegaron a acuerdos sobre la disputa, tal como sucedió en 1480. Ello,
ante el fracaso de la no avenencia (cuyas demandas apuntaban claramente a lo
inaceptable por España), Juan II optó por “no poner el grito en el cielo” sino
en una parte recurrida de la Tierra vulgar como cualquier otra, solo que en
este punto del globo terráqueo yacía el todopoderoso Vaticano con su batería de
peritos, bibliotecas, archivos y otras cosas sueltas, inimaginables para los
legos.
Entonces, el asunto, por naturaleza
espinosa, cayó directamente en manos del mediador por excelencia de entonces;
el popularísimo Papa Alejandro VI; el mismo que ya arrastraba un serial de
liviandades devenidas más tarde, en la orla histórica de un Borgia disoluto que
conocemos y por accidentes circunstanciales, muy amigo de los Reyes Católicos.
Claro que los detalles íntimos de Rodrigo Borgia, 'liquearon' despaciosamente; antes de convertirse este último
dignatario de la iglesia, en un pecador empedernido, tal como se nos presenta
en la semblanza de los historiadores modernos.
La Iglesia Católica, nunca corta ni
perezosa, estaba al tanto de ciertas tierras desconocidas, algunas de las
cuales eran advertidas como el denominado hoy “Archipiélago de las Antillas” Las mismas fueron nombradas después
en función de su tamaño, “Antillas
Mayores y Menores" circundantes del Trópico de Cáncer. Un bosquejo de estas islas ya habían sido
reflejadas (anónimo) en un mapa trazado sobre piel y datado en “1414”
Deshacer entuertos psicodélicos
Los descubrimientos tangibles de Cristóbal
Colón, no las historias, cuentos o leyendas desarrolladas por todas y cada una
de las culturas serias, en contraposición (aunque los europeos, excepto las
regiones controladas por los islamitas, no estaban bien al tanto con lo
encontrado (bajo aspectos de ritos religiosos o cualquiera de otras visiones)
desplazaron en unos casos y arrojaron todas sus luces, también errores, barriendo
con buena parte de aquellas y otras manifestaciones acerca de relatos sobre
regiones, tierras fabulosas pobladas por seres y monstruos inexcusables
habitantes de mundos diferentes a todos aquello conocido por los historiadores
hasta el final del Medioevo y que eran arrastradas como verdades sobre y desde
tiempos pretéritos. Solo imaginar las visiones de los “elegidos” en cada ‘cultura autóctona’
producto de los estupefacientes naturales de todo tipo (opio, mariguana,
peyotes, hongos, brebajes, etc.) empleados por aquellas sociedades precolombinas
de politeísmos desmesurados, desde tiempos ancestrales.
De una forma u otra, estas narraciones
escalofriantes, sino en una buena parte de los casos; devenían por los siglos
de los siglos. Luego, con la fisgonera del “que
pasa aquí” con el Descubrimiento
el cumulo de tales prácticas, fueron a parar a manos de los eruditos cristianos,
generalmente oficiales de las iglesias, en especial, las dependientes de la
Curia Vaticana, entre el resto de sus corresponsalías clericales. Y de ahí, al
menos una copia fiel, termino archivada en los inmensos y bien clasificados
archivos del Vaticano. Los Reyes
Católicos y sus consejeros, no quedaron al margen de las que
estimaron “anomalías evidentes” en los imposibles puntos de convergencia
precolombinos y decidieron deshacer ciertos de los entuertos emocionales.
Cierto que hubo excesos, entre lo propuesto por España y la aplicación de las
tales, in situ, correcciones a veces
sincréticas.
Ver luego que a vueltas de la expedición
colombina, ya con las evidencias en manos, el Papa no demoró un segundo y
reflexiono,
―¡ Y a mí, no me joderá este cabrón del rey
Juan. Porque ahora “será, primero España y después el Mundo. Y digo, mi España!
