sábado, 12 de agosto de 2017

*6 «Sargento, ¿a qué esperar para comenzar la revolución?» vi/...n

*6 «Sargento, ¿a qué esperar para comenzar la revolución?»
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Se cumplen 59 años de dictadura comunista en Cuba
(Miniserie, editada según la EDC)
“Un Asunto Cubano
(En construcción)
Todo lo que somos
es el resultado de lo que hemos pensado;
está fundado en nuestros pensamientos
 y está hecho de nuestros pensamientos.
Buda

Era el “Big Boss” de turno en la verbena solariega

«Señor, un sargento llamado Batista», advirtió Welles
En el Hotel Nacional, su residencia oficial, el Enviado Especial y Plenipotenciario del Presidente de los EE.UU.; Benjamín Sumner Welles; nunca corto ni perezoso durante los días siguientes al golpe del ‘4 de septiembre de 1933’ debió responder a las solicitudes apresuradas e instancias de su casa matriz en Washington D.C.; indagando acerca de  ‘quién mandaba en Cuba, realmente’ Welles, tras un recuento de los últimos acontecimientos precipitados en la Isla tras la defenestración de gobierno de Machado por la “Revolución”; solo atinó a redactar un cablegrama urgente, tan lacónico como trascendental. Donde contestaba él a uno de los papeles similares recibido desde Washington; en los cuales se le solicitaban indicar acerca de un asunto turbio, el cual muy pocos analistas y entendidos en la idiosincrasia política cubana, estarían en condiciones de asegurar, a menos que se escuchara la opinión de Welles. Haciendo un esfuerzo, junto con los periódicos de los últimos días, Welles trajo a su mente (así le describieron) la imagen de un personaje importante de estatura mediana, de habla gutural, tendente a lo rechoncho quizás en su vejez (considerando la estructura fisonómica de las personas indiadas y algo corpulentas nativas de las islas del Pacífico), cara redonda, piel color cetrino, de boca rara y otras etcéteras, no precisamente de atractivos cinematográficos. La sorpresa de Welles le fue grata, dado que en esa figura encajaba a la perfección, el mencionado como, “Sargento Batista, adscrito al Estado Mayor del Ejército de Cuba” Exactamente ahí, es donde obtendría la respuesta.

            —«Y además —reflexionó Welles, confuso— yo requeriría de inmediato a ese ‘Intelectual Amos’ sentarlo aquí; en mi despacho, para que me vomite si quiere que lo conozca o nos conozcamos; quién carajos es Él, para llamar la atención tan reiterativa de Washington»

Batista, en el argot popular, fue visto por los resultados de su debut político; en calidad de un desconocido (que lo era, en el ámbito político) pero que por azares de la vida y las circunstancias que envuelven el Ego (Ich) de cada individual, devino líder con los pantalones ‘bien puestos’ (dijeron después, en especial, los cotilleos femeninos) Y que no por casualidad, era de pronto el “Big Boss de turno en la verbena solariega cubana. Ello ineludible ante los hechos consumados, en opinión de los políticos y no exactamente, los tildados de ‘analistas de café au lait’ (café con leche) Y quien además, en el patio cubano era el líder que impartía las órdenes al Ejército, Marina y Aviación y en lo civil, tenía ascendencia sobre políticos, funcionarios y el resto del aparato de gobierno.

 En esencia, Batista representó la estampa casi exacta, del arquetipo que el filósofo y ensayista español, José Ortega y Gasset definió en sus meditaciones: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo” Luego este ‘logo filosófico y circunstancial’ para y aquellos ansiosos acerca de la incertidumbre, Fulgencio Batista apareció como un ‘individual esotérico’ u ‘hombre circunstancial del crisol orteguista’ que mantendría por el momento (tornado años desde el principio) la paz y el orden interior en Cuba. Y así dar, a los de adentro y afuera, signos inequívocos de que los intereses extranjeros invertidos en Cuba, estaban garantizados con una mano dura.

