sábado, 15 de septiembre de 2012

.George Orwell, su "1984", Neo, Trinity, Morpheus y la insinuante celda 101

.George Orwell, su "1984", Neo, Trinity, Morpheus y la insinuante celda 101
Se cumplen 53 años de dictadura comunista en Cuba
Sin la venia ajena

“Por años, todo pensamiento político
ha estado viciado por lo mismo.
La gente puede prever el futuro
 sólo cuando coincide exacto
 con sus propios deseos,
y los sucesos más obvios
 pueden ser ignorados
 cuando no son bienvenidos”
George Orwell

Literatura de ciencia-ficción: ¿utopía, distopía o ucronía?  

  Capítulo I

Neo, siguió al conejo
Cuando Neo despertó por el sonido de la música en sus audífonos y otros ruidos extraños, comenzaba el mensaje de un tal Morpheus desplegado en el monitor de su ordenador. Entonces, sin imaginarlo, se desatarían las sorpresas sucesivamente. El puntero seguía destellando allí y él no tenía la menor idea de quién era ese Morpheus, que le instaba con el aviso de,

            ― "Despierta, Neoni de qué mierda era eso deMatrix ya te tiene o Sigue al conejo blanco”.

            O también el knock, knock, ¡Neo!”, inexplicables; donde le indicaban que alguien estaba a su puerta.


            Lo despabilaron dos toques reales, fuertes, como de recios alguaciles hialeahienses o de los mismísimos publicanos, en tiempos de Roma. Cuando entreabrió cauteloso, Choi "el pelirrojo", estaba allí con otros tunantes de la banda de dipsómanos, todos noctámbulos.

            Sólo que el más asombrado pareció ser el mismo Choi, quien parado frente a la puerta con el puño levantado y los nudillos prestos a tocar, permanecía inmóvil como una estatua de sal y con su cara de “yonofuí” mirando absorto el número de la habitación de Neo, el 101.

            Por cierto que Neo era un hacker y por lo tanto un marañero empedernido, que no se asombraría de que los federales vinieran a cargar con él.
Ritratto dela princessa
 Marthe- Lucile Bibesco
Giovanni Boldini (1910)

            —Yo —refunfuñó Choi, temblorosono he golpeado la puerta, escuché los toques y tú eres quien abre.

            Choi y Neo intercambiaron dinero por disquetes de softwares con información hurtada de sitios sensibles de Internet. Choi miró a su amiga y le preguntó.

            — ¿Hey, Dujou, qué tú crees, si lo llevamos con nosotros?

            —Sí —replicó ella, excitada y sonriente con su pequeña cara de loba seductora y el cuello repleto de aros plásticos abrillantados y de diámetros diferentes.

            Las piezas del abalorio, fueron montadas colocando los aros los unos sobre los otros, dibujaban alrededor de su cuello el perfil de las torres de enfriamiento de las centrales eléctricas térmicas.

            No eran simples adornos, sino que estaban dispuestos para dar la ilusión de estar sosteniendo la cabeza de una persona distrófica. En realidad, el conjunto era como los de las mujeres zulúes para alargarse el cuello, aún más de lo natural.

            Se trataba de una simple moda para estar à la dernière. Y así, Dujou se colgó de los hombros de Choi en pose lasciva, dando la mitad de la espalda a Neo.

            La muchacha era de figura estilizada como las de esas hetairas transparentes del Biscayne Boulevard miamense, las falenas deslumbrantes del Pigalle parisino o quizás; como arpegios vibrantes de poetas simbólicos ya muertos y lapidados; las esforzadas cubanas ingenieras y médicos emblemáticas del jineterismo oficial.

            Ellas pululan Rampa arriba y Rampa abajo, pisteando por la Zona Rosa (de tolerancia) habanera; con sus tres eternas "semis": descalzas, hambrientas y desnudas. Las tres medallas representativas de los arquetipos cumbres de la retorta socialista. Pero eso, a los "agentes matriciales" que andarían a la caza de Neo, les importarían tres cominos.

            Ellos, los comisarios, filiales de "Matrix" dicen que no lo son; pero no disponen de otros ejemplares exitosos dentro del zoo comunista; para mostrar que ellas no simbolizan los tristes especímenes, como ejemplares de la "Mujer Nueva".