Y soltó de inmediato sus sabuesos y
eruditos por entre los archivos secretos del Vaticano. No tardó que los
oficiantes, retornaran con un cúmulo de datos excitantes; además de
sorprendentes, sobre las nuevas posesiones bajo reclamo y escrutinio de ambas
entidades reales, las coronas de España y Portugal. Saber que el resto de las
cortes europeas, continuaban en Babias o peleando entre sí para adjudicarse o
rescatar un cacho de tierra de cualquier porqueriza de uno de sus súbditos.
―«En consonancia y a pesar de la suspicacia
natural hoy a futuro de ciertos historiadores; su santidad el Papa, de
cualquier forma y por ser valenciano, como Fernando el Rey de España, sé que
votará por esta última y no por Portugal», ―susurró uno de los eruditos,
un ex novicio joven criado en los arrabales madrileños; quien a duras penas
cargaba legajos y mapas abultados, así como también la mayoría de los chismes de
la curia Vaticana.
― « ¡Mierda y calla, insolente!
—le rugió al novicio, encogido como un papel arrugado; el ‘Jefe de los Archivos
Reales’, quien protestó airado, sin obviar una bocanada de aire, protestando, y
aseguró—. Y recontra coño digo y por mi santísima
madre, que será el reino de Portugal el que surgirá vencedor. ¡Y lo digo,
porque yo soy el protegido de Juan Segundo!» ―clamó soberbio el
anciano, mientras se mordió el cilicio de la capucha, rabioso y casi soltando
espumarajos.
Primera Bula Papal, “Inter
Cætera Eximiœ Devotionis"
Sucedió que para zanjar el diferendo, el
Vaticano emitió (circa, el 3 de mayo de 1493 la "Primera Bula Papal: Inter
Cætera Eximiœ Devotionis" Esta era una “Bula de Donación Personal a la
Corona Castellana”, no a la entidad política o Estado Español, tocante al
destino bajo las prerrogativas galardonadas a la pareja real española, de todos
los territorios descubiertos o por descubrir en el Nuevo Mundo. Este privilegio,
entre otras Bulas, fueron las que con posterioridad resultaron nombradas "bulas alejandrinas",
emitidas por el Papa Alejandro VI, cuya relevancia devinieron regocijo enorme
para la corona española y de trascendencia histórica de un peso definitorio en
la evolución in crescendo desatada y montada en una espiral interminable de la
grandeza mundial adquirida por España, por los cuatro siglos siguientes.
Claro que el reclamo de Portugal por
obtener un pedazo del nuevo continente, si este tenía alguna conexión con el
África, ni a qué se parecía su inmensidad (todavía se desconocía su enorme
dimensión), quedó pendiente a que el Papa acudiera con toda la sapiencia que el
Sumo
Pontífice pudiera reunir y que, al final, aplicó con bastante buen
tino, salvo admitir que Portugal pudiera o no tener razón. Este disparate papal
histórico (el corrimiento, del meridiano de demarcación de las aguas y tierras
juridireccionales de España en favor de Portugal, dañó para siempre los
intereses políticos y económicos genuinos de España.
Decir, que el retiro de Alejandro VI de la arena política y
espiritual, en su momento; si ambas partes coincidían en lo estipulado por la “Bula de Partición” siguiente,
circa el 4 de mayo de 1493; por la cual (un absurdo inexplicable) el Océano
Atlántico (antigua Mar Océano) quedaría dividido en dos partes. Se trataba de
una indudable y a todas luces injusta, decisión salomónica; dado que Portugal ‘no tuvo vela alguna a poner en ese entierro’
del “Descubrimiento
de América” y por lo tanto tornose un seudo beneficiario de esa
decisión del Santo Pontífice.