Algo tangible por los acontecimientos sucedidos en tropel, que desde el punto de vista político y económico, no era índice nada despreciable a los efectos tranquilizantes para la cancillería norteamericana, en medio de aquel ‘revolico isleño’ El mundo criollo, según mostraban los indicadores, comenzaba a estabilizarse en ciertos aspectos de la economía con los vientos rugientes de la ya abocada guerra mundial, sonando los cueros, al doblar de cada esquina europea y asiática.

No obstante, cuando Welles volvió a leer el cablegrama de Washington, donde le inquiría que definiera quién era el verdadero mandamás y líder confiable con el poder absoluto en la Isla de Cuba, posó sus ojos nuevamente sobre lo escrito:

            —«Señor Embajador Welles, puede Usted tener la bondad de aclararle a la Cancillería, por Dios, ¿quién carajos… manda en Cuba

Welles no tuvo otra alternativa que ripostar,

            —«Un sargento llamado Batista, Señor» —señaló, en su respuesta lacónica y discreta al Secretario de Estado, Cordell Hull.

Cuando, al Presidente Roosevelt y los halcones del Potomac, fueron informados por Cordell Hull, acerca de las novedades del Asunto Cubano; el Presidente en persona, indagó por otros detalles,

             —« ¿Y por qué aun no entendemos, lo sucedido con los oficiales—insistió Roosevelt

            —«Pues, Señor Presidente, sucede que los oficiales son soldados de academia, entendidos como personas cultas, educadas y disciplinadas; decir, pundonorosas por completo. Pero, nos agobia de modo igual que él así nombrado ‘Sargento Jefe de todas las Fuerzas Armadas de Cuba, de nombre Fulgencio Batista”, se habla que el tal individuo, un desconocido perfecto, es tan paciente como testarudo y aunque le resulte incómodo a sus posaderas; porque desde su ascenso a Coronel; le ha dado la musa por permanecer sentado sobre sus diecisiete mil bayonetas. Decir, el conjunto de tropas de tierra, mar y aire que componen las Fuerzas Armadas de Cuba. Todas bajo su mando y dispuestas a seguir sus órdenes, con todo el rigor militar posible, ante estas circunstancias excepcionales.
            Yo, por mi parte, tengo una pregunta Señor Presidente, por supuesto si Usted, me lo permite —Welles, hizo una pausa y tomó aire, mientras el mandatario insinuó un leve gesto de aprobación—. ¿Estaría Usted de acuerdo conmigo, situados en esa realidad, de obviar otros inconvenientes y que Usted coincida en sugerirle, al Sargento Mayor Batista, que baje de ese asiento de bayonetas; tan incómodo? Es un gesto de agradecer por todos los cubano. También e invitar a nuestro nobel oficial, que sonría un poco más a todos sus ex compañeros de armas e invitarles a un diálogo. Y de este modo, asegurarles que Él no es más que un simple humano y no otro espadón latinoamericano ambicioso. Y que, además, no sucederá nada que los perjudique en sus carreras brillantes, puesto que todos, civiles y militares andan en marcha por el mismo camino, preocupados por el Asunto Cubano »
           
Welles soltó el sarcasmo y el Presidente Roosevelt, carraspeó, se rascó el pelo ralo y quedó observando a través del encristalado, un solitario cerezo japonés plantado en los jardines que corrían a todo lo largo del bulevar de la Casa Blanca, regalo del Mikado (Shōwa) japonés. El mandatario no necesitó más de quince segundos para entender la insinuación certera de Welles.