            Porque en la elaboración del pretendido "Hombre Nuevo", el arquetipo les salió, como al del "Aprendiz de Brujo" (L'Apprenti sorcier); una "cosa" disforme, especie de alien del rag urbano, el polimorfa láctico al estilo de "Baby" Lores".

            Dujou aspiró profundo y con lo más sedoso de su voz, agregó provocativa,

            Seria novedoso para la salud el grupo. En especial nosotras, las insatisfechas —y sonrió sardónica, con expresión provocativa. Choi la pellizcó con suavidad.

            —Eres una puta, mejor, una recontra tataranieta de puta. Tu, no tienes arreglo, Dujou   le susurró Neo en la oreja, al tiempo que ella continuaba sonriéndole. Lo hizo, de manera que sólo ella lo escuchara.

            Neo quedó en suspenso por unos segundos y miró a Dujou, como si ésta fuera un volcán sensualoide que destilaba por cada poro de su cuerpo, miriadas de femonas olorosas, enloquecidas y saltarinas, que le fluían en tropel hasta por las orejas.

He ahí el conejo
Fue entonces que Neo advirtió el conejo blanco tatuado en la espalda desnuda de la muchacha, a la altura del hombro izquierdo y se erizó. Ahora vio con más detalles los excesos de maquillaje sobre sus rasgos faciales que indicaban una mezcla rara de mestiza, mulato-tailandesa.

            — ¡Que diablos, es el conejo blanco! —masculló Neo, asombrado, y abrió los ojos desmesuradamente.

            — ¿Vamos, "jerk"? —le instó Choi, sin escucharle, expectante.

            —Andando, pero sólo estaré un rato advirtió Neo, todavía embelesado, cuidadoso para no hacerles un desaire.

            Otras de las muchas cosas que aún no sabía el hacker era que su "rato" no seria tal, sino la agonía de un paréntesis que se abriría eterno, al que sin ton ni son penetraría, absorbiéndole toda su vida somnolienta.

\           Y que además le sumergió en un deleite estremecedor, sobrevenido insondable y del cual no se podría evadir. Es que conocería a la deliciosa Trinity, la espada etérea, audaz e inexorable, lugarteniente de Morpheus.

La celda No. 101: ¿insinuante, excitante o envilecedora?
Todo, porque el 101 era el mismo número de la celda especial de tortura dispuesta por el "Gran Hermano"; para la destrucción mental (los comunistas la denominan “destrucción  paramétrica”) y desinfección anti virus del orgullo y amor propio, individualismo y el coraje personal. Es el ritual conocido en sus jergas particulares como "lavado de cerebro".

             También un emético clásico, el aceite de castor (palmacristi o ricino, el cual  a Mussolini y sus represores gustaban de aplicar los inconformes con el fascismo, después, los comunistas lo utilizaron) y que del mismo modo se le suministra a los inconformes con el paraíso ofertado por Matrix.

            Utilizado de manera similar, para borrar e inter confundir al Id y al Superego por medio de la evaporación sublimal de la voluntad y además, para reprogramar los estamentos mentales del Ego, acorralado con el desmonte y destrucción total de la personalidad.

            Un succès verdadero, montado por los comunistas a los fines de reeducar a los enarboladores de la verdad; opositores o renegados; en nombre de la doctrina proto marxista del “Gran Hermano”, lo cual sucedería según predicciones literarias marcadas en 1948, corriendo el año 1984.

            Ello devino durante la Guerra Fría, a finales del siglo XX; en un intento no exitoso de los partidos marxistas diseminados en el ámbito global, cuando decidieron remodelar y cosmetizar las truculencias de sus respectivas policías políticas locales (gestapaks), tal si fueran retiros monacales para el solaz y esparcimiento de monjes cartujanos.

            Aquellos infelices que no eran más que prisioneros estrujados, despedazados y empalados con la verga policíaca del tentetieso. Todos ansiosos de las buenas nuevas y aleluyas del sacratísimo mensajero del Thor zurdo, el "Gran Hermano".

