*7 «Sargento, ¿a qué esperar para comenzar la revolución?»
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(Miniserie, editada según la EDC)
Se cumplen 59 años de
dictadura comunista en Cuba
“Un Asunto Cubano”
(En construcción)
Patriotismo
es tu convencimiento,
de que este país es superior
a todos los demás,
porque tú naciste en él.
George
Bernard Shaw
Detalles: A los comunistas, nadie los quiere a su lado
La “Caridad del Cobre”
rehace entuertos
Todo radica en un punto insoportable: Porque huelen a traiciones. Ello lo apuntaron los sargentos, porque como buenos conspiradores del grupo de “los 8 de Columbia”, hicieron correr la
bola de que “Cachita” (Caridad del
Cobre) había sido la Madrina “única y absoluta” del golpe cívico
militar del 4 de septiembre de 1933 y no el patrocinio de los comuñangas, que estaban de correveidile de Machado, durante la huelga general de julio, tal hicieron filtrar estos ultimos. Así después y no muy tarde, aseguraron los
ámbias brujos habaneros de entonces y los miamenses
de ahora, que tanto “La Regla de Ocha”
y de modo igual lo de la 'Letra' y
sus vaticinios, por el oráculo de Ifá. Al menos Batista, así lo creyó y con tal
deducción vinculó su poder futuro a ello, cuasi divino que se le antojaba, a
estas divinidades sincréticas de las mitologías africanas. Porque en la
madrugada del 4 de septiembre de 1933, ya un ciclón le había allanado el camino
al Palacio Presidencial, al sacar físicamente al Presidente Carlos Manuel de
Céspedes de Palacio y bajo influjos de un soplo magistral, para enredarlo en la
inspección de los daños causados por un meteoro, huracán, que asoló las
ciudades de Cárdenas y Sagua la Grande, lejos de La Habana. Ya desde el día 3
de septiembre, la agitación ante inminencias de un golpe revolucionario contra
Céspedes designado por las restantes sectores machadistas, con el visto bueno
de la Embajada de los EE.UU. Oficiales de las tres armas, estudiantes,
opositores de todo el espectro político, etc. recorrían los puntos de la
capital que les estaban afines. El día 4 de septiembre el desorden y caos en La
Habana y el resto de las capitales de provincias, era total.
Así, Batista y su gente, el Directorio
Estudiantil Universitario, ABC Radical, soldados, activistas, oficiales y el
resto de los civiles más notables oposicionistas, fueron convocados para el
Cine Columbia, después cambiaron el rumbo hacia la Jefatura del Regimiento
donde les espera Sergio Carbó y otros líderes de otras diversas facciones. Del
lugar partieron para el Club de Oficiales.
Es el lugar donde en medio de un gran mitin, eligieron una ‘Junta Revolucionaria’ de figuras
notables conocida por el ‘Gobierno
Colegiado’ o ‘Pentarquía’
compuesta de cinco figuras relevantes y de aceptación casi plena de la mayoría
de los asistentes a la reunión.
Esa noche, ya madrugada, los sargentos y
alistados inducidos por los líderes integrantes del denominado "Grupo de los Ocho", compuesto de
militares de baja graduación entre soldados y marinos, el DEU (universitarios),
ABC y el resto de las facciones (excepto los comunistas) a los que nadie quería a su lado porque hieden a traiciones. Más cuando se
supo de la traición fraguada de los comunistas
junto con el Presidente Machado.
Y fue así, porque los demócratas opositores ya
estaban al tanto de la traición de estos arribistas
de ocasión, cuando pactaron con Machado (en secreto) a fin de ser ellos
quienes fueran reconocidos entre los machadistas
como “amigos del Presidente” Luego,
el desbarate de la huelga general convocada por todos los integrantes de la
recién formada ‘Agrupación Revolucionaria
de Cuba’ (ARC), quienes hicieron pública una Proclama, trascendental para el pueblo cubano, todo el cual triunfó
finalmente en beneficio de Cuba.