            —«Sí. De acuerdo. Pero le advierto que mi parlamento será escueto y sin rimbombancias. Apostemos a que ese Coronel Batista, nos entienda y mantenga la paz y calma con sonrisas y no con sus bayonetas. Entienda Usted, Welles, que no podemos arriesgarnos a que el Asunto Cubano se torne una “aldaba sobre aldaba” ¿Me hago entender?—. Apuntó el Presidente, aunque imaginó en Welles una especie de mohín por no haber captado bien el acertijo de la última expresión y añadió,
            —«Digo, una revuelta cuartelaria de las clases y sargentos sobre la otra de estudiantes, opositores y políticos que barrieron el piso con el ancien régime de Machado y que nos ha dejado una estela de horribles linchamientos y saqueo de los domicilios gubernamentales. Digo, señor Welles, porque no debo reiterarle que los capitales se asustan. Mire por donde andan los papeles de Wall Street. Sería un desastre para mis electores. Por eso le digo que Sí, y coincido con Usted, Míster Welles» —. Acentuó Roosevelt con énfasis, a fin de que ‘de una y por todas’ su enviado no albergara dudas.

Este parlamento tornose doctrina del plan general del New Deal puesto en marcha por el recién estrenado Presidente de los EE.UU. y para Welles una decisión histórica a correr en los tiempos siguientes y de paso, adquirió tono pericoloso de advertencia escalofriante para la realidad de los otros colaboradores. El nuevo líder militar mencionado como el hito actual, ajeno al intercambio epistolar —lo cual tampoco le importaría, el saberlo—; ya de manera precavida, se enfrentaba a las artes de la Geometría, Física y Trigonometría. Además, se ufanaba en entender y poner en práctica, los misterios manejados por los oficiales de academia, respecto al alza, mira  y deriva colimantes del ángulo de tiro y otras bien andanzas de los cañones (especialmente los de montaña), entonces arriados por mulos y con los cuales cercarían días más tarde a los oficiales complotados en el Hotel Nacional, incluyendo naves marinas de guerra, de superficie.

El líder castrense, Batista, intuía latente que más tarde o temprano, algún tipo de encuentro o enfrentamiento inevitable e inmediato con la facción (no estructurada como tal) de los oficiales de academia, ahora cuasi arrinconados y conspirando patriotismos, por supuesto desarmados, en contra del gobierno de facto, decir la Pentarquia creada el 12 de agosto y el Triunvirato posterior conducente al gobierno del de Grau-Guiteras y Batista surgido el 4 de septiembre del mismo año. Muchos estimaban y no con mal tino, que el gobierno revolucionario; el que fuese en ese momento; habría de enfrentar a quienes se alzarían contra del poder establecido a inicios del octubre siguiente. Este mes, agosto, fue siempre un período tormentoso para todos los bandos cubanos y llenos de presagios y esperas.

¿En qué puedo servir, a quien debo obedecer?
 —«Y digo así, humilde—, porque llegan rumores, y quien mejor que Tú, sapiente del inigualable “choteo cubano” Seguro que leíste el artículo de ese nuestro profesor de la universidad acerca del “choteo”1*—. Sí hombre, lo sé y dispensa mis ligerezas irrespetuosas—. Apuró Carbó, dirigiéndose a un Batista, parado frente a él y cuadrado en atención—. Ya sé que eres el “Sargento Mayor Jefe de todas las Fuerzas Armadas de la República de Cuba” Tal fue lo acordado en la madrugada del cuatro de septiembre de mil novecientos treinta y tres. ¿Vale?

Un hecho, de los tantos transcendentales que rodearon la vida de Fulgencio Batista, aconteció la tarde de septiembre 8, 1933; motivo de la visita. Cuando el Secretario de Gobernación, Sergio Carbó, recibió al Sargento Mayor Batista el cual se mostraba quejoso de que los oficiales de academia; quienes como era lógico deambulaban entre el bando de los desafectos al nuevo gobierno revolucionario surgido el 4 de septiembre anterior; no le prestaban caso ni le obedecían, argüía Batista a su jefe inmediato. Ello, por razón de ser en la escala social del poder de mando militar, para los ajenos, "un simple Sargento taquimecanógrafo" Para cualquier observador ecuánime, tal nimiedad aparente, achacada a la condición humana, no existe.