            Entonces, eran los tiempos en que las pesadillas de otro dictador, Adolph Hitler, de calzas iguales a las del “Gran Hermano” bolchevique; su antecesor; porque el "bello Adolph" aprendió de los bolcheviques, las técnicas del desvanecimiento de los enemigos del III Reich en los campos de trabajo forzado.

             Las también aunque peculiares "Animal Farms" nazis, al estilo nibelungos.

            Unas alucinantes experiencias, fortalecidas con los experimentos nazis, las cuales los rojos permearon más tarde a sus satélites —hasta entrado el siglo XXI—, le dieron al teutón por castigar con torturas hasta la muerte y posterior taxidermia, a los “pecadores mortales”. Es decir, de cualquiera que les aplaudiera con fervor.

            Todo ello, en función de la curvatura de la nariz, conformación craneana, ángulos faciales, grosor de los labios, cuadratura mandibular, pantalla de las orejas, color de la piel, religión, deformaciones, discapacidades físicas y mentales, aberraciones sexuales contra natura, lengua materna, etc.

            Aparte, considerar las evaporaciones definitivas en el caso de los judíos acusados injustamente de matar al Cristo, todos los cuales eran pasaportes seguros para ser torturado y asesinado a sangre fría de inmediato, antes de pasar a los crematorios.

            A Choi todo aquello le sonaba familiar y le recordaba una vieja novela de ciencia-ficción, entre las otras de consulta obligada como referencia; titulada "MIL NOVECIENTOS OCHENTA Y CUATRO", escrita por un inglés: George Orwell.

            Fue cuando Choi elaboró su Tesis de Grado en la Universidad, la cual tituló: “La Comunicación inter personal entre los entes de planos físicos virtuales, en consonancia con la Teoría de Cuerdas”.

¿Sabe alguien si es "Orwell" o "Freeman"?
La obra en cuestión, fue un éxito tremendo y resultó premiada a mediados del siglo XX, concluida la IIGM. Obvio que el autor no podía saber las consecuencias acarreadas por esa, su novela, un bocadillo futurista que se convertiría en su "Canto del Cisne" magistral, aunque prematuro al paladar de los torquemadas del erial comunista.

            La obra “1984" fue un relato escalofriante emanado de la pluma fértil del escritor, periodista, crítico literario y ensayista británico; Eric Arthur Blair; cuyos pen names ya en calidad de escritor profesional, fueron “George Orwell” y “John Freeman1, nacido el 25 de junio, 1903 en Motihari, Bengala (Bangladesh) en la India.

            Dicha obra, muestra una destilación refinada de la ordinariez bolchevique, a partir del instrumento nazi represivo en toda su magnitud maquiavélica. Un copycat sublimado retomado por los marxistas.

            Resulta curioso: Orwell se compró un perrito faldero al que bautizó “KMarx”), de la antaño estrategia sociópata de represión social adjunta a la reglamentación de la “sincronización” (Gleichschaltung) hitleriana.

            O sea, la puesta en marcha de la estructura represiva de la policía política; dispuesta para la aplicación masiva y aplastante del terror psicológico, cruento, inexorable y permanente, sobre la población indefensa arrinconada entre sus miedos.

            Porque tras desaparecer el III Reich, los comunistas tomaron la batuta de la represión contra los ciudadanos fueran o no, opositores o disidentes. Debía ser la sociedad entera pendiente del terror estatal y del partido.

            Tal libro por su excepcionalidad, está considerado entre los 100 mejores del siglo XX. En esencia, este amante de las letras ciencia-ficcionales y distópicas, entre otras no menos controvertibles y que, finalmente, fue reconocido por el sobrenombre de “George Orwell”.

            El nombre el nombre, se especula, está relacionado con uno de los reyes ingleses, George, y el apellido, al río de homónimo que atraviesa el condado de Suffolk, en Inglaterra) luego dicha obra viene a colación en su calidad de la exposición de una letra de ficción futurista tan virtual (por su anticipación) como real.