En la misma se desconocía y descalificaba a
Céspedes y su gobierno de facto como
producto de un "gobierno de dedo"
inconsulto con los opositores verdaderos y fabricado en 24 horas por la que los
integrantes de dicha agrupación estimaban "injerencia extranjera" del ‘Enviado (o Embajador) del
Presidente de los EE.UU. Franklin Delano Roosevelt. Este funcionario, Benjamín
Sumner Welles era de los mejores para entenderse con los cubanos. Cierto
también que todos estaban de acuerdo
o en componendas, con el nuevo
presidente que había sido designado provisionalmente, a la caída de Machado; en
los primero momentos de huir Machado, el Gral. Alberto Herrera y Franchi el
cual sustituyó al líder fugado. Herrera Franchi, gobernó solamente durante un
día, hasta la designación de Céspedes y Quesada al día siguiente. Este último,
ya en funciones, tomó posesión el 13 de agosto de 1933 y se mantuvo en el cargo
hasta el 4 de septiembre de 1933. En ocasión del coup d’État, incruento, repleto de griterías, pero sin sangre.
Los sargentos, estudiantes, abecedarios,
intelectuales, partidos políticos y otras facciones opositoras; se aferraron a
un grupo original dentro del cual emergieron líderes determinantes, como Grau,
Carbó, Prío, Guiteras, Batista y otras de relevancia igual como responsables
del futuro de Cuba. El final teórico de la primera etapa del movimiento deviene
con la proclamación como vencedora, de la “Revolución de
1933” cuya fecha se produce con la Proclama de la ‘ARC’ mencionada
con el nombre de “Proclama del 4 de
Septiembre de 1933” Subsecuente, conocida más tarde como ‘Revolución o coup d’état del 4 de
septiembre de 1933’
En dicha Proclama
se indicó que todo el poder político y militar ya estaba en manos de la ARC. Una de las consecuencias fue que
Céspedes y su gobierno quedaron disueltos, volatizados per se, al igual que todos
los oficiales de academia del antiguo “Ejército
Nacional (Constitucional) de Cuba”. A estos oficiales se les aclaró y declaró
‘que perdían el mando sobre sus tropas’
De esta forma ingente se inició la siguiente fase del ímpetu revolucionario.
Así estos oficiales del ancien régime
quedaban cesanteados en sus mandos y relegados a una especie de "plan pijama", descansando en sus
hogares, pero con paga asegurada.
De inmediato, se conformó el ‘Gobierno Provisional Colegiado’
integrado por 5 líderes prestigiosos. Este núcleo de personas, líderes
revolucionarios abanderadas quedó, reflejado finalmente en la historia de Cuba
como, "La Pentarquía" Este
acuerdo entre los opositores anti machadistas, condujo a la aceptación en la Pentarquía de figuras tales como el
Prof. y Dr. Ramón Grau San Martín, Sergio Carbó Moreira, Prof. Guillermo
Portela y Möller, José Miguel Irisarri Gamio y el banquero Porfirio Franca y
Álvarez de la Campa. La primera firma estampada en el documento de ‘La Proclama del 4 de Septiembre de 1933’,
fue la del apasionado líder universitario del DEU, Dr. Carlos Prío Socarrás, un
anticomunista probado; futuro presidente democrático de Cuba (1948-1952) Este
líder a su vez fue derrocado por un cuartelazo de militares, innecesario y
extemporáneo; propiciado el 13 de marzo de 1952 por el equipo simpatizante del
propio ex presidente Fulgencio Batista y Zaldívar, entonces senador de la república.
A la firma de Carlos Prío Socarrás le siguieron
otras 18 firmas. La última de aquellas rúbricas estampadas en la proclama de
esa madrugada de los revolucionarios septembristas de 1933. Como una paradoja
del destino, la última firma del documento correspondió a la del propio
Fulgencio Batista y Zaldívar, el cual se rubricó entonces como, “Sargento Jefe de todas las Fuerzas Armadas de la
República de Cuba” Así fue es como el Sargento Mayor Fulgencio Batista inició su carrera meteórica, al
alzarse con los mandos de Ejército, Marina y Aviación, una composición
institucional de entidades y organismos todos, bajo el mando del reluciente nuevo
Secretario de Gobernación de la
Pentarquía, el sorprendente periodista opositor, Sergio Carbó Moreira.
Este conjunto de acontecimientos, sentó premisas
para una contra sublevación armada
posterior, protagonizada por los oficiales de academia, despojados de mando. La
agenda pública que estos revoltosos líderes cívico-militares firmantes de
Proclama; proponía entre otras demandas, aumentos de sueldo, mejoras en la vida
de las clases y soldados, además de posibilidades de aspirar a integrar la
oficialidad de academia del Ejercito Nacional de Cuba. La agenda privada era
mantener el orden a toda costa, vigilar a los oficiales y auscultar a la
Embajada de los Estados Unidos.