Ello resalta, si constatamos los
exuberantes resultados de nuestra América actual, medio que enturbiada entonces
política y estatalmente bajo la nitidez de un ‘prestigio papal’ nítido. Tales precauciones propendían
a la práctica usual de colocar bajo la sombrilla protectora del Vaticano y la
propulsión del cristianismo, al inmenso legado colombino desbordado en su
impronta sorpresiva. A estos fines cautelares, se supone que así lo hizo, previsoramente,
el Papa
Alejandro VI (algunos la consideraron arbitraria) España recibía en
su totalidad, las Indias conocidas y las por
conocer, todo a descubrir por el ‘príncipe
representando a su monarca’
Al no quedar definida la propuesta cuyo
alcance se movería entre límites geográficos exactos, tal sugirió el Papa, en
evitación de conflictos por reclamos territoriales y esferas de influencia; el
Vaticano emitió la Segunda Bula Papal,
“Inter Cætera Dudum Siquidem” o “Bula de Partición” de 1494.
Con esta decisión pontificia, el Papa
decidió acudir a una vieja práctica; tanto en lo que pareció a los entendidos como
una decisión salomónica arbitraria. Así
vista ayer y hoy, basado en esa premisa peregrina e inescrutable, trazó de facto (cierto que acudiendo a sus
cartógrafos más expertos) una línea imaginaria desde el Ártico hasta el
Antártico al trazar “…«que correría 100
leguas al oeste de las líneas límites que marcó la (Bule Intercætera de143) a lo largo del meridiano
( 38°) de las Islas Azores y Cabo
Verde; hasta el meridiano (46 °) en
dirección Occidental»”
“...con
la obligación de cristianizar, instruir, cuidar, defender y además de otras
asistencias; a la población autóctona habitante en esos nuevos territorios; los
colonizados y los por colonizar; dándole entrenamiento de oficios, en los
cuidados de los hatos de ganado, medicina, cultivo, etc. unida a un rico
patrimonio cultural, ... etc."
Aseguran los relatores versados, que por
vías y otras acciones humanitarias del papado e impositiva a las naciones
originales de los descubridores del Nuevo Mundo, los indios (nativos, primitivos habitantes o aborígenes) entregados en encomiendas
civilizadoras y quedaron eximidos de la esclavitud., una práctica usual en
muchos países y territorios (sin atender a religión, raza, etnia o grupo
social) a todo lo largo y ancho de la esfera terrestre. En ocasiones, en
ciertos países, apuntan crónicas de la época, ciudadanos simples, por ser
deudores de dineros impagables, eran reducidos a la esclavitud, a veces at eternum.
De un plumazo, España tendría dominio de
los territorios extendidos hacia el oeste. Mientras que Portugal lo ejercería
hacia el este de dicha línea o meridiano virtual, no real. La decisión de
Alejandro VI fue trascendental y quedó plasmada en estas Bulas
Papales. Sin embargo, surgió la duda sobre la partición vaticana
propuesta, dado que las Azores e Islas
de Cabo Verde, estaban en diferentes meridianos. Entonces, la
cuerda se tensó nuevamente.
El rey Juan II, no quedó complacido y
continuó pataleando hasta que en junio 7 de 1494; el Vaticano unió a ambas
partes y se firmó el ya conocido más tarde como, "Tratado de
Tordesillas" confirmado más tarde en julio 11 de 1506. Por
el mismo documento, España accedió a regañadientes (dado que perdía algo
grande, decir alucinante, en la jugada portuguesa) que la dichosa cerca
imaginaria se corriera 370 leguas hacia
el oeste de las Islas de Cabo Verde. De este
modo, el regalo del Sumo Pontífice a Portugal
(por nada y sin ninguna justificación a vistas), tendría una extensión adicional
de 1787.1 km lineales hacia las Américas.
(Nota:
EE.UU., 'al parecer y que sea conocido', es el único país conocido que tiene y
práctica el ya caduco, inexacto y engorroso “Sistema
Anglosajón de Unidades”, basados en fundamentos del antiguo “Sistema
Ingles”, (yarda, pie, pulgada, milla, etc.) Luego: 1 legua= 3 millas=
4828 m= 4.83 km. De donde el territorio cedido por el Papa a Portugal, aumento
considerablemente.
Para los interesados en el cálculo de la
superficie del área en cuestión, generosamente "regalada" a Portugal (una enormidad de tierra, agua o
combinación territorial, si consideramos un corte (segmento) del esferoide
terráqueo (oblato); ello puede ser acometido por medio de las representaciones
y/o funciones hipergeométricas gaussianas, a la manera usual empleando
algoritmos convencionales.