Golem, ese homúnculo alquímico, "heteronosesabequé"
También por la crudeza trágica dada la existencia de ese Golem (homúnculo alquímico) de cuando el Génesis hebraico de la desesperación ciudadana, la gerusia totalitaria no demoró en crear un silogismo arropado con las multi premisas del “Hombre Nuevo” en cada una de las dictaduras comunistas.

            En el caso de Cuba, fue un cripto maltusiano engendro aun no nato del onirismo castrista, un ente confeccionado con pedazos de cadáveres unidos a martillazos (es una forma peculiar de los alquimistas zurdos para soldar partes humanas) con ripios de zergs diferentes, oxidados entre las manos delicadas y siempre fructíferas de las comunistas hembras de la horda.
           
            Se trató de crear en laboratorios y retortas un hombrecillo copia espeluznante de las sociedades armadas en todas las satrapías europeas y asiáticas, succionadas en calidad de satélites de la URSS e instauradas durante la Guerra Fría.

            Incluyendo las de nuevo corte populista, unos desgajes de payasos y payasas totalitarios o en vías de serlo; como son las troqueladoras de las dictaduras izquierdistas recicladas del Caribe, Centro y Sudamérica. Si viéramos lo fácil que es el confeccionarlas, pues se trata de juntar un montón de basura humana y prensarla.

            Cierto, sin que faltara en el vodevil el fósil cumbre de la Guerra Fría, el buque fantasma de la Animal Farm de la rumbita fracasada por excelencia durante el interregno entre ambos siglos; el régimen comunista del Dr. Fidel Castro Rúz.

            Se trataba de un líder indiscutible reinante en Cuba bajo los sables de su clan y otros miembros de la secta exógena (Amici delle cheerleaders), desde 1959.

            Es que pocos pudieron suponer que al final de la sexta década, toparían con un Hasper Lee generoso, matando mockingbirds a diestra y siniestra, al estilo inconfundible de los anti derechos.

            Todo ello devino en la tragicomedia coincidente con el diferendo Este-Oeste, la confrontación entre las democracias y los totalitarismos, que se identificó con la línea virtual fronteriza que separó ideológica y políticamente la libertad occidental radiante de la opresión oriental oscurecida, en los territorios insertados detrás de la denominada “Cortina (o Telón) de Hierro”.

            Es que la libertad moralizadora no es, simplemente, una sarta de ajos, cruces papales y balas de plata para el vampirismo de los licántropos zurdos.

El chiste cruel de un 1984, al revés
El “otro yo” de George Orwell fue un socialista amante de la libertad plena, de ideas políticas y económicas democráticas, anti totalitarias a carta cabal, el cual luchó en la Guerra Civil española (aunque del lado equivocado, el republicano), tal le sucedió a tantos jóvenes embelesados con las historietas bolcheviques.

            Este detalle le impidió en cierto momento ser tomado por el Servicio Exterior británico dado que entonces (y ahora) se consideraba a estas personas lo que ellos denominan “internacionalistas”, como fellow travellers de la monserga bolchevique. Tal sucedió después con picaruelos tales como Charles Chaplin (incluyendo sus polluelos descendientes) y otros vividores que pacen orondos bajo "capitalismo salvaje".
            Desde el rumbo traidor tomado por la Revolución Rusa de 1917, bajo la dirección de Stalin y sus secuaces implantando el totalitarismo comunista; fueron muchos los intelectuales y socialistas honestos decepcionados con las mentiras bolcheviques.

            Orwell tomó parte de esos decepcionados de la “Generación Perdida” inglesa (es un tropo, en relación con sus iguales contemporáneos intelectuales norteamericanos) con la línea política bolchevique, las atrocidades ejecutadas por los comunistas rusos, los partidos y gobiernos adheridos, enceguecidos, al Comintern.

            El Comintern (la Internacional Comunista o la III Internacional Comunista, fue creado por Lenin y el Partido Bolchevique); la cual en teoría agrupaba a todos los partidos comunistas del mundo, adheridos a la filosofía marxista-leninista liderada por los bolcheviques, a fin de extender la denominada “revolución rusa mundial” al resto del planeta.

            Un chiste cruel, que por su maridaje entre la perfidia y la avaricia, costo a la Humanidad (hasta ahora contabilizadas) unos 100 millones de víctimas.