Además existían las tareas enlazadas a
preocupaciones; con respecto a ciertas leyes radicales que algunos sectores socialistas y proto comunistas encubiertos bajo otras banderas y lemas
propagandísticos. Estas facciones, algunas simples grupos acéfalos, en sus
delirios totalitarios, estimaron que a final, serían secundadas por el pueblo
llano al que siempre estimaron (ver los castristas de 1959), como una turba
ávida de saltar sobre las clases pudientes, propietarios negociantes y
productores de la riqueza nacional, a los fines de saciar su vandalismos y al saqueo
clásico ‘a los ricos’
El guión real oculto incluía el aprovechar la situación de confusión; la
carencia de un líder civil suficientemente destacado y en consecuencia;
provocar la asonada cívico-militar y
tomar el poder político de Cuba, arrollando al gobierno de Céspedes y enviar a
éste a alguna encomienda diplomática. Después, verían como arreglarse con los
norteamericanos. Los altos mandos de Ejército, ahora casi acéfalo y los viejos
líderes políticos del ancien régime,
quedaron sumidos en un limbo, al parecer muy atentos a los caprichos y
embelesos del Enviado Especial del gobierno de los EE.UU. el Eximo Benjamín
Sumner Welles.
¡Well,
Well! Mister Benjamin Sumner Welles
Este funcionario —fue uno de los funcionarios de
alto rango, que formó parte de la estrategia global del Presidente Franklin D.
Roosevelt— debió bloquear en su tiempo cualquier intento de radicalizar al
gobierno de Céspedes, en detrimento de los intereses, tanto del gobierno
norteamericano, como de los intereses criollos. Luego, que ahora destituido
Céspedes, Welles debía arreglárselas para olisquear más de cerca uno de los
posibles pronunciamientos de los conocidos ‘polos
radicales’ (Grau-Guiteras), que pudieran impactar los interese económicos
de los norteamericanos. La estrategia de los halcones de Washington iba más
allá del guiso fraguado en Columbia, entre otros sitios y circunstancias
anteriores y posteriores. Los EE.UU. necesitaban a Cuba como puerto seguro, sus
bases (las entonces discutidas “carboneras”),
el níquel, cobalto y el especialísimo y estratégico "hierro de las minas de Mayarí"; entre otras bondades naturales
de la cornucopia cubana.
Todo, visto al lado de las democracias y en
favor de la inminente II Guerra Mundial, ya perfilada entre dos bloques hegemónicos:
los totalitarismos del ya a ser
denominado “Eje de Acero”(fascistas,
nazis) y bolcheviques, este último de manera
provisional la URSS, unida más tarde a la Entente de los
Aliados ) con las democracias republicanas. Recordar que
uno de los primeros cañonazos iniciales fueron emitidos como advertencia en
Abisinia y Libia (por los fascistas italianos de Mussolini) y en la Manchuria;
por los jingoistas (ultra
nacionalistas japoneses (anti-comunistas)
bajo la denominada ‘Era Imperial Shōwa’
decir, 'periodo de paz ilustrada' Esta
última, una especie de “Ilustración”
japonesa, al estilo y propósitos europeos del siglo (LVIII).
Los primeros, abanderados bajo el estandarte nazi-fascista, Alemania e Italia con el
remojo futuro del Japón era una amenaza, pero todavía lejana. Sin embargo, los nipones quienes desde bien temprano de
los años 30 habían invadido la China Republicana, nos golpearían desprevenidos,
a los EE.UU. en la mañana del 7 de diciembre de 1941. Cuando de manera
sorpresiva, con el dieron el mayor zambombazo recibido por los norteamericanos
en toda su historia. Hasta el artero ataque aéreo terrorista de los musulmanes
radicales incubados en las denominadas ‘madrazas’,
ejecutado en septiembre 11 del 2001 con el ataque aéreo y derrumbe de las “Torres Gemelas” (Twin Towers) del complejo del ‘Centro Mundial del Comercio’ (World Trader Center) en New York.