Carbó, después de escuchar los argumentos de Batista, reflexionó por unos instantes. Batista se arregló la guerrera, los arreos, armamento reglamentario y volvió al ataque con otras quejas. Por entonces existían bajo el “plan pijama” un parque humano de unos” ‘5 Coroneles de academia, algunos quizás también mambises” como ex-oficiales de más alta graduación, que el propio Batista. Estos oficiales, bajo condiciones diferentes al estado de cosas tras la defenestración de Machado, devendrían la cantera ideal para elegir un Jefe de todas las armas del Ejército de Cuba. Pero, ese grupo estaba anulado, temporalmente.

            —«Es penoso, señor Secretario —desbordó Batista a Carbó—, pero el gobierno revolucionario debe hacer algo, antes de que sucedan males mayores. Los oficiales hablan de un complot unido al alzamiento y de otras cosas por el estilo»

Le anunció Batista con expresión y pose de victimado, a un Carbó expectante frente al cual se encontraba el soldado en cuyas manos descansaba la seguridad del gobierno revolucionario. Cierto que Guiteras, no podía ver a Batista, ni en pinturas

Fue entonces que sin esperar una rápida espontaneidad del ministro, Batista quedó no menos que anonadado y sin ánimos de deglutir, cuando escuchó nítida la propuesta del ministro. Le pareció a él mismo, como si tuviera atragantada en el gaznate, una semilla de mamoncillo.

            —«Entonces, te nombramos General y..., sanseacabó» —disparó Carbó, estampando en su rostro un rictus de jocosidad donde no intervino la expresión de sus ojos. Porque además entonces, el grado de "General" no existía en el Ejército Constitucional de Cuba (aunque se mantenían en los cargos protocolares de los probados en ser veteranos genuinos en su ascendencia mambisa)

            —«Por favor, señor Ministro, no me entienda mal. Eso es demasiado y la cosa, no es para tanto. Correrían rumores de irresponsabilidad por parte del gobierno», —apuró Batista, balbuceante por la sorpresa con la respuesta de Carbó, que creyó una broma al caer en la trampa del Ministro.

Su expresión vino envuelta con el aire modosito de un sustancioso "non queiro, non queiro, pero échamelo en el sombreiro" Carbó miró de hito en hito la guerrera impecable, las botas brillantes como las de los oficiales, confeccionadas con piel de cochino y adornadas con espuelas, el sable, la pistolera y la enorme gorra de plato que sujetaba en sus manos, sin saber dónde colgarla. Todos unos arreos relucientes. Después le anunció:

            —«Entonces, no estará mal para fungir de oficial, amigo Batista. Pues, entonces, te haremos Coronel —sentenció el Ministro y agregó irónico—: Ah, y para el bien de tu bitácora militar, tú sabrás que pondremos en la hoja de los 'por cuantos’ del ascenso, esta promoción será en virtud de tus "méritos de guerra al servicio de la patria" y el resto de las otras etcéteras acostumbradas. Y que tenga Usted muy buenas tardes, Coronel —sentenció Carbó, quien se puso de pie, le extendió la mano a Batista y continuó con sus papeles.

Batista, incrédulo ante la suavidad complaciente de Carbó, se sintió ser alguien. Se cuadró, respiró profundo y saludó militarmente al funcionario que, sin pedirle nada a cambio; ni siquiera lealtad; ello le resplandecía su orgullo, por el premio a su decisión en el mitin, que defenestró a Céspedes, el Presidente Interino . Porque entendió, que reconocerle sus méritos sin el llamado de ese periodista a una revolución, un civil sin armas. Batista, en un instante de desconfianza guajira, asumió que Carbó en algún momento le requeriría en pago, algo a cambio.

             —«Pues que así sea, Señor Secretario, y le agradezco —asintió Batista, balbuceante de la emoción—. Gracias mil, Señor Secretario, ni yo ni mis hombres, lo defraudaremos. Adiós Señor y gracias mil»

 Entonces Batista dio media vuelta, a lo militar y salió de la oficina como ‘bola por tronera’ Y no brincó de gozo, en aras del protocolo.