            Entonces, Orwell dedicó el resto de su vida a promover la democracia, la defensa de las libertades, derechos humanos y los principios teológicos y humanistas de la civilización judeo-cristiana occidental. Sin olvidar poner en jaque a sus lectores, con sus novedosos puntos de vista.

            Se especula que el título “1984" de la novela de George Orwell, provino del año en que de terminó el libro (1948), pero con las dos últimas cifras (48) al revés del año (84).

            Los analistas e historiadores, por su parte, estimaron que de acuerdo a la vertiginosa velocidad de la expansión del mundo comunista, el desastre total material, espiritual, moral y teológico de la Humanidad; tras la resaca cruenta de la pos guerra (IIGM) y según Orwell; sobrevendría cuando el totalitarismo comunista triunfara en el ámbito planetario, pasados unos 30 años, o sea, eligió el 1984, que en numerología es el 4. Una cifra en la que hay que pensar.

            El triunfo de las huestes comunistas de Mao-Tsé-Tung en China contra el gobierno republicano de Chiang Kai-shek, quien lideraba el Kuomintang, literalmente “Partido Nacionalista de China”, desbalancearon la correlación de fuerzas mundiales.

            Los movimientos nacionalistas árabes, indochinos, Pacífico Nororiental y africanos; condujeron a la hipótesis de que irremediablemente, las hordas marxistas-leninistas conquistarían el mundo civilizado y democrático.

            Estamos en el momento en que la Humanidad se dividió en dos filosofías hegemónicas que campearon por sus respetos en la pos guerra (1948); las democracias lideradas por los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU) y los totalitarismos comunistas nutridos a la fuerza (con nombres diversos), cuyos hilos yacían en manos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

            ― ¿De donde retorno?, inquirió Neo. Mientras le retiraban el alimentador conectado a su nuca.

            ―Bienvenido. Solo que vuelves al mundo real ―le advirtió Morpheus. Quien sonrió y se ajusto los lentes solares.

¿Cortina de “qué”, dijo el señor Gauleiter, número dos?

            ―Todo esta bien. Pero sigo sin entender de dónde sacas la energía ―le susurró Neo y la miró tierno, aunque temeroso por la tarea.

            Trinity se pasó la mano por la frente y compuso el arreo de donde pendía su armamento. Dentro del local, a unos pasos, un grupo de agentes de Matrix discutían que hacer con los rehenes.

            La que me queda, la guardo para lo que viene del otro plano ―le contestó ella y sonrió.

Hans había preguntado, tembloroso por el frió y confundido como uno de los tantos viejos militantes del Partido Nazi. Ahora tullido, tras la derrota de la Wehrmacht en Tsaritsyn ("Stalingrado", durante la época el terror rojo y "Volgogrado" en la actualidad) y tiritando por la baja temperatura. Estaba sentado y en alerta plena, tal correspondía a cada militante del partido nazi. Por ser tullido, lo sentaron en la última fila del local atestado de correligionarios, fanatizados con la hecatombe inminente del Führer en  sus días últimos.

            Era fenomenal la confusión dejada por las palabras finales del orador. Corría un frío canalla y ligero, en los primeros días de mayo de 1945. La II Guerra Mundial para Europa, estaba por concluir con la derrota del socio principal del Eje de Acero, la Alemania nazi.
En la tribuna, un ayudante, tembloroso, se acercó a los oídos del orador y le susurró:

            —Mi Señor Gauleiter, los de atrás, parece que no entendieron bien sus palabras finales.

            — ¡Carajo, dije Cortina de Hierro!

            Gritó la diminuta figura desde el proscenio, ahogado nuevamente por el estruendo de sus partidarios y quien, a la sazón, fungía como Gauleiter (Jefe de Zona) 2  de Berlín en su calidad de hombre de la ultra confianza del Führer.

La saga continúa.

Lionel Lejardi. Abril, 2011
lejardil@bellsouth.net
Legacy Press

1    En realidad el pen name de “John Freeman”, el escritor lo utilizó una sola vez en un ensayo.
2    El Gauleiter de la Zona de Berlín, en la práctica, tenía casi más poder político que la mayoría de los ministros del III Reich.

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