Por entonces, antes y durante los finales de los
30s e inicios de la década de los 40s, algunos gobiernos ya por oportunismo,
temor o a veces veleidosos ante la incertidumbre de la pre guerra, no sabían
que hacer ante un desastre inevitable. Porque la situación atañía a casi todos
los continentes y sus naciones. También a las habituadas a la simpleza de
acunarse bajo las alas del más fuerte —como hoy otros o tantos en pleno siglo
XXI, mirando las muecas de la derrota insostenible y harapiento polo exo totalitario habanero—, entonces
aquellos de entonces tampoco escondían sus tratos y muecas a fin de
congraciarse con alguna de las naciones proto o nazi-fascistas declaradas.
Mientras que hacían buenas migas desde antes,
con la Unión Soviética (URSS) Al mismo tiempo, algunas de Centro y Sudamérica andaban
en tales trapisondas imaginarias, como jugar al izquierdismo bolchevique y ajustarlo al trópico caribeño e
hispanoamericano también dando cabezazos pero reafirmando pasos con el mismo
espejismo sahariano de las zarrapastrosas “Dictaduras del
Proletariado” las cuales, nunca aparecieron por parte alguna.
Salvo, un capitalismo
de estado (decir, los Estados
Corporativos Capitalistas (sueños fascista,
nazis y bolcheviques) que no acaban nunca de materializarse y menos de lograrse)
es que estos maniáticos del fracaso, no para recién salir de un abismo para
caer en otro; siempre peor; sembrados por los comunistas en toda la URSS. Igual que hoy hacen en la Cuba
cenicienta. Pero la otra parte de los cubanos, ya habían urdido y puesto en
marcha sus planes propios. Sólo que eran como todo los sueños, virtuales.
Se le ‘subió la mostaza’
Y la solución, pensó (según versiones), saldría
de echar a andar la ‘pala’ (racket o sixed) Así, bien entrada la
madrugada del 4 de septiembre de 1933, aquella reunión de civiles revolucionarios
y militares descontentos; fue perdiendo fuerza por lo extenuante, el calor
insufrible y la todavía no definitiva decisión de resolver la interrogante cívico-militar.
Los criterios versaban acerca de la figura que garantizaría la Pax Romana y el orden reglamentado y por
la constitución, legítimo. En un instante impreciso y no datable Batista, inquieto,
golpeó la bota de uno de sus compañeros de aventuras el también sargento,
Andrés, sentado a su lado. De inmediato, este último se quitó la gorra de plato
y se arrascó la cabeza. Era una señal.
Como en tiempos de los gañanes
de Fuenteovejuna, uno de los integrantes de los líderes de la Unión Militar de Columbia (UMC), el soldado Rodríguez, percibió el
gesto y se irguió de inmediato. Desde las primeras filas del auditorio un
estudiante de complexión delgada y nariz semita perteneciente al Directorio
Estudiantil, Raúl Roa García, también conjugó la señal y observó movimiento de
Rodríguez respondiendo a la señal,
—«¡Queremos,
―clamó Rodríguez en medio de la reunión, aprovechando un inesperado impasse que
abrió un lapsus de silencio y
demandó―, que sea nuestro compañero, el sargento Fulgencio Batista,
presente ahí en la mesa ejecutiva; quien hable sobre lo nuestro y nuestras
demandas de mejoras en el trato por parte de los oficiales y el gobierno que
resulte de la revolución!»
El que escenificó la "pala"
(racket o sixed, llamado pre
elaborado de la propuesta) era otro de los complotados. Rodríguez, el ya
mencionado, fue sin lugar a dudas el más culto y de labia fácil del resto de
los complotado en la UMC; pero sin carisma ni habilidad para enfrentar y
dirigir a los reunidos. Rodríguez, apuntó la veleta de atención del auditorio
hacia el extraño rostro de color cetrino y la inconfundible figura de Batista,
apostada en el borde la mesa ejecutiva. Éste, se ajustó la guerrera, levantó el
mentón tal como vio hacer al otro líder mediterráneo y aspiró profundo.
Entonces se colocó el puño apretado en la cadera izquierda.
Asumió una expresión tan dura como la del líder
allende el Atlántico vista en una foto del diario pro machadista, ‘Heraldo de
Cuba’ Se trataba nada menos que la de Il Duce, Amílcar Benito Mussolini, el
fresco líder italiano propulsor de esa otra doctrina providencial salvadora del
tranque económico y social en el interregno posterior de las dos guerras
mundiales, el Fascismo y su
denominado esquema socio-político de ‘Estado Corporativo’ en esencia, similar
el que los comunistas intentan hoy imponer en Cuba, copycat burdo y fracasado, tras la experiencias totalitarias
actuales observadas en China y Vietnam.