Este nuevo "chiste" (un
berrinche, por lo demás intragable para los eruditos y marinos españoles)
proferido a mansalva por el Rey Juan II, hizo que la disputa virtual entre
ambos reinados, posibilitara a Portugal reclamar más tarde; sin mover un dedo,
sin aportar nada científico o material, intelectual o monetario; decir, nada de
nada y sí, nada menos que adjudicarse el inmenso territorio de Brasil ―después
“descubierto” años más tarde en 1500,
por un marino de carrera, Pedro Álvarez
Cabral.
De esta forma se inició la repartición del Nuevo Mundo y sus esplendorosos y no
menos sorprendentes, territorios americanos; los cuales Colon y sus marinos,
habían puesto sobre mesa, sin ningún tipo de temor a plagios, dado que las
artimañas serían imposibles, dadas las evidencias ya conocidas en los cuatro
puntos del globo terráqueo.
Un salto obligado hasta la roca de Massachusetts
No menos cierto seria dar un salto obligado
en la historia de los EE.UU. Porque transcurrido poco más de un siglo de
sucedidos estos eventos trascendentales e históricos tan importantes y
portentosos del “Descubrimiento de América” Ello,
específicamente en septiembre 16 de 1620, cuando un grupo de 102 disidentes de
la Iglesia Anglicana de Inglaterra
descontentos con aquello de que la Iglesia
Católica y por ende la Anglicana, no se habían reformado lo suficiente de
la romana, para mantenerse unidos; decidió romper definitivamente y quedar
alejados de Roma, católicos y aun de
los calvinistas, decidieron emigrar
en dos buques bien provistos hacia las tierras de América, donde sabían que
esperaba la libertad plena, sin ataduras con reinos, nobles (eso creían). Convencidos de que no partirían
hacia un futuro incierto atravesando mares desconocidos. Lo que si sabían es
que tomando dirección Oeste, montados un cierto paralelo o sus cercanías, en
unas semanas tocarían inexorablemente tierra firme, de la “Tierra
Prometida”
Pero al zarpar se encontraron con que solo
dispondrían de una nave única, el "Mayflower”
Truenos y desgastes, sobrevinieron, porque solo al tercer
intento lograron zarpar en septiembre 6 de 162o desde Plymouth,
Massachusetts y pararon en Renwes (Avalón) en Terranova. Sin embargo, la decisión inicial fue tomada y
por fin la nave levó anclas rumbo a esa “Tierra Prometida”,
que no era precisamente el Canaán bíblico, sino la llamada “América”, así nombrada en los libros de
navegación, mapas y una multitud de narraciones, buena parte de ellas
exageraciones, pero todas vistas fabulosas basadas en una realidad.
La tal así era denominada oficialmente por
‘gestiones’ (versiones las estiman
usurpadoras), del florentino Américo Vespuccio. Saber que ciertas informaciones
anteriores a 1410, indican que un vocablo (homofonía indígena), designaba así "Amérika" también
de escritura homónima semejante, y que tiene el significado de “Tierra de Altas Montañas",
independientemente de que el nombre de "Amérigo o Américo", deviniera o rondara el nombre español
devenido del “Enrique” en alemán
antiguo.
Esta vez, a los nuevos expedicionarios,
arribados primeramente a Inglaterra provenientes de Holanda, les financiaron
esta vez empresarios londinenses ricos. Los nombrados pilgrims (peregrinos)
arribaron a tierra firme a finales del otoño, el 21 noviembre de 1620,
desembarcando por las costas del territorio actual de Massachusetts y se
organizaron, fundándose por este hecho la primera colonia inglesa en territorio
americano. Otras colonias, bajo el gobierno del imperio británico que les
seguía bajo tutela y permiso de los británicos, progresaron con fuerza y en el
último cuarto del siglo XVIII las ya entonces 13 colonias inglesas hicieron una
revolución y tras largos años de lucha; lograron derrotar a las fuerzas
colonialistas del reino inglés y emanciparse de la metrópoli, culminando la
gesta al declararse libres e independientes, formando así un nuevo país, los Estados Unidos de
América (EE.UU.)