"Coronel, coronel, coooñó, yo coronel!"
Así se repitió Batista en sus adentros, repleto de gozo, ya fuera del viejo edificio de la Secretaría de Gobernación, la más poderosa e importante de la época, pues era lo máximo de poder en la escala administrativa. Tanto el Ejército con todos sus cuerpos, así como la Policía y otras dependencias les estaban subordinadas. Batista vio a lo lejos, las líneas inconfundibles de su flamante cabriolé Hispano-Suiza de “12 cilindros en línea”, lo último de la moda y se golpeó la bota de oficial con su fusta, repleto de alborozo.

«Pa’sue'copeta», farfulló de corrido Batista, ya en la calle, después de la entrevista con Carbó. Ya se imaginaba con su vestimenta de primera línea en los hermosos salones de los clubes y embarcaderos de yates de lujo, de la Playa de Marianao. Repleto de solazaduras y contentos. Entraba lleno y con el pie derecho, en el Primer Mundo. Y pensando en términos de política internacional, advirtió el ahora Coronel, que en cierto momento, estaría impelido a escoger el ala bajo la cual se cobijaría Cuba en los años próximos. Alas de otros líderes mundiales antagónicos entre sí: decir, demócratas, realistas, comunistas o fascistas, cuando se desconocía cual bloque saldría victorioso, los demócratas Aliados o los totalitarios del Eje.

            « ¿Sabe usted Coronel —le sopló el ayudante desde el timón del carro blindado, ya enterado del ascenso—, cómo le dicen a Usted en voz baja, algunas damas y damitas de la high?»

            «Pues, claro que no, Urría. Haber, dime, ¿cómo es el apodo?

            «"Mulato lindo"» —contestó el cabo y aguantó la respiración, en espera del chaparrón, encogido como un pirulí en su asiento.

            « ¡Vayan pa'l carajo esas mujeres. Que yo tengo que trabajar!» —exclamó el nuevo Coronel.

            Batista sonrió incrédulo y medio que vanidoso, porque damas tan finas y de altas alcurnias, hubieran posado su mirada sobre él, quien en su pequeña patria de Banes —no muy lejos del Birán natal de los Castro, sus archienemigos familiares—, arrancó trabajando como un ferrocarrilero, en funciones de retranquero y que ahora estaba en la cúspide.

          —«Coño, y vaya pa’l carajo, porque todo mi camino ha sido cuesta arriba. Y dale ‘con las que cantan y no ponen'—, exclamó Batista de nuevo, sardónico, pero ya en Palacio como habría hecho también Machado en sus buenos tiempos y agregó—, ya empezaron con los jodidos nombretes. Pero eso lo arreglaremos con frac y pechera, claro, si me admiten como socio en "The Havana Country Club Park and Lake"»

            —«Mi Coronel, —le apuntó Urría, chicharroneando (adulando) quien a la vez era su edecán y guardaespaldas, temporalmente—, su inglés es impecable, primoroso. Y de que va a entrar allí, Seguro»

Elisa Godínez, entonces la esposa del ahora Col. Jefe del Ejército de Cuba, esbozó una sonrisa irónica, tenue. También cargada de orgullo, y susurró mientras continuaba tejiendo el tapete de crochet.

            —«Este guajiro-macho mío, bien que se las trae»

Batista captó la frase e ignorando a Elisa, le dijo a Jaime, el nuevo chófer para que ella lo escuchara,

           —«Eso no es nada, Jaime. Deja que aprenda a bailar el "Charleston" —dijo en medio de euforias, como una de las tragedias de como la mítica "punza' del guajiro" O, tal vez como el "Chicharito" el cómico radial.