El sargento Batista, advirtió por vez primera,
los deleites y sensaciones que experimentó unos segundos después de oír su
dulce nombre resonando ante un público, que le observaba entre atónito y
receloso. Como líder, se convenció de que ‘ese’
y no otro, era el instante esperado en que debía jugarse el todo por el todo, a
una sola carta. Era la ocasión de su clímax como individuo. Con voz un tanto
gutural e ignorando las ‘eses’ pero
de verbo fluido y maquinal, habló a los soldados en el idioma cuartelario y de
caballerizas, que ellos entendían; aunque los civiles no, por el momento. El
sargento finalizó la arenga entre aplausos y vítores de sus iguales, a quienes
se sumaron sigilosamente, una buena parte de los indecisos.
—«¡Verdad es lo que dice el amigo Carbó, acerca
de la ‘revolución’ que espera por nosotros —gritó finalmente un Batista, golpeándose el
pecho con ambos puños; enardecido y enfatizando cada palabra de su aseveración
de respaldo al editorial de Carbó—, no hay que
esperar más para iniciar la revolución!»
Exclamó en un tono casi diluido entre el
estruendo que ya había estallado en el salón. Pareció que el resto de todas las
furias se habían desatado esa noche. Batista, experimentó ser el domeñador y
quien llevaría al final las riendas de esas furias y se sintió enervado como actor
de una ensoñación rara, extasiado de aquel aroma oriental o brebajes de ajenjo.
Solo que Fulgencio Batista y Zaldívar, ni fumaba ni bebía ni jugaba cartas o
loterías. Era un abstemio fuera de serie y como la tormenta, perfecto en esos órdenes.
Los comunistas
colados subrepticiamente, por supuesto unos parias;
nunca invitados a reunión democrática alguna; recordado por todos su traición
al aliarse con Machado en Julio de 1933, se escurrieron del mitin
previsoramente tal hacen los insectos nocturnos. Ellos andaban en otras
patrañas, ahora con el ya mencionado polaco, Flavio Grobart, temerosos de que
descubrieran las interioridades sus viejos devaneos, conspiraciones y cambalacheos
machadistas para sabotear la revolución ya consumada en sus inicios. En un
aparte, Batista se reunió con sus compañeros de aventuras y desde ese momento,
sus colaboradores fieles y seguidores más cercanos,
—«Cada uno de ustedes, sabe a cuál unidad
militar debe dirigirse, para asumir el mando. Recuerden siempre ir con una
escuadra de soldados, portando armas largas, cortas y parque para cuarenta y
ocho horas» —señaló Batista. En tanto, Benítez y Pedraza miraron
recelosos hacia el cielo encapotado del ya amanecer»
Cuitas de un gorrión pendejo
a un cuervo sissy
Pero arrogantes, diría cualquier ornitólogo. Una
de las cuestiones sintomáticas del carácter íntimo de Welles y que ganaba
prestigio entre su iguales, se fundamentaba en que a pesar de sus flojeras de
patas era era un tipo bizarro y altanero, algo que le destacaba en la
valoración que hacia Roosevelt de su equipo. En consonancia con esa madrugada
del 4 de septiembre de 1933 y las horas cruciales que le siguieron en otra
parte de la ciudad, el elegante barrio del Vedado, un telefonema despertó a un
apacible ex-funcionario del gobierno machadista. Este gorrión bien pequeño,
naftalínico y mensajero insomne; no demoró en vestirse de ‘dril 100 crudo’ impecable, zapatos marrones de dos tonos, corbatín
carmelita y sombrero "de pajita"
Corrió y se sentó en el asiento trasero de su Packard "Phaeton" rojo (1932) y a pesar de lo avanzado de la hora, le ordenó
al chófer todavía adormilado:
—« ¡Jaime, pronto, al Hotel Nacional, rápido! ¡Porque
tengo que ver y alertar a Míster Welles, porque ahora sí se armó la gorda!»