Sucedió después que, entre los finales del
siglo XIX y principios del siglo XX, los descendientes directos de aquellos pilgrims habían mostrado tal tenacidad,
laboriosidad e inteligencia; ya constituidos en nación, que lograron poner en
marcha a todo vapor, la más exitosa, eficiente, productiva maquinaria
económica, sociedad industrial y tecnológica, de políticas y filosofías más
libres y acordes con las ideas, estándares y respetos, de la democracia y los
derechos humanos. Un vasto y profundo conglomerado de éticas, moralidades y
altos principios helenos, griegos y romanos, jamás vistos y puestos en práctica
en toda la Historia de la Humanidad.
Esos resultados, todos constatados en la realidad de hoy, los actuales Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.)
Si se formula la pregunta obligada de,
¿Valió o no, todo lo acontecido hasta hoy e
iniciado aquel esplendoroso octubre de 1492, por un marino soñador y decidido, Cristóbal Colon, quien no vaciló en
convencer a una reina extraordinariamente tenaz e inteligente, Isabel I de
Castilla, además de ser una mujer precursora de hechos y despabilada?
La respuesta no puede ser otra que:
«Sí. Puesto que
el resto de lo que sucedió en esta tierra de los Estados Unidos de
Norteamérica, un cenit en nuestra experiencia histórica contemporánea,
resultando única entre todas las naciones del planeta Tierra»
Mucho antes, corriendo los tiempos del “Descubrimiento de América”; una noche cualquiera a finales del
1492; después de concluidos los saraos y festejos pre navideños; la Reina Isabel I de Castilla, ahora en ropa
de dormir pero cubierta con un hermoso abrigo de estación; despidió a sus
sirvientas e invitó a su esposo, el Rey Fernando II
de Aragón a la terraza del palacio real barcelonés, donde corría
un fresco delicioso y frío. Fernando pidió a su ayuda de cámara queso manchego
y vino tinto, del "tempranillo de la
Alta Rioja” especificó al paje. Escanciado el licor, Isabel levantó su
copa, hizo un gesto insinuante a su esposo y exclamó entusiasmada,
« ¡Lo logramos Fernando, lo logramos. Y estoy
llena de alegría!»
« ¿Dices
Mi Señora, por las nuevas posesiones de ultramar que repletarán nuestras arcas
reales?»
Isabel tomó una profunda bocanada de aire proveniente de entre las
edificaciones que rodeaban al puerto y, medio que apesadumbrada dijo, rondando
casi el tono de un regaño,
« ¡Redios
Fernando tú, Mi Señor, como siempre en Babias y agarrado al menos acá. Y
recoño, no me hagas decir más barbaridades. Porque a lo que me refiero es a que:
hayamos logrado la unidad
de toda España, hombre!»
Fin de la saga.
© Lionel Lejardi. Octubre, 2008
Legacy Press
Addendum
1
En esencia, se trataba de las denominadas “bulas menores” en términos de su importancia clerical o estatal. El
autor de este trabajo, considera que tal denominación, por la ignorancia simple
de la magnitud trascendental de las tierras nuevas a dilucidar; el tema
pretendido a solucionar entre las partes, pudiera hoy muy fácilmente catalogar
de errónea. No como bulas, sino por
la jerarquía de su importancia como “bula
menor”, cuando en realidad, el Nuevo Mundo significó
un contexto insospechada grandeza para la Humanidad y la expansión civilizadora
judeo-cristiana de entonces. Pero surge la pregunta a la luz de los elementos
(en especial el tiempo), de los cuales ni el Papa Alejandro VI ni todo el
papado completo, disponían entonces: « ¿Quién lo habría
hecho mejor, sin que se desataran interminables guerras de rapiña, en todo el
continente europeo?»
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4408/pag. 11/11