Exactamente, esa era una de las tantas cosas lejos del alcance cultural, social y político del ex sargento. Porque al final, cuando Fulgencio Batista y Zaldívar fue Presidente Constitucional de la República de Cuba (1940-1944), —sin importar su etnia o linaje y por derecho—, sería reconocido como socio honorario de todos los clubes sociales de la isla. Aun los de más alto rango. Y no por su gusto, sino porque le correspondería la membresía de manera automática, de hecho y derecho, por ser un privilegio inherente a la Dignidad Presidencial.

            Alrededor de 1941, camuflado entre las leyes de la guerra (II Guerra Mundial), Batista ascendió a sus oficiales de rango alto en todas las ramas de las Fuerzas Armadas. De donde no pudo reservarse para sí mismo el de "Mayor General"

            Con ello, no alcanzó otro de sus sue que se le antojó, inaccesible: equipararse con el prestigio alcanzado por el épico Mayor General del Ejército Libertador de Cuba, el insigne dominicano Máximo Gómez Báez.

            "Una locura, una locura impensable", reflexionó.

            La Revolución del 4 de septiembre de 1933, por la que clamaron y lucharon los cubanos de la "Generación del 30", se fue desvaneciendo más tarde entre amenazas de la guerra, cuyos primeros disparos se escucharon en la 'Guerra Civil Española' (1936-1939) entre republicanos comunistas apoyados por la URSS y falangistas leales, apoyados por la Italia fascista y la Alemania nazi

En Cuba se sucedieron gobiernos y elecciones democráticas y libres, con el visto bueno de los militares, partidos políticos democráticos (incluyendo los Comunistas, oportunistas de la legalización) y los EE.UU. ya en gestiones para fundar la coalición de "Los Aliados" en contra de los países del Eje de Acero Hasta que en 1940 los líderes, políticos y cubanos notables; se dieron cita con ayuda del gobierno en funciones para discutir y confeccionar la Nueva Carta Magna de la República de Cuba, "La Constitución de 1940" 

En la misma solo se permitía un solo término de elección y se prohibía la reelección de un mismo candidatoTambién, en la Cuba de 1940 existió el pluripartidismo, se prohibía el partido único, el voto era libre y secreto. Era imposible  que existiera un candidato único por más de un periodo de 4 anos, ni que un candidato se paseara presidencial por el gobierno durante 60 años o mas, bajo la férula de un solo partido con candidatos impuestos de dedo desde las esferas más bajas hasta las mas altas, y sin otras opciones para el cambio del sistema comunista por otro. 

Sin embargo, en medio de los estruendos europeos de la II Guerra Mundial, los cubanos continuaron desgarrándose con alegría entre las diferentes facciones políticas (así es la democracia), por decenas de años, hasta la llegada fatídica de los comunistas al poder en 1959, cuando instauraron una dictadura totalitaria y férrea, sin cambios, hasta la fecha actual.

            Lo otro, que vino más tarde, a partir del infausto coup d’État del propio Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952 y su consecuencia seudo marxista anti histórica; execrable y demencial actual; unida a la sobrevivencia del pueblo cubano para lograr un devenir respirable; a causa del infausto 1 de enero de 1959; cuando una archi denominada Dictadura del Proletariado” (Comunista)” fue instaurado en Cuba sobre cada ciudadano, bajo el liderazgo del Dr. Fidel Castro Ruz y sus seguidores.

            Esta conspicua camada de revolucionarios del nouveau style y asentados en un lecho de bayonetas mórbidas, desdibujadas con tétricas iluminaciones bíblicas ridículas, a fin cosmetizar y justificar otra filosofía totalitaria contemporánea con son la fascistas (el populismo de la izquierda) o la jingoísta (tal la expuso George Holyoake) Ceguedad política concebida como especia rara de proto marxista tropicalizada a la fuerza y decrépita ya desde sus inicios en 1917. Advertirla en el mismo cono volcánico infernal donde fue fraguada, todos los cuales parecieron destinados a cumplir una tarea, trascendental: destruir de manera minuciosa, las riquezas, libertades, derechos, democracia y los Altos Principios, honor y soberanía de toda la nación cubana, acumuladas durante 4 siglos. El resto, devendría en los residuos de la historieta teatral actual, aún en desarrollo, hacia el vertedero definitivo de las alucinaciones históricas redactadas por simples aprendices de bachilleres.

            Ayer, el “Líder Máximo”, Dr. Fidel Castro Rus; en unión de su hermano Raúl, aún continúan imbricados contándose cuitas de ultratumbas. Bajo un bochornoso santiamén eclesiástico del sacerdocio local, mientras sus componedores de bateas, de la 'zurdera dinástica' se declararon dictadores vitalicios de Cuba. Ambos, prosiguen su existencia envueltos en sus alegres errores, aunque no del todo plácidos. No les importó pasar a la Historia de Cuba torcida a través de las plumas envilecidas de sus cronistas, copycats de embelesos e historiadores, quienes les ponderan como reyezuelos del mercado corriente de "slaves for rent or sale", decir, sadimes populistas a la inversa.

            Es que todo no es justo reducirlo a disfrutando de lo que ellos llaman a su manera, "una merecida vida muelle" o sea, de la que siempre pluguieron en unión de su séquito de entes quizás eméticos. Ellos y sus cómplices todos absolutamente divorciados del pueblo sufriente a causa del boato y magnificencia de la aristocracia partidista que soporta la autocracia comunista. Un régimen sin fin, cuyo mundo transcurre sin sensación de culpas, penas, remordimientos y ni tan siquiera, asomos de compunciones freudianas por sus pecados irredentos. 

Hoy, tratan desesperadamente de encontrar puerto seguro en el "capitalismo de estado" al estilo ruso actual donde todas las supuestas empresas libres, pertenecen a un dueño único: el sempiterno Líder Máximo de turno. Ese personaje en Rusia, el voivoda o Kulak, es el benemérito "Vlado" Putin. Una buena parte de los escépticos observadores de "El Asunto Cubano", coinciden en que el adherirse al "capitalismo democrático" es ese viejo pero exitoso sistema socio económico, reside la única solución a vistas.  

            En su soledad, cuentan desconcertados los babalaows del Palo Monte Mayombe que durante las noches entramadas con lunas lorquinas y trajines de los habituales plagios de teatristas brechtianos; dicen que a ambos líderes le asaltan incesantemente revoloteos de brujas, escapadas de las últimas catorce “Pinturas Negras explotadas por el Delírium Trémens de Goya” Pero ellos dos, se deleitan mirando 'por siempre jamás' durante horas inacabables, la obra preferida de su extensa pinacoteca, el “Neptuno devorando a su hijo”

            La saga continúa.

© Lionel Lejardi. Septiembre 4, 2010
lejardil@bellsouth.net
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Addendum
(En construcción)

1*.     "Indagación del choteo" (Conferencia). Revista de Avance, La Habana 1928, 88 págs. 2ª ed., La Verónica, La Habana 1940, 82 págs. 3ª ed. rev., Editorial Libro Cubano, La Habana 1955, 58 págs. Re-impresiones de la 2ª edición: Mnemosyne Publ. Co., Miami 1969, 82 págs., y Comité Cubano Pro Derechos Humanos, Madrid 2005, 79 págs.

2.         "Técnica del colpo di Stato" (La técnica del golpe de estado) de Curzio Malaparte, 1930; o también "The man on Horseback: The Role of the military in Politics" (El hombre a caballo: El papel de los militares en la política) de Samuel Finer.

 3.     Jingoísmo, un hipocorístico coloquial del nombre de “Jesús” (supuesto el “Jingo” vasco), usual en Inglaterra desde finales del siglo XVII. Después una canción popular en los pubs ingleses del siglo XIX Todo, en alguna forma vinculado al secularismo y otras variables, a partir de los punto de Robert Owen, regodeados por los socialistas fabianos y otros. 

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