El primoroso “Hotel Nacional de Cuba” (1930) era entonces
el lugar de residencia oficial, (provisional) de Benjamín Sumner Welles, quien
a la sazón era de hecho una especie de pro
cónsul norteamericano, cuyo poder estaba por encima del propio embajador en
funciones. Este funcionario, era el mismo Enviado
Especial del State Department, al cual, este cubano ensoberbecido con sus
primicias candentes en la ‘punta de la
lengua’ andaba en ascuas y culillos, por contarle al pro cónsul norteamericano, el último chisme de El
Asunto Cubano. Porque esas noticias, pensaba, es un desperdicio
decirlas por teléfono como pólvora
humedecida, ya sin el mismo efecto. Sino que se dan personalmente, para que el
recipiente no se olvidara de su cara y del favor, como remitente.
Esa noche, horas después ya en la tarde, allá en Nassau y antes de irse
a dormir; el hasta ayer Presidente de la República de Cuba, el ya agobiado mambí Gral. Gerardo Machado y Morales;
le confió a su esposa una cuita, que ni venia al caso de sus preocupaciones tan
altas, hoy, quizás un simple rumor carente de veracidad:
«Le
confesó el secreto acerca del por qué la altura real sobre el nivel del mar, del
Capitolio Nacional de Cuba en La Habana, era superior, decir más alto, con respecto a su homólogo, el
Capitolio de los EE.UU. en Washington D.C.»
Ella, lo miró expectante, porque no tenía la más remota idea sobre qué
le hablaba su "Gerardito"
—«Por eso —exclamó el Presidente emocionado, como quien
cuenta una travesura infantil— es que no me
importa que los yankees no me hayan apoyado esta vez, porque yo, ya se las
había cobrado por adelantado desde mucho antes. Y ahora, gústele o no, los
cubanos podemos gritar que “Cuba está por encima” ¡y que se sepa, carajos! que
el de los Estados Unidos de América»
Le dijo al concluir en tono socarrón. Pero en el
fondo, Machado estaba repleto de orgullo por la zancadilla que, un cubano como “Él”…, (según apunta la anécdota), le
puso "a los del Norte", sus
antiguos patrocinadores.
Nota: Según una
versión contentiva de lo real de esta aseveración del Presidente, apunta a que
Machado pidió a los ingenieros o a la compañía norteamericana (“Pudri and
Henderson”) constructora de la grandiosa obra arquitectónica, que modificaran
los planos de la terminación de la cúpula del Capitolio Nacional de Cuba. La
petición era con el propósito de que "el punto más alto de la cúpula
capitolina estuviera entre tres y cuatro pies por encima de su par en
Washington” En realidad la altura obtenida fue unos 304 pies de altura (15 pies
en favor del cubano) por encima del tope medido y declarado como la altura
máxima del Capitolio de Washington D.C. que alcanzó 289 pies)"
En cuanto Batista abandonó Columbia, instó a
Urría su chofer a que lo llevara hasta la planta telefónica situada sobre en la
Calzada Real (hoy Avenida 51), cerca de la ‘Parroquia
de San Francisco Javier’ de Marianao, La Habana. No quería seguir a la
celebración instada por sus compañeros, tras disolverse la reunión y disponer
de lo inimaginable para un ex-retranquero de trenes que estaba haciendo, hora a
hora, una carrera tan exitosa como increíblemente inverosímil.
Además él, no tenía vicios mundanos ni nadie le
conocía otras adicciones o deslices sentimentales reprobables. Y porque lo que
ahora pretendía, era toparse con un teléfono seguro; que no estuviera interceptado por los abecedarios, oficiosos como sus congéneres europeos, los cuales
andaban metidos en todas partes. O quizás peor, por los secretas gubernamentales.
Ningún lugar mejor que donde el jefe de la
central telefónica, su amigo Rafael, quien en su tiempo fue violinista ocasional
de la orquesta Filarmónica de La Habana y en parte, de los músicos que
ambientaban la temática de fondo del cine mudo de entonces, hasta la llegada de
audición de las películas por medio de la banda sonora del sistema ‘Vitaphón’ inventado y comercializado por
los norteamericano en 1927.
—« ¡Mi amor, estamos en alzas, ganamos! Me
hicieron jefe de todas la Fuerzas Armadas de Cuba —le enfatizó a
su esposa en cuanto arribó a su modesta casita en los altos de la panadería de
“Toyo” en la Calzada de Luyanó, en el
tono de voz que más moderado le salió—. Así que ahora,
sí prepárame los arreos militares y el uniforme de oficial completo, desde la
gorra hasta las botas. Y quiero que todo este lustroso y brillante»
—exclamó Batista, entusiasmado.
Rebelión de los oficiales, abecedarios y otras yerbas
Claro que todavía no eran los tiempos en que el
“el agua estuviera para chocolate” o del
danzonette de “¡Ponme
la mano aquí, Macorina!” para exhibir oropeles ni entonar
fanfarrias. Sin embargo, desde la noche de 4 de septiembre de 1933, Batista
percibió la necesidad de darle garantías para la vida y hacienda de los
oficiales y pidiéndole que retornaran a a sus casas y con el que ‘después, serian avisados’ Fue entonces
cuando al enterarse los oficiales de carrera, ahora impotentes sin mandos ni
acceso a las armas. Lo peor al pundonor militar. Alguien mascullo,
“… que desde ahora obedeceremos a un sargento taquimecanógrafo
simple, y que para más desgracias, se trata de un seboruco santiaguero”
Todos y
cada uno de los oficiales se envolvieron en furias y les comenzó una catarsis
de histeria rabiosa y convulsiva. No les dejaban otra opción. En menos de tres
meses posteriores a la caída de Machado, en Cuba, sucedió un cúmulo de
acontecimientos estremecedores. Uno de estos devino en la asonada de rebelión
llevada a cabo por los oficiales militares de carrera y ciertos civiles
involucrados.
Esta cólera de desprecio era usual entre las clases
militares, un mes después, condujo a los oficiales al alzamiento militar cruento.
Tras conspirar y obtener armas y efectivos, decidieron atrincherarse en el “Hotel Nacional”,
como tropa amotinada y sublevada contra del entonces Jefe del Gobierno
Provisional proclamado en septiembre 10 de 1933 por la Pentarquía;
del Dr. Ramón (née, Antolín Eulogio) Grau
San Martín), presidente designado en sustitución posterior de la propia Pentarquía. La acción de rebeldía que los
oficiales pusieron en marcha y efectuaron dos meses más tarde, resulto el 2 de
octubre de 1933.
Al rechazar las condiciones que Fulgencio Batista,
en calidad de Jefe del Ejército, les ofreció para que se rindieran de manera
pacífica, estalló el combate desigual entre efectivos del gobierno provisional
y los amotinados en el Hotel Nacional. Los gubernamentales cerraron el cerco
alrededor del hotel, donde fueron cañoneados desde tierra y mar, por tropas del
Batallón de Montañas y los marinos de dos fragatas ("Patria" y "Cuba")
apostadas en el litoral norte de La Habana. El combate duró unas horas, hasta
que los oficiales se quedaron sin parque. Al final, los muertos de las fuerzas
atacantes sumaron más de un centenar, mientras que las bajas de los oficiales
fueron un par de efectivos, ninguno por heridas de fusil, todo a causa de un
cañonazo perdido que entró por una ventana
del hotel.
Recordar que una de las ventajas estratégicas de
los oficiales parapetados (aparte de la elevación sobre la cual se erigió dicha
edificación) consistió en que entre otras adversidades de los atacantes del
hotel; estaba la ignorancia de las artes militares, al contrario de los
sitiados; acerca de los misterios de la matemáticas trigonométricos manejadas
por los oficiales y que rigen acerca del alza
y deriva del tiro (lograr la
exactitud en la puntería) de los cañones. Batista, tampoco hizo caso, ni
entendió que los oficiales eran tiradores expertos y certeros con los rifles ‘Springfield
30.06’, algunos pocos habilitados con mirillas telescópicas y que disparaban
con ventaja por estar en las alturas.
Para los oficiales, el combate les era como ‘cazar conejos’ (los soldados atacantes)
Y lo peor, que resultó para los atacantes, fue el hecho de que entre los
oficiales atrincherados se encontraba, completo, el ‘Team de Tiro Olímpico del Ejército Nacional de Cuba. Cuando las
unidades enemigas, gubernamentales, partidarias de Batista se enteraron de la
descomunal diferencia en las bajas, Batista no encontró la forma de aplacar a
los soldados; ni tampoco que algunos de los oficiales capturados fueran
fusilados o ametrallados, tras rendirse. El desastre del final de aquel
combate, devino gesta deshonorable para los atacantes del reducto hotelero.
La saga, continúa.
© Lionel Lejardi. Septiembre, 2011
lejardil@bellsouth.net
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Addendum
1...(En rconstrucción)
Serás bienvenido a mis blogs alternos:
EDC-5464/pag.
